Gracias a la redifusión en Teledeporte del programa "Conexión Vintage", estamos teniendo la oportunidad estos días de volver a disfrutar de algunos partidos históricos, lo cual ayuda a hacer un poquito más llevadero este confinamiento. Igualmente, destacar en este sentido, el maravilloso programa "Informe Robinson", en #Vamos, con reportajes sobre baloncesto, y su particular capacidad de tocar la fibra sensible.
De este modo, por ejemplo, la semana pasada, el público tuvo la oportunidad de revivir el Real Madrid-Snaidero Caserta, final de la Recopa de 1989, una de las mejores finales de la historia del baloncesto, que pasó a la posteridad por el legendario duelo anotador que mantuvieron dos genios de la canasta como Drazen Petrovic y Óscar Schmidt, además de suponer la segunda Recopa en la historia del conjunto blanco.
La llegada del brasileño Óscar Schmidt revolucionó y puso en el mapa europeo al Snaidero Caserta, un equipo que, en contra de la tendencia mayoritaria de aquella época, no solía contratar a jugadores estadounidenses para copar sus plazas de extracomunitarios, sino a latinoamericanos, como el propio Óscar o Tato López, o europeos destacados como el búlgaro Glouchkov, primer jugador de los países del Bloque del Este en jugar en la NBA, en concreto, en los Phoenix Suns, en la temporada 1985-86.
Especialmente para los seguidores más jóvenes que no tuvieron la fortuna de verlo jugar, me parece adecuado poner en contexto lo que significaba la figura de Óscar Schmidt, ídolo de infancia del malogrado Kobe Bryant.
la leyenda de óscar schmidt becerra, o mejor dicho, De óscar becerra schmidt
Pocos jugadores en la historia han proferido un amor tan grande a este deporte como lo hizo Óscar Daniel Bezerra Schmidt (Río Grande del Norte, Brasil, 1958) a lo largo de las tres décadas en las que desarrolló su carrera deportiva, en las que deleitó a los aficionados con su magia y carisma a ambos lados del Atlántico.
Con sus 206 centímetros de altura y sus 110 kilos de peso, es considerado por muchos expertos, como el mejor alero anotador de la historia del baloncesto, excluyendo a los jugadores NBA, aunque no faltan quienes también lo incluyen dentro de este grupo, llegando a ser comparado por su talento en el tiro con una de las grandes leyendas de este deporte, como el mismísimo Larry Bird.
En Brasil, a Óscar se le conocía con un apodo ganado a pulso a través de multitud de partidos: Mano Santa. Curiosamente, durante su carrera en Europa fue conocido como Óscar Schmidt, a pesar de que con su particular paciencia, siempre declaró en entrevistas concedidas, que su primer apellido era "Bezerra" y no "Schmidt".
Ferviente religioso - siempre rezaba antes de los partidos- como tantos de sus compratiotas, obsesivo compulsivo para con su profesión, como él mismo afirmaba sin pudor, y supersticioso hasta la médula - saltaba a la cancha con el pie derecho- fue todo un caballero del deporte, un caso de jugador que dejó tantos amigos a su paso como canastas en su trayectoria profesional.
Óscar destiló pasión por este deporte en cada una de sus acciones. Lo bonito del amor es cuando éste es correspondido, y fruto de este encantamiento mútuo, cuando el brasileño lanzaba a canasta, el balón parecía aceptar con gusto sus designios.
A lo largo de su prolífica carrera, demostró su talento innato para el fundamento técnico por antonomasia en el baloncesto: el tiro. Representó como ningún otro en el planeta basket la quintaesencia del tirador.
Myrura, un entrenador japonés, al que Óscar siempre veneró, y que daba clases de baloncesto en el centro deportivo Unidade de Brasilia, donde el carioca llegó de la mano de su padre para que hiciese deporte en su tiempo libre, le introdujo en los secretos de la mecánica, con una perseverancia y paciencia propias de la cultura oriental. Especialmente, a la hora de colocar el balón sobre la yema de los dedos antes de realizar el movimiento de extensión del brazo.
Con una efectividad letal en todas las distancias y situaciones del juego, en su caso, el orden de los factores no alteraba el producto, que no era otro sino que el balón terminara acariciando la red: en carrera tras bloqueos, en estático o, en una de sus jugadas clásicas, tras finta, con un primer paso haciendo amago de penetración, para luego retroceder y armar el brazo tras dejar clavado al defensor - a imagen y semejanza del citado Larry Bird-.
Sin embargo, seas quien seas, siempre es imposible gustar a todo el mundo. De él, sus detractores decían que era lento, que no sabía botar ni pasar, que apenas saltaba y que tampoco se empleaba en defensa. Efectivamente, el apartado físico no era su punto fuerte, ni mucho menos, y probablemente tengan razón quienes afirmaban que no defendía, pero promediando más de 30 puntos por partido durante 25 años, ¿de verdad a alguien le importaba que no defendiera?
Hablar de Oscar Schmidt supone hacerlo del mayor anotador de los todos los tiempos en el baloncesto, ya que, en octubre de 2001, aún en activo con 43 años, superó el récord de los 46.723 puntos de Kareem Abdul-Jabbar. Además, es poseedor de otro récord (junto al australiano Andrew Gaze) que será difícilmente igualable: el de haber disputado cinco Juegos Olímpicos, de Moscú 80 a Atlanta 96.
Su trayectoria estuvo repleta de éxitos personales, que sin embargo, no tuvieron la correspondencia colectiva que habría que suponer a un jugador de su talla. Aún así, levantó títulos (sumó varios en Brasil, y en Italia, donde conquistó Liga y Copa), tanto en sus respectivos clubes como en la selección, donde debutó con tan solo 16 años, y con la que se proclamó campeón en los Juegos Panamericanos de Indianápolis 87 y conquistó la medalla de bronce en el Mundial de Manila 78.
Sus 57 puntos, que masacraron a EEUU en los Panamericanos,fueron el comienzo de un movimiento contrario a enviar equipos universitarios a compromisos internacionales. Podemos decir que fue uno de los responsables de que los aficionados pudieran disfrutar de los sucesivos "Dream Teams".
Si tuvieramos que compararlo con algún jugador actual bien conocido por nuestros aficionados, podríamos pensar en un tirador letal, tipo Navarro o Carroll, aunque a diferencia de ellos, Oscar no jugó ni el Real Madrid ni el Barcelona, aunque estuvo cerca de hacerlo, especialmente en el Real Madrid, cuando el por aquel entonces presidente Ramón Mendoza le ofreció un suculento contrato que superaba con creces las cifras que ganaba en Italia. Sin embargo, el acuerdo con el conjunto blanco nunca llegó a materializarse.
Desechando el interés del Real Madrid, y también el de la NBA, por tres veces, por parte de New Jersey Nets, en una época en la que el baloncesto americano rara vez ponía sus ojos en lo que acontecía fuera de su universo, encontró en Italia su ecosistema para desarrollar la mayor parte de su carrera.
Se convirtió en una especia de Robin Hood que puso su talento al servicio de los "pobres". Tras triunfar en Brasil, Schmidt puso rumbo a la Lega italiana (1983-1993), donde en aquella época acudían los foráneos que querían triunfar fuera del baloncesto NBA, para desembarcar en Caserta, club conocido en la década por sus distintas nominaciones comerciales (Indesit, Mobilgirgi, Snaidero...).
Capocannoniere de la competición en sus dos primeros años, con unas medias de 29,9 y 28,1 puntos por partido, puso en el mapa europeo a Caserta, una pequeña ciudad de la Campania, vecina a Nápoles, marginada tradicionalmente por el Gran Norte (rico e industrial), convirtiendo al equipo en una alternativa a las squadras del norte de la Península, como Varese, Milán o Cantú.
En Caserta rozó la gloria europea en un par de ocasiones, proclamándose subcampeón de la Korac (1986) y la Recopa (1989). De las diez temporadas que disputó en Italia, en cinco de ellas fue su máximo anotador.
Con el modesto Fernet Branca Pavía, en sus últimos años en Italia, llegó a promediar la insuperable marca de 44 puntos de media, convirtiéndose en el máximo anotador histórico de la competición, por delante de los legendarios Antonello Riva, Dino Meneghin, Marzorati, Roberto Brunamonti o Manuel Raga.
En España, tuvimos la fortuna de verlo jugar en el clásico Fórum Filatélico de Valladolid (1993-1995), equipo modesto, pero que tuvo entre sus filas a otras leyendas como Sabonis y Valdemaras Homicius. A pesar de sus 35 años, y las voces críticas hacia su contratación, el carioca destrozó los aros de la ACB (2009 puntos en 71 partidos, más de 28 de media), proclamándose máximo anotador en su primer año con 33,2 puntos de media y dejando una huella imborrable a pesar del paso del tiempo.
Aún tendría tiempo de regresar a su Brasil natal y continuar engrandeciendo su leyenda; con 42 años aún fue capaz de promediar más de 33 puntos por encuentro. En su país natal, "Mano Santa" es venerado como uno de los mayores deportistas de la historia del país.
una obra de arte para la posteridad: los 62 puntos de petrovic en la FINAL DE LA RECOPA 89
En el Palacio de la Paz y la Amistad de Atenas, feudo de Olympiacos, donde no solían reinar precisamente ni la paz ni la amistad, Real Madrid y Snaidero Caserta se veían las caras en la final de aquella Recopa de la temporada 1988-89.
El Real Madrid salía con Petrovic, Biriukov, Rogers, Fernando Martín y Antonio Martín en el quinteto inicial, mientras que Gentile, Esposito, Dell Agnello, Schmidt y Glouchkov eran de la partida por parte del Snaidero Caserta.
El partido fue toda una declaración de intenciones desde sus primeros compases. Rogers y Óscar estrenaban el marcador con canastas rápidas, y Biriukov y Gentile abrían la veda desde el perímetro.
Con un inspiradísimo Johnny Rogers en los primeros minutos, con 12 puntos (6/6 en tiros) y un gran trabajo en todos los sectores del campo, el Real Madrid intentaba imponer su ritmo en ataque. El americano encontraba en Biriukov a su mejor aliado, con tres triples anotados por el hispano-ruso, y una serie inmaculada del equipo hasta ese momento (6/6 en triples). En estas, Petrovic se unía al festival triplista; 26-17, min.6. Por su parte, Snaidero, que no quería ir a rebufo, intentaba ponerle un poco más de pausa a aquel correcalles, por medio de su metrónomo Gentile, quien con 10 puntos, llevaba la manija de los italianos.
Tras unos problemas técnicos de corte de imagen, la ventaja del Madrid prácticamente se había esfumado cuando volvió la conexión; 33-32, min.9, con un Óscar Schmidt que, en un abrir y cerrar de ojos, había elevado su tarjeta a los 15 puntos.
Lolo Sainz se veía obligado a parar el partido para refrescar ideas en defensa y en ataque. Además, en esos minutos, Rogers, el jugador más inspirado hasta el momento, se cargaba con su tercera personal, por lo que tuvo que dejar su lugar en la pista a Pep Cargol, que se emparejaba con Schmidt. Tras ello, el Real Madrid cambió el plan inicial, y empezó a surtir de balones a Fernando Martín en la pintura. La conexión entre hermanos funcionó, con canasta de Antonio y Fernando empezaba a sumar con un 2+1 en el poste bajo.
En las filas del Caserta, Gentile intentaba ponerle cloroformo al partido, buscando a un Glouchkov que hacía daño en la zona con sus buenos movimientos, mientras que Óscar, a lo suyo, continuaba con su particular recital.
Receloso por no querer ser menos que nadie, Petrovic empezaba a monopolizar el ataque merengue, encadenando acciones de uno contra uno frente a un impotente Dell Agnello; 47-42. Además, Gentile cometía su tercera personal, lo que podía resultar decisivo, ya que Caserta tenía una rotación mucho más corta de recursos que la de los blancos.
Corría el minuto 16 cuando el Real Madrid alcanzaba los 50 puntos en el marcador, tras triple de Drazen Petrovic, signo inequívoco de que los ataques se estaban imponiendo claramente a las defensas. A estas alturas, el duelo al sol de pistoleros estaba ya servido; con un Petrovic que, con su tercer triple consecutivo, alcanzaba los 26 puntos, por 23 del carioca Óscar que no le iba a la zaga.
Con un espectacular 60-57 se cerraba una primera mitad a la que solamente le faltó que hubiera entrado el triple desde medio campo del de Sibenik en el último segundo.
El partido continuó por los mismos derroteros tras el descanso, con canastas rápidas de Fernando Martín y Dell Agnello, y Petrovic y Óscar inaugurando sus respectivas tarjetas en la segunda mitad.
En estos momentos entraba en juego Fernando Romay, reservado durante todo el primer acto, para intentar sellar el rebote, talón de Aquiles blanco en el partido. Biriukov repetía su gran inicio de partido, y además le sacaba una importantísima cuarta falta a Gentile; 73-64, min.24.
Snaidero se vio obligado a subir el nivel de intensidad en defensa, y fruto de ello, sus hombres importantes empezaban a cargarse de faltas: Gentile (4), Espósito (4), Óscar (3).
El efecto Romay surtió el efecto deseado, con tres tapones casi consecutivos, y el Real Madrid pudo correr en ataque y abrir brecha en el marcador, 85-73; min.28.
En un momento crítico para su equipo, el coach italiano Marceletti, impecable en el movimiento de sus piezas, se la jugó devolviendo a pista a Gentile. No le quedaba otra. El movimiento fue todo un acierto, ya que el base italiano dio nuevos bríos a su equipo, que se reenganchó al encuentro, 87-81.
El Real Madrid encadenó unos minutos de desacierto, con Fernando Martín en el banco por problemas de faltas, y un triple de Óscar volvía a apretar el partido, 91-89; min.35.
Era la hora de los grandes, y un Petrovic omnipresente se hizo con las riendas, ante la falta de acierto de sus compañeros, a excepción de un gran Biriukov.
Todo estaba abierto a falta de dos minutos, 98-97 tras dos tiros libres de Petrovic, a lo que respondió Óscar con un triple. En la otra canasta, un inédito Rogers en la segunda mitad, conseguía una importantísima canasta cuando expiraba la posesión. Los dos equipos no fallaron desde la personal, y a falta de 43 segundos el marcador era de 102-99 tras tiempo muerto y posesión para Snaidero.
En aquel momento, todo el pabellón sabía que la bola iría a parar a la Mano Santa, y el brasileño no falló en el momento decisivo. Lo que nadie esperaba era que Petrovic perdiera el balón en la última posesión, que le daba la oportunidad a Caserta de llevarse el triunfo, aunque apenas restaban segundos, y la personal de Biriukov ante el intento desesperado de Gentile fue considerada por los árbitros, no sin protestas, que estaba fuera de tiempo, por lo que el partido se iba a la prórroga.
Seguramente, cualquier otro jugador estaría aún dándoles vueltas a la cabeza por ese balón perdido. Pero éste no era el caso de Petrovic, que lo primero que hizo en el suplementario fue recibir el balón, levantarse y anotar de tres (54 puntos). Y como si no hubiera pasado nada.
Posteriormente, Chechu Biriukov cometía su quinta personal en la lucha por el rebote, y tenía que entrar Joe Llorente para disputar sus primeros minutos en el partido. El propio jugador declaró a posteriori la importancia de estar siempre preparado mentalmente para este tipo de momentos . Importante sería su papel, llevando el timón del equipo en estos minutos, con dos asistencias para sendas canastas de Fernando Martín (una de ellas un 2+1) y recibiendo una falta en ataque de Gloushkov, 111-105; min.43.
Dos triples de Gentile, con una gran acción de Petrovic entre medias, devolvían la emoción al pabellón, 113-111. y todo aún por decidirse. Acto seguido, Óscar (44 puntos) era eliminado por faltas, y Petrovic, héroe del partido, resolvía con dos canastas en difícil posición ante la oposición de la defensa italiana, poniendo el broche de oro a su obra de arte con 62 puntos y un 20/30 en tiros de campo, 8/16 en triples y 14/15 en tiros libres.
Ficha técnica del partido
REAL MADRID 117: Petrovic (62), Biriukov (20), Johnny Rogers (14), Fernando Martín (11), Antonio Martín (2) - cinco inicial - Cargol (4), Romay (4), Jose Luis Llorente (0), Enrique Villalobos (-), Javier Pérez Iniesta (-).
SNAIDERO CASERTA 113: Ferdinando Gentile (32), Esposito (2), Dell Angello (20), Schmidt (44), Glouchkov (13) - cinco inicial - Polesello (0), Boselli (2), Rizzo (0).
A pesar de suponer el segundo título de Recopa para el Real Madrid, la actuación individual de Petrovic no fue vista con buenos ojos por algunos de sus compañeros. Como declaró Fernando Romay en el programa Informe Robinson de #Vamos: "En aquel momento todos pensábamos en el Real Madrid y él pensaba en Drazen Petrovic".
En el seno de la plantilla, quedó la impresión de que el genio croata utilizó el escenario y al club para su lucimiento personal frente a los ojeadores de la NBA.
La foto durante el viaje de vuelta, del presidente Mendoza (quien seguramente pensaría que para esto precisamente le había fichado), posando con la copa junto al croata, provocó un cisma irreparable en el vestuario, que terminaría con la salida ese mismo verano del jugador rumbo a la NBA.
El propio entrenador Lolo Sainz intentó exculparle por lo sucedido: "Le dije a Drazen: yo estoy encantado de que repartas asistencias, pero tienes que ser un poco más egoísta y meter puntos. En el segundo tiempo y en la prórroga fue un torbellino". A pesar de todo, como comentaba Fernando Romay, en el seno de la plantilla quedó la sensación agridulce de que: "No fue el triunfo de un equipo, sino de una persona, para lucirse delante de todos los agentes y demostrar que estaba preparado para la NBA".
Cuando el Real Madrid inició la pretemporada al verano siguiente, lo hizo ya sin Petrovic. "Este se ha ido a Estados Unidos", sospechaba Fernando Martín. No le faltaba razón. Drazen firmó con los Portland Trail Blazers y puso rumbo a Estados Unidos. El resto es historia, como su inolvidable partido aquel 14 de marzo de 1989.