CALL ME PLEASE (III). ALGO HUELE A PODRIDO EN DINAMARCA…

Ya está, Ya ha cantado la gallina. Y no me refiero precisamente a la árbitro francesa Chantal Julien. O más bien sí. Y no por llamarla gallina – o tal vez sí. En mi último artículo homónimo del de Miguel Ángel Paniagua en el que hacía referencia a los tejemanejes de Mark Cuban en el campo empresarial y su posible castigo por parte de la NBA por precaución, hice referencia a la época Stankovič al mando de la FIBA. Y hablé de las épocas de presupuestos inflados de los equipos italianos en los 80, y de los griegos en los 90, amén de una siempre sospechosa connivencia con los equipos/federaciones que pagaban al mejor postor. Siempre se ha sabido. Nunca ha habido pruebas más que las fechorías arbitrales cometidas en la cancha. Ahora ya las hay. Un árbitro del pasado Torneo Olímpico de baloncesto ha cantado reconociendo los arbitrajes de favor al conjunto USA. Hace falta valor y haber ido a la escuela de calor de Pekín en agosto del por poco presente año 2008. “Tenías que pitar lo más evidente de lo evidente. Si pitabas unos pasos de salida a Kobe, el juzgado ibas a ser tú”. Así de claro como el agua y así de espeso como el chocolate.

Esto clama al cielo. Que encima de escamotearte la posibilidad de conseguir una medalla de oro olímpica te lo reconozcan o refrieguen en la cara es sádico; cuanto menos cínico. Política de hechos consumados, al más puro estilo inglés; en este caso francés. Luego habrá excusas, peticiones de perdones y demás frusilerías; pero lo hecho, hecho está. Y ya no hay vuelta atrás.

Por fin, y viendo el lado menos malo del asunto, alguien ha tenido un mínimo de decencia torera y ha dicho sin tapujos lo que piensa (“estoy avergonzada”) y lo que a juicio del video y los millones de cerebros que tienen grabado el partido en sus memorias, es la realidad.

Preguntaba yo de forma retórica en aquel artículo si habría alguien que salvara la verdad. Si alguien tendría el valor de tirar de la manta y destapar toda la porquería que esconde la FIBA. El problema es que ya es en connivencia con la NBA. Viva la globalización. Hay demasiados intereses comerciales en juego como para romper el statu quo. Al final, alguien ha abierto la boca para cantar. Y no ha sido la Fat Lady, precisamente. Por que la pobre Chantal no sabe – o quizás sí - que ha destrozado su carrera como árbitro de élite. Quizás su declaración a la revista francesa basketnews ha sido de forma premeditada, cansada de tanta porquería oculta de la FIBA. Lo lamentable es que la FIBA se pliegue a los designios de la NBA. Tanto pelear en las canchas para recortar las evidentes ventajas físicas (y en su momento técnicas y tácticas), tanto llenarse la boca con lo bien que juegan en equipo los jugadores FIBA frente al 1x1 de la natura del basket yankee, y ahora nos salen con éstas.

Empero, la gesta de los Golden Boys no deja de tener menos mérito, más bien al contrario. Han sido capaces de competir, de poner en un brete a los supuestamente mejores más que ninguna otra selección. Nos quedan la rabia y los impulsos de impotencia. Que eso sirva para alimentar un impulso de renovación, de regeneración – y no democrática – en las instituciones que rigen los designios del basket a nivel mundial: la NBA, la FIBA, y las marcas deportivas que apoyan al entramado. Como decía don Vicente Salaner en su blog a colación del trueque Billups-Iverson… “¿y esto todavía es un deporte?” Y lo irónico es que se ha producido en unos Juegos Olípimcos, los que se supone que están inspirados en los postulados del Barón de Coubertain. Nike y Adidas pueden estar contentas, seguirán vendiendo millones de zapatillas y unidades de ropa deportiva gracias al oro de Lebron James, Kobe Bryant y Superman Howard. Y a Pau Gasol, claro. Me contaba mi hermano que en la tienda de la NBA de la 5ª Avenida en NY este verano – agosto – las camisetas de Gasol de los Lakers se han vendido como rosquillas. De hecho, tanto que no quedaban. Pero sí de las de Kobe o Lebron, que le fueron ofrecidas a cambio. Dicen que la cadena estadounidense que retransmitía en exclusiva la final de baloncesto cambió la hora de la retransmisión. Justo lo mismo que con todas las finales que ganó Michael Phelps – incluida aquella polémica con un serbio, en la que este último tocó primero en el extremo de la pileta claramente en la final a tenor de las repeticiones innumerables televisivas. Tampoco es baladí el caso del miembro (en este caso, y no miembra, como quisiera la ministra) del COI que aceptó sobornos por llevar los JJ.OO a Atlanta en el 96.

Lo que más me molesta de todo esto es la instrumentalización de los jueces por parte de los de arriba para forrarse. Se supone que el árbitro es juez imparcial. Da igual. Todo queda cubierto con la gris bagatela del “criterio”. Conozco árbitros brillantísimos cuya carrera no ha progresado por culpa de no querer plegarse a los designios del establishment institucional. O pitas lo que se te dice, o a la nevera. No hay beneficio inmediato, más que la siempre incierta lista de méritos para ascender en el escalafón, y mientras a tragar los dictados de los de arriba. Lamentable. Como decía Arsenio Cañada en la misma retransmisión de aquella antológica final: “lo que más me fastidia es que Brazauskas en la Euroliga los pita” en referencia a los pasos de salida cometidos por los jugadores USA. Recuerdo que en Open McDonalds del 93, en un Phoenix Suns-Real Madrid, tras dos primeros cuartos de desparpajo y buen juego por parte madridista, sobre todo Biriukov y el gran Sabas, los árbitros del encuentro empezaron a pitar a favor del hermano mayor. Mario Pesquera, a la sazón comentarista de aquel encuentro junto a Ramón Trecet, comentó entonces: “si los árbitros se creen que le están haciendo un favor a la NBA, se equivocan”. Entonces posiblemente no. Ahora, quince años después, ya sí. Ese es consuelo que nos queda.

P.S.: No quiero cerrar ésta mi última colaboración del 2008 sin antes desear a nuestros lectores – que tanta santa paciencia tienen con este humilde juntaletras como diría Don Camilo – lo mejor para el 2009 que se avecina. Y que no reciba una Mala Polonia a los nuestros en septiembre…

El Pirata.