Kenrae ha respondido el
Muy buen artículo. Su origen me quedaba un poco lejos y no lo recordaba, muy interesante.
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“En 1984, varios de los mejores deportes del mundo que formaban unos juegos olímpicos fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como anuncios de McDonalds. Si tiene usted mucho pero mucho-mucho dinero y se los encuentra, quizás pueda contratarlos. Son los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.”
No hay bisnes como el bisnes olímpico, y por eso los Juegos de Los Ángeles 1984 pueden muy bien ser los más importantes de la historia del olimpismo, a pesar de las objeciones que presumiblemente presentaría el Barón de Coubertin si estuviera vivo. Y es que los JJ.OO. de 1984 tuvieron un resultado que cuando se conoció a los pocos meses de su finalización, provocó un cambio radical en las estructuras y funcionamiento del venerable COI. Porque los juegos olímpicos de L.A. ganaron dinero.
No hablo de cubrir gastos, un objetivo fundamental para garantizar la continuidad de los juegos, sino de ganar dinero de verdad (aquí Paul Simon intervendría para aclarar que estamos hablando de diamantes en las suelas de los zapatos). Más de doscientos millones de dólares de los de entonces, y para entendernos habría que recordar que en 1981 “Magic” Johnson había firmado su famoso contrato de $25 millones por 25 temporadas; Kobe Bryant va a cobrar $25 millones por la próxima temporada. En pocas palabras, los juegos olímpicos del 84 habían obtenido unos beneficios muy superiores a lo anticipado, gracias sobre todo al aumento de los ingresos televisivos y publicitarios. Claro que esos beneficios no fueron a parar a una abstracción como “los juegos”, sino que terminaron en unos bolsillos cuyos propietarios tenían nombres y apellidos; los organizadores de los juegos, mayormente.
El presidente del COI, el difunto Jose Antonio Samaranch, montó en cólera al comprender que no iba a ver ni un centavo de ese dineral. Se dice, nótese la pasiva, que consideró emprender acciones legales para obtener al menos parte de ese dinero, pero que tuvo que desistir ante las nulas posibilidades de éxito. Lo que nadie podría evitar era que aprendiesen la lección, como se hizo evidente en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, apodados “las olimpiadas de la cocacola” por la abundancia de material publicitario de esa marca. El COI dictó normas que regulaban el cobro y distribución de licencias de retransmisión, de publicidad, y de fabricación y venta de productos de merchandaising, para asegurarse de recibir su parte del enorme pastel olímpico. Esa carrera hacia la comercialización de los juegos, que tuvo etapas tan destacadas como Barcelona en 1992 y Atlanta en 1996, define el olimpismo actual, y procede directamente de Los Ángeles en 1984.
Sin embargo, había más candidatos a ocupar el puesto de “Marqués de Carabás”. El COI no era el único que se había enterado de los beneficios acumulados por los juegos de 1984, ni mucho menos el único que estaba maniobrando para meter el cazo. Me refiero a Ted Turner, el magnate televisivo de Atlanta que había revolucionado la televisión por cable con la creación de la “superestación” WTBS y que en esta época era propietario de los Hawks de la NBA y de los Braves de la MLB. Turner decidió que el éxito financiero de Los Ángeles demostraba que una competición de tipo olímpico podía ser un gran negocio, y que los sucesivos boycotts... boicotes... ¿biscotes? por causas políticas en 1980 y 1984 le ofrecían la oportunidad de entrar en ese mercado.
En 1985, Ted Turner anunció su intención de crear los “Goodwill Games”, traducidos como “Juegos de la Paz y la Amistad” supongo que en referencia al pabellón del mismo nombre. Se trataba de una competición multidisciplinar de tipo olímpico que se iba a celebrar cada cuatro años, alternando su sede entre EEUU y la URSS. Ted Turner hacía hincapié en que estos juegos se verían libres de las interferencias políticas que habían emborronado el olimpismo, y los presentaba como una aventura puramente filantrópica ajena a cualquier interés comercial. “La mejor manera de alcanzar la paz mundial es haciendo que los pueblos del mundo se conozcan unos a otros, y aprendan a trabajar en pos de objetivos comunes”, declaraba. Curiosamente, es más que probable que Ted Turner fuera sincero. Sus convicciones políticas eran bien conocidas, y con frecuencia había descrito a la URSS y los EEUU como dos matones de patio de colegio a los que alguien debería propinar unas buenas bofetadas. Su interés por la reducción de los arsenales nucleares era real, y poseía un punto de ingenuidad que le llevaba a creer que su festival deportivo podía generar efectos políticos y sociales a escala mundial.
Eso no era incompatible con el interés económico más directo. Ted Turner estaba convencido de que el público esperaba con ansia un enfrentamiento deportivo EEUU-URSS, y que eso le permitiría conquistar el verano televisivo estadounidense. Al fin y al cabo, los JJOO ya habían sido un éxito absoluto a pesar del boicot soviético; contar con los “rojos” atraería masivamente al público durante una temporada en la que otras cadenas se limitaban a repetir episodios de sus series o a programar películas viejas. Pero los intereses de Turner iban más allá, y alcanzaban a los mercados internacionales. Los Juegos del Talante podían ser la puerta por la que acceder a los mercados televisivos europeos, aún subdesarrollados, e incluso a las telecomunicaciones soviéticas. El muro comunista empezaba a mostrar grietas, y la llegada de Gorbachov a la secretaría general del partido comunista de la URSS anunciaba el comienzo de una nueva era. Aunque todavía no se podía anticipar el fin del comunismo, sí que se vislumbraba la posibilidad de un nuevo tipo de colaboración comercial con la participación de empresas extranjeras. Ted Turner quería ocupar una posición preferente para el caso de que esa posibilidad se materializara, y los “Goodwill Games” de 1986 en Moscú le iban a permitir adquirir los contactos necesarios.
Es probable que los Atlanta Hawks tuvieran su lugar dentro de ese plan de actuaciones, que explica iniciativas tales como la fallida elección de Arvydas Sabonis en el draft de 1985 (cuando era impensable que las autoridades soviéticas le permitieran dar el salto), o el “Goodwill Tour”, la gira de los Hawks por varias ciudades de la URSS en junio de 1988.
Ted Turner organizó la primera edición de sus Juegos por todo lo alto, incluyendo una espectacular fiesta de inauguración y un discurso de apertura a cargo de Gorbachov. Para preparar las diferentes competiciones, Turner y la TBS ignoraron a los comités olímpicos nacionales, y se dirigieron directamente a las federaciones y al Congreso Atlético Soviético. Las federaciones deportivas de EEUU aún estaban encabezadas por antiguos directivos de la AAU, que se habían visto desplazados cuando la NCAA pasó a controlar el deporte estadounidense a través del comité olímpico. Por ello, esas federaciones acogieron con interés esta oportunidad para actuar fuera de los cauces oficiales y sacudirse así el “yugo” de la NCAA. Para aumentar el interés, Turner consiguió que algunas pruebas fueran clasificadas como “grand prix”, lo que permitía otorgar a los ganadores premios en metálico sin poner en peligro su estatus como amateurs. Hubo algunos pequeños problemas, como el contenido excesivamente político del discurso de Gorbachov o las ausencias de Israel y Corea del Sur en unos juegos que se presentaban como libres de boicoteos, pero se pudieron solventar y los primeros “Goodwill Games” se pusieron en marcha.
Fueron un fracaso total. Privados del tirón de la marca olímpica, los Juegos del Buen Rollito no pasaban de ser una copia barata, como Alpha Flight o la Coca-Cola Zero. Las audiencias fueron misérrimas, se quedaron bloques publicitarios completos sin adjudicar y la TBS tuvo que compensar económicamente a los anunciantes por no poder proporcionar los espectadores anunciados. Ted Turner perdió más de $25 millones, y otros $40 millones después de la segunda edición en Seattle 1990. Ni los deportistas ni los aficionados consideraban estos juegos como una competición oficial, sino como una serie de exhibiciones amistosas. El número de atletas fue bajando en cada edición (en la de 2001 en Australia había casi más medallas que deportistas), hasta que se anunció que los juegos programados en Phoenix no se iban a celebrar. En el 2005 los Goodwill Games pusieron fin a su agonía.
Pero no sin antes dejarnos un detalle para el Trivial Pursuit del baloncesto: ¿quiénes fueron los campeones de baloncesto masculino en la primera edición de los Goodwill Games en 1986? La realidad es que nunca se jugó, ya que uno de los errores de Ted Turner fue no comprobar el calendario de competiciones internacionales que incluía el mundial de baloncesto de la FIBA para ese mismo verano. Si os suena de algo, fue el mundial de España; no, el que ganamos no, el que fuimos anfitriones. El de la defensa de “Muggsy” Bogues sobre Petrovic, y el enfrentamiento entre Sabonis y David Robinson en la final. Obviamente nadie iba a dejar de acudir a un mundial de la FIBA para presentarse en un triste bolo en el Moscú ochentero, y tampoco había fechas para jugar dos torneos uno detrás del otro. Pero el ingenio de Ted Turner tenía respuesta para todo: el resultado de la competición de baloncesto masculino de los Goodwill Games se determinaría por el resultado del mundial de España. Es decir, los juegos del buen humor reconocerían como propios los resultados del mundial, y entregarían sus medallas a las selecciones que ocuparan el podium en Madrid.
Eso fue lo que hicieron, ni cortos ni perezosos. Según parece, algunas semanas después los representantes de Ted Turner entregaron las medallas a los tres primeros clasificados del Mundial, para crear así lo que la prensa estadounidense bautizó con sorna como “el verano del oro doble”. Y es que hay competiciones en las que lo importante no es ni participar.
Kenrae ha respondido el
Muy buen artículo. Su origen me quedaba un poco lejos y no lo recordaba, muy interesante.
enepi ha respondido el
Buen articulo Meej. Lo que mas me ha sorprendido es que aun se celebrasen en 2001, yo pense que habian muerto con URSS, su razon de ser. Lo que recordaba perfectamente era que fueron un fracaso absoluto y que TT perdio muchisimas pasta.