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Espectacular el artículo, nuevamente.
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Clarence “Bevo” Francis representa un misterio difícil de resolver: algunos de quienes lo vieron jugar creen que podría haber sido una auténtica estrella del baloncesto en los años cincuenta, mientras que otros lo recuerdan como el invento de un entrenador hambriento de publicidad. Quizás la verdad se encuentre en algún punto intermedio, como sugiere la carrera profesional de su gran rival, un Frank Selvy que no pasó de correcto en la NBA. En cualquier caso, para el entrenador Newt Oliver representaba su gran oportunidad para salir de la oscuridad del Ohio más rural.
Francis heredó su apodo de su padre, un minero conocido como “Big Bevo” debido a su afición por la cerveza sin alcohol de ese nombre. Al principio su hijo era conocido como “Little Bevo”, pero después de dar el estirón quedó claro que de “little” no tenía nada. A pesar de perderse dos cursos por la anemia provocada por ese crecimiento, Bevo Francis se convirtió en una especie de estrella local de baloncesto cuando aún estaba en el colegio, y despertó el interés de un entrenador de instituto llamado Newt Oliver. Francis se matriculó en el Wellsville High School de Oliver, pero durante los dos primeros años tuvo prohibido jugar con el equipo debido a las confusas circunstancias de su reclutamiento (se decía que el instituto le había puesto una casa a los padres para convencerlos). Cuando al fin pudo jugar, Bevo Francis resultó ser aún mejor de lo que esperaban: Newt Oliver le había asignado el número 32 para que recordara que ése debía ser su promedio de puntos, y Francis respondió promediando 30.6 puntos por partidos y liderando al equipo a un balance de 23 victorias por sólo dos derrotas. Bevo Francis no pudo jugar en el último curso ya que había cumplido 20 años, pero su única temporada de instituto fue más que suficiente para conseguirle a Newt Oliver el puesto como entrenador en la universidad de Rio Grande en 1952, una contratación condicionada a que trajera de la mano a su jugador más destacado.
Rio Grande, una universidad con apenas 92 alumnos matriculados (38 de ellos varones) inscrita en la NAIA, tenía un pie en la tumba. El pabellón del equipo, el “Community Hall”, carecía de gradas, de vestuarios y de duchas, por lo que era apodado “the Hog Pen”: los jugadores venían cambiados de casa, y los escasos espectadores se sentaban en unas cuantas sillas plegables. Desde el punto de vista de Newt Oliver, sólo una apuesta a la desesperada podía salvar a la universidad, y eso le proporcionaba una oportunidad perfecta para explotar las virtudes de Bevo Francis. “One year from now we\'ll be booked into Madison Square Garden,” dijo Oliver. A lo que el base titular, Wayne “the Wonder” Wiseman, respondió: “The only garden we\'ll ever be in is with a hoe.” Pese a sus dudas, Newt Oliver abordó la tarea con entusiasmo. Matriculó a Bevo Francis en el instituto local para que completara los créditos académicos que le faltaban, y anunció al equipo que el objetivo era promediar 100 puntos por partido, de los que la mitad debían proceder de Bevo Francis. Para ello, Oliver organizó un calendario repleto de partidos contra rivales de nivel mediocre, y pagó la tasa que exigía la NCAA para incluir los resultados en sus publicaciones oficiales. Los Rio Grande Redmen, que habían terminado la temporada anterior con un triste 4-19, pasaron a contar sus partidos por victorias con un promedio anotador de 100 puntos, la mitad de ellos por Bevo Francis. La victoria sobre California State con 73 puntos de Francis fue la primera que los llevó a las páginas de la prensa a nivel nacional, seguida de los 76 puntos contra Lees College, pero no fue nada comparado con lo que sucedió el 9 de enero de 1953.
Ese día Rio Grande jugaba contra el Ashland Junior College de Kentucky, y Bevo Francis anotó 116 puntos con 47 canastas de dos y 22 tiros libres en la victoria por 150-85. Había llegado al descanso con 38 puntos y terminado el tercer cuarto con 61, pero en el último período anotó unos escalofriantes 55 puntos en 10 minutos. “¡Haced falta! ¡Haced falta!” gritaba Newt Oliver a sus jugadores para recuperar el balón cuanto antes. “¡Pasadla a Bevo!” De la noche a la mañana habían saltado a la fama. Bevo Francis y Newt Oliver fueron invitados a los principales programas de televisión, como el Show de Ed Sullivan, y se convirtieron en celebridades por todo el país. A partir de ese momento una nube de periodistas acudía a cada uno de sus encuentros, que invariablemente empezaban con retraso debido al número de espectadores que invadían la cancha pidiendo autógrafos. Los Redmen terminaron la temporada imbatidos con 39 victorias, y los ingresos obtenidos por sus partidos mantuvieron a flote la universidad.
Sin embargo, no todo eran buenas noticias. El claustro universitario de Rio Grande consideraba que el equipo se había convertido en una especie de atracción de circo que perjudicaba el prestigio académico de la institución, y aunque aceptaron gustosos el dinero que les proporcionaba prefirieron renunciar a participar en torneos de postemporada. Miembros destacados de la comunidad deportiva universitaria compartían esta opinión, y pensaban que Bevo Francis era un jugador no más que correcto cuyos récords habían sido engordados a base de partidos contra equipos militares, academias de señoritas y seminarios religiosos. En una reunión de urgencia, la NCAA decidió anular retroactivamente los registros conseguidos contra rivales que carecieran de una mínima entidad, y los éxitos individuales y colectivos de Bevo Francis en la temporada 1952-53 fueron recortados con severidad. Su promedio de anotación pasó a quedar por debajo de los 50 puntos, y lo más doloroso fue que el partido de los 116 puntos contra Ashland no fue reconocido como la mayor anotación de la historia del baloncesto universitario.
Newt Oliver estaba fuera de sí por lo que consideraba una injustificada persecución por parte de las universidades más grandes, y reaccionó en la temporada siguiente organizando muchos partidos contra universidades NCAA de buen nivel... que casualmente también disponían de pabellones con gran capacidad; aprovechando su nueva fama, Rio Grande pedía más de la mitad de los ingresos por la venta de entradas a cambio de jugar. Incluso consiguieron cumplir su sueño de jugar en el Madison Square Garden, el 3 de diciembre de 1953. Sin embargo, el resultado fue decepcionante ya que terminaron siendo derrotados por el Adelphi College, un equipo de escaso renombre y justito de nivel pero que fue capaz de dejar a Bevo con sólo 4 puntos en la segunda parte. La prensa nacional celebró la derrota como una confirmación de que Rio Grande y su famosa estrella no eran más que una atracción de feria que engordaba números contra equipos sin entidad, pero esas críticas resultaron ser prematuras: al día siguiente Bevo Francis forzó la prórroga contra Villanova, que sólo pudo batirlos por un ajustado 93-92, y tres noches más tarde derrotaron a Providence en el Boston Garden. Aunque perdieron ampliamente contra North Carolina State por 77-92, un palmeo en el último segundo de Bevo Francis les proporcionó la victoria sobre Wake Forest por 67-65. Era imposible ignorar esos buenos resultados contra universidades de buen nivel, a los que había que añadir las victorias sobre Butler (con Bevo recuperándose de una apendicitis) y la universidad de Miami. “El segundo año,” recordaba Francis, “empezaron a creer en nosotros.”
Pero Newt Oliver quería más. Quería recuperar el récord de anotación que la NCAA les había retirado, y quería hacerlo a lo grande. Bevo Francis volvió a convertirse en el máximo anotador colegial el 11 de diciembre de 1953 con 82 puntos contra Bluffton College (www.bevofrancis.com/media_video.htm), pero no era suficiente. El 2 de febrero de 1954 Bevo Francis anotó 43 puntos en la primera contra el Hillsdale College, y Newt Oliver aprovechó la ocasión: “¡Podemos volver a salir en los titulares por todo el país! Nos robaron el récord el año pasado, pero vamos a meter más de 116. ¡Quiero recuperar ese récord hoy!” Bevo Francis anotó 31 puntos en el tercer cuarto, y a pesar de que lo intentaron defender con cuatro jugadores a la vez, 39 puntos en el último cuarto para terminar con 113 puntos. Rio Grande ganó 134-91, pero eso era lo de menos en comparación con los números de Francis: 38 de 70 en tiros de dos, 37 de 45 en triples. Después de una época en la que el baloncesto universitario había sido noticia por los escándalos de apuestas y amaño de partidos, los medios pudieron por fin centrarse en una historia positiva, la competición anotadora entre Bevo Francis y Frank Selvy de Furman. El 13 de febrero de ese mismo año, sólo once días después del récord de Francis, Selvy anotó 100 puntos contra Newberry College, la marca más alta en lo que la NCAA definía como “major colleges”.
La temporada no tuvo un buen final para Bevo Francis. Se lesionó en un tobillo, y sólo pudo promediar 31 puntos en los últimos cinco partidos, lo que provocó que los Redmen perdieran tres de ellos. El balance final fue de 21-9 y Bevo Francis fue elegido en el segundo quinteto “all american” por la Associated Press, pero la última de esas derrotas se produjo en la segunda ronda del torneo de la NAIA, con lo que Rio Grande perdió la única posibilidad de conquistar un título. Y pocas semanas después de terminar la temporada, la universidad anunció inesperadamente la expulsión de Bevo Francis en circunstancias nunca aclaradas. Los rectores del centro afirmaron que se debía a sus reiteradas faltas de asistencia a las clases y a los exámenes, aunque algunos aficionados sospechaban que se trataba de un intento de poner fin a un espectáculo con el que nunca estuvieron cómodos los miembros de la comunidad académica. Francis afirmaba por su parte que en realidad él había abandonado la universidad semanas antes, cansado del clima de hostilidad que percibía, y mientras Newt Oliver desapareció durante varios días sin que nadie supiera dónde estaba. Cuando volvió se limitó a anunciar que había estado “de compras” sin ofrecer más detalles, aunque la prensa dedujo con facilidad que había estado buscando una salida profesional para el jugador y el propio entrenador. Efectivamente, poco después se anunció que ambos habían firmado un contrato con los Boston Whirlwinds (un tercer miembro del equipo, el escolta Bill “Shotgun” Rippenberg, se unió a ellos).
Los Whirlwinds habían jugado en la ABL décadas atrás, pero en 1954 sólo sobrevivían como uno de los diversos apodos del equipo que se enfrentaba cada noche a los Harlem Globetrotters. Unas veces eran los Boston Whirlwinds, otras veces los New York Celtics, y con el tiempo terminaron llamándose los Washington Generals. El gran reclamo del equipo había sido Bill Spivey, una gran estrella universitaria sancionada de por vida en los escándalos de apuestas de 1951, pero durante una gira por Australia poco antes Spivey se enfrentó en medio de un partido con “Showboat” Hall, y lideró un motín de los Whirlwinds que culminó con la derrota de los Globetrotters. Abe Saperstein, el propietario de los “Trotters”, se apresuró a anular la derrota con la excusa de un error en las estadísticas, y transfirió a Spivey inmediatamente a los “House of David”, uno de los equipos que actuaban de teloneros de los Globetrotters. Los Whirlwinds necesitaban una nueva estrella, y Saperstein le ofreció $12000 a Bevo Francis por sus servicios. En mayo de 1954 las agencias publicaron la foto promocional del fichaje, con Abe Saperstein entregando a Francis y Newt Oliver (nuevo entrenador de los Whirlwinds) un barril lleno de dinero.
Ese dinero le permitió a Bevo Francis comprar una casa para su mujer y sus hijos, pero no impidió que descubriera el lado amargo de la vida con los Globetrotters, igual que le había pasado a Spivey. “Jugábamos los dos primeros cuartos, y después teníamos que hacer el payaso. Era una vida de perros.” Francis aguantó dos años y medio, hasta que no pudo más y se fue. Su marcha provocó la salida del entrenador Newt Oliver, y sus caminos se separaron definitivamente. Oliver volvió a enseñar en un instituto de Ohio, y usó el dinero que había ganado para abrir un restaurante al que no le fue nada mal. Mientras, Bevo Francis siguió recorriendo el circuito del baloncesto semiprofesional, bajando de nivel poco a poco. Primero fueron las giras con los Ohio Stars, aprovechando su fama en la región, y equipos similares. En una de ellas, con los Detroit Vagabond Kings en 1957, Bevo Francis abandonó el equipo a la mitad y el propietario resolvió la papeleta fichando a un jugador local desconocido que también se llamaba Bevo (al segundo partido alguien descubrió la estafa, y tuvieron que salir por piernas). Luego fueron los equipos de ligas menores, como los Hazelton Hawks de la Eastern Professional Basketball League (la futura CBA), los Cleveland Pipers de la American Basketball League o los Toledo Twisters de la Midwest Professional Basketball League. Aunque su nombre aún seguía siendo un reclamo, Bevo Francis había ganado peso y perdido puntería, y a principios de los sesenta decidió volver a su pueblo de Ohio a trabajar en una fábrica.
Nunca llegó a jugar en el primer nivel del baloncesto. Fue elegido por los Philadelphia Warriors en una ronda indeterminada del draft de 1956, y la leyenda dice que rechazó la oferta de la NBA porque los Globetrotters le pagaban más. Yo personalmente me limito a observar que los Warriors eran propiedad de Eddie Gottlieb, amigo y socio de Abe Saperstein, así que veo dudas en la sinceridad de esa elección. Según sus partidarios, Bevo Francis era un pívot de 2.05 con una muñeca de seda, un jugador muy completo cuyo juego se basaba en el tiro exterior: normalmente recibía a la altura del tiro libre, desde donde sus suspensiones eran casi infalibles, y si la defensa le cerraba entonces cortaba a la esquina, donde su acierto era igual de bueno. Según sus detractores, la estatura real de Francis no alcanzaba los dos metros, y era un jugador unidimensional cuyo entrenador le había hecho trabajar el tiro hasta el agotamiento ignorando cualquier otra faceta del juego. Es curioso que nadie mencione nunca su aportación en defensa o al rebote, por ejemplo, o que sus contraataques muestren cierta cualidad palomeril.
En los últimos años se ha producido un intento de reivindicar la figura de Bevo Francis, maltratado por su universidad, su entrenador y la NCAA. Aunque es posible que estos intentos caigan en una cierta mitificación del jugador, no es posible ignorar que salvó a la universidad de Rio Grande de su desaparición. “Yo no era un cantante ni una estrella de cine, pero hubo un tiempo en el que todo el país conocía mi nombre.”
elvis ha respondido el
Espectacular el artículo, nuevamente.
josegr_2 ha respondido el
Gran resumen del "Shooting Star" meej, ¿me equivoco? ;)
Bevo Francis es una de mis debilidades en la historia del baloncesto, de hecho, hará más de 7 años que debuté en el difunto BasketAldia con un artículo sobre su vida.
Convertido en una marioneta en la manos del coach Oliver, su fama efímera nunca le interesó lo más mínimo, y en cierto modo fue la principal causa de que poco a poco fuera alejándose del baloncesto de primer nivel.
Gottlieb lo definió como un buen sophomore universitario sin más. Un jugador que necesitaría para desarrollarse mucho tiempo y un buen entrenador, algo que hasta ahora no había tenido. Entre eso y que le quiso rebajar la primera oferta para firmar con los Warriors era normal que cerrase/le cerrasen la puerta de la NBA.
Una buena muestra del impacto de Bevo en la NCAA es que salió por delante de Bob Pettit en la lista de los All-American. Pero por encima de los records, su principal aportación fue volver a ilusionar a la sociedad americana con un deporte que acababa de quedar casi huérfano de público con todos los escándalos de partidos amañados de principios de los '50.
elnúmero33 ha respondido el
¿Existían los triples en la NCAA en los años 50? Que buena historia para una película.
meej_2 ha respondido el
La verdad es que los tres libros sobre él me echan para atrás. No parece haber término medio en los comentarios sobre Bevo: o fue un superhombre que salvó la NCAA, o fue un timazo inventado por su entrenador. Lo que me atrajo de su historia es que su nombre aparece en libros sobre la NBA de los cincuenta y tal, pero no me sonaba de nada. ¿Quién será este tío? Tampoco es que destacara en ligas menores, como sí hicieron Bill Spivey o Sherman White. Luego está ese toque dramático de que parece que todo el mundo se aprovechó de él. Curiosamente su carrera terminó muy joven, en menos de cinco años ya vivía del nombre y hacía unos números mediocres. Un poco como Frank Selvy.
shifty ha respondido el
Genial el artículo, muy muy bueno :)
manuelmari ha respondido el
Como todos tus artículos, cojonudo!! Realmente interesante. Es muy sano recordar cómo fue este nuestro baloncesto de cada día. Como había comentado en una entrada anterior, me encantaría ver artículos de este estilo, pero sobre el baloncesto español. Que continúe la saga!!
T.CHAMBERS ha respondido el
Que grande, meej! Y no puedo aportar nada más sobre esta entrada que me ha dejado embobado. No conocía la biografía de este jugador. Gracias por descubrírmela!