“Los jugadores somos demasiado cabrones como para haberme metido a entrenador”. Esa frase me la han repetido bastantes grandes jugadores retirados, con gran personalidad y con gran conocimiento del juego. Hablamos del profesionalismo. Un jugador sabe, perfectamente, cuándo y cómo fallar sin que se note demasiado para que un entrenador caiga, para que un vestuario caiga...
Tras los fuertes rumores de los últimos días en los que se coloca a Thomas Heurtel fuera del Barça unos enrarecidos blaugranas se presentaron en Santiago para disputar un partido a cara de perro. No hay duda de que la irrupción en el partido de TH cambió la dinámica y ritmo del encuentro a base de talento. Ese que, difícilmente, se puede parar con los precisos y minuciosos scoutings que se realizan hoy en día. Mi compañero Xan Ramos lo explicó en la crónica de ayer: “el base francés salió a la cancha con su equipo por debajo y con 7 puntos y una espectacular asistencia marcó la remontada hasta empatar el marcador. La vuelta al banquillo del francés coincidió con un nuevo parcial del Obra comandado por Pepe Pozas y Steven Enoch. En el tercer cuarto entró cuando se llevaban tres minutos de juego, comandó un cinco a cero con un triplazo y una asistencia y el parcial con él en pista fue de 18 a 7, entrando el Barça diez arriba en el último período”.
Nadie mejor que Saras Jasikevicius para saber que Heurtel puede ganar partidos adelante. Incluso partidos más relevantes que el de ayer, aquellos que te acaban dando un título. El Saras jugador tampoco era un buen defensor pero su inteligencia le permitía disimular esa carencia de su juego y así, ser capaz de llevar a sus equipos a ganar campeonatos. Antes del partido contra el Monbus Obradoiro, Heurtel sólo había disfrutado de 3 minutos en los dos últimos partidos de Euroliga. El técnico lituano quiere justamente eso, que Heurtel haga una defensa decente y que cada vez que salga a la pista sea un microondas. Ese planteamiento no ha funcionado, prácticamente, en lo que llevamos de temporada (5,9 puntos y 4,8 asistencias en poco más de 18 minutos de juego). Sin embargo, ayer funcionó.
Pienso que Saras no era mucho mejor jugador que Heurtel pero estaba a años luz de él en cuanto a liderazgo y fortaleza mental. Y ahora, como coach, no ha cambiado su esencia. Comunicador compulsivo, presión continua y diversa hasta encontrar la tecla para que te olvides de los consejos de agentes, amigos e, incluso si hace falta, también los de tu mujer. Toda esa mochila de distracciones que no dejan al jugador focalizar en dar lo que su equipo necesita para ganar. Gran maestro fue para el lituano Zeljko Obradovic, siempre en ese juego paternalista en el que el jugador es tutorizado entre regañidas y arengas. Zeljko se compromete a estar pendiente de ti como de un familiar, a cambio, tú no se la juegas. No obstante, ese toma y daca emocional no parece servir con Heurtel. Según el Mundo Deportivo el Barça acaba de asegurar que no está pensando en ninguna operación para que el base francés salga a otro equipo. ¿Está Saras buscando otro camino para tocarle la fibra o simplemente el club no está siendo sincero?
Hace unos años tuve la ocasión de jugar contra Heurtel en una cancha callejera. Pude charlar con él un rato y me pareció un tipo muy majo y cercano. Idiota de mí, intenté defenderlo. Recuerdo un lance del juego en el que se disponía a lanzar un triple desde el lateral, a pesar de que yo estaba realmente muy pegado y él muy limitado en espacio entre la línea de fuera y yo. Se alzó como si yo no existiera. Fue muy previsible así que salté con todas mis fuerzas para probar a tamponarlo y ¿sabéis qué? Agarré el balón, poco después él siguió subiendo y yo, evidentemente, empecé a bajar. Pudo lanzar, pero el balón no llegó al aro. Recuerdo su quejido cuando ambos estábamos en contacto con la bola. Tal vez fue falta aunque él, en ningún momento expresó que así fuera. Cuando encestábamos en su canasta, Heurtel no esperaba a que nadie de su equipo le pasara la pelota. Él mismo la cogía para luego lanzarlo contra el poste de la canasta y que así le rebotase a las manos. Acto seguido se apresuraba a pasar la pista para lanzar un triple, la mayoría certeros, desde 7 u 8 metros. Daba la impresión de jugaba solo, en el sentido más literal de la palabra. De vez en cuando daba algún pase increíble pero volvía a desconectar y, a lo suyo. Es curioso, en ocasiones, es la sensación que me ha transmitido, salvando las gigantescas diferencias entre ambos contextos, cuando lo he visto jugar contra y con otros profesionales.