Esta días nos haciamos eco de que Adam Morrison colgaba las botas, al menos de manera temporal, a la corta edad de 28 años para unirse al cuerpo técnico de su alma mater Gonzaga Bulldogs. Un jugador conocido por su lucha contra la Diabetes, su carácter, su look, su afán de superación y por supuesto, por su juego.
Pero la Leyenda Morrison comenzaba allá por 1997 cuando a la edad de 13 años Adam era diagnosticado de Diabetes Tipo I, una enfermedad autoinmune en la que tu propio cuerpo destruye las células encargadas de sintetizar insulina, una hormona vital y necesaria para metabolizar los azúcares y transformarlos en energía. Si no hay insulina, el azúcar se acumula en sangre produciendo una grave descompensación metabólica llamada cetoacidosis. De ahí que Morrison desde entonces cuando no está en cancha lleva una bomba de insulina en su abdomen que suministra insulina al organismo de manera automática y según se la programe. Aún así, el hecho de jugar y poder sufrir sintomas característicos de esta disfunción, como la visión borrosa, fatiga, cansancio, hambre, dolor de estómago o sed, no ayudan ni facilitan la práctica del deporte y menos el de élite, de ahí que el mérito de este personaje sea aún mayor.
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Cuando cumplió 13 una pérdida repentina de peso, casi 15 kilos, fue el detonante del diagnóstico de su enfermedad. Adam que desde bien pequeño mostraba dotes de genio se había tomado bien este problema, y la segunda vez que una enfermera vino a su casa a administrarle insulina, nuestro protagonista le dijo: "Ya que voy a tener que hacer esto durante el resto de mi vida, yo creo que lo mejor que podías hacer era explicarme cómo puedo hacerlo yo".
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No fue rankeado entre los 100 mejores jugadores del país de su edad, de hecho en scout.com le consideraron el SF nº 26 del país. Se comprometió, como no, con los Zags.
Su curiosidad cultural y la lucha con su enfermedad forjaron un carácter duro, difícil, que se acentuaba cada año que pasaba un poquito más. Un ganador nato al que las derrotas hacían más daño que cualquier otra cosa en el mundo. No era raro verle con libros sobre Malcom X, el Manifiesto Comunista de Karl Marx, la autobiografía del Ché Guevara, o cualquier otro tomo de más de mil páginas. Inteligente, culto y de mente inquieta.
De la pared de su dormitorio en el campus colgaban posters llamativos y que decían mucho de la personalidad de Adam, un individuo con más inquietudes que cualquier otra persona normal, un rara avis, un genio con pensamientos de genio.

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Como jugador de los Bulldogs tuvo ya un año de debut notable con 11,4 puntos y 4,3 rebotes por encuentro y donde llegó a anotar 22 puntos en un partido de esa temporada. Fue en su año freshman cuando Sports Illustrated hizo un reportaje sobre Morrison, su enfermedad, y su peculiar carácter.
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Pero esa temporada junior dió para mucho más: Adam se convirtió en gancho de aficionados al basket colegial, dentro y fuera de USA. Fue como un antes y un después en la NCAA ya que mucha gente a nivel internacional sobretodo, sigue esta competición precisamente desde la 2005-06 gracias a Adam Morrison y todo lo que le rodeaba, porque a parte de toda la parafernalia que le rodeaba, a nivel baloncestístico, verle jugar era algo celestial. Nunca antes se había visto una mecánica de tiro que recordase tanto a la de Larry Bird.
Una de sus actuaciones individuales más gloriosas fue en Tampa jugando ante Southern Florida donde logró anotar la friolera de 37 puntos en...una sola mitad:
Pero el destino quiso ser cruel con Adam y su último partido como colegial con los Zags no pudo tener peor final para él. En los Sweet 16 de la March Madness se enfrentaban a la UCLA de Darren Collison, Jordan Farmar, Ryan Collins y Arron Afflalo. A poco más de 40 segundos para el final con 3 puntos de ventaja para Gonzaga y balón de posesión, la situación parecía estar controlada, pero en baloncesto nada está terminado hasta que suena el pitido final:
La imagen de Morrison en el suelo llorando, con la camiseta tapando su rostro por la impotencia, recorrió el mundo entero. Los aficionados lloramos con él. No se merecía una despedida así de la liga universitaria.
Elegido ese año 2006 como Player Of the Year en la NCAA, fue seleccionado en el NBA Draft en la posición 3 por los Charlotte Bobcats, solo detrás de Andrea Bargnani y LaMarcus Aldridge. De hecho fue el primer jugador elegido por Michael Jordan en su puesto de Director de Operaciones de la franquicia del estado de Carolina del Norte y pareció acertar por las maneras que apuntó en la temporada 2006-07 como rookie. En su estreno logró anotar 14 puntos y su máxima anotación ese año fueron 30 puntos en un encuentro contra los Pacers. Su melena cada vez más larga y un característico bigote eran sus señas de identidad y los aficionados parecían haber encontrado un nuevo ídolo y para demostrarlo iban a los encuentros con pelucas largas y bigote pintado con rotulador para emular a su nueva estrella.
Pero no todo era tan bonito como parecía, y Bernie Bickerstaff, técnico de los Bobcats por aquel entonces, comenzó a apartar a Morrison del quinteto titular por sus problemas defensivos y por su escaso porcentaje en tiros de campo (37%). Aún así, Adam acabó siendo incluido en el Segundo Mejor Quinteto Rookie de la temporada gracias a esos 11,8 puntos, 2,9 rebotes y 2,1 asistencias de promedio.
Si no era bastante esfuerzo y carga tener que jugar con una enfermedad tan dura como la diabetes, el destino quiso jugarle de nuevo una mala pasada y durante un partido de pretemporada en su segundo año en la NBA sufrió una grave lesión de rodilla que acabó con rotura de ligamentos cruzada y al tener que pasar por quirófano y tener que pasar por todo el proceso de recuperación y rehabilitación, se perdió toda la temporada 2007-08.
El Morrison que volvió no parecía el mismo de antes de la lesión. Lo que iba a ser su tercera temporada en Charlotte finalizó en traspaso ya que la franquicia le mandó en febrero de 2009 junto con Shannon Brown a Los Angeles Lakers a cambio de Vladimir Radmanovic. Adam se convirtió en compañero de nuestro Pau Gasol. Su papel con los angelinos fue marginal y ese mismo año y el siguiente acabó consiguiendo el anillo de campeón de la NBA. Pero los menos de 8 minutos que Morrison jugaba por partido no compensaban los dos títulos ya que el carácter competitivo del jugador le pedía más.
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La 2010-11 hizo la pretemporada con los Washington Wizzards con quienes jugó las Summer Leagues pero tras cinco encuentros fue cortado y no llegó a jugar en temporada regular ningún partido. Adam se pasó ese año trabajando en la recuperación total para volver a ser el de antes e incluso la inactividad le sirvió para meditar otras opciones que no eran la NBA, cosa que antes no se le pasaba por la cabeza.
Y así fue como en septiembre de 2011 por fin cruzó el charco dirección al Viejo Continente al firmar contrato con el Estrella Roja de Belgrado. Le bastaron ocho encuentros que fueron los que jugó allí para convertirse en ídolo de la afición serbia.

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Se convirtió en el máximo anotador del equipo con 15,5 puntos. Idolatrado desde su llegada se metió a los aficionados locales en el bolsillo cuando en un partido de pretemporada ante el Bayern Munich fue expulsado por enzarzarse con un rival tras un codazo recibido. El verdadero Morrison había vuelto, y esta vez con más hambre:
Su debut en partido oficial fue el soñado: partido de la Liga Adriática ante el Hemofarm, victoria y Adam protagonista con 23 puntos con canastas de todos los colores:
Pero su busqueda de nuevas oportunidades le llevó a dejar el equipo a los 8 partidos alegando su necesidad de nuevas metas. Aprovechó la cresta de la ola para rescindir contrato y volver a intentarlo una vez más en la NBA como agente libre. Pero esa oportunidad no llegó.
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De nuevo su momento NBA pareció llegar cuando en las Summer Leagues del 2012, tras jugar de manera discreta con Brooklyn Nets, Los Angeles Clippers le incorporaron a su roster y con ellos hizo 20 puntos y 5 rebotes por encuentro, lo que le llevó a encontrar por fin un contrato en la máxima liga profesional americana. Fueron los Portland Trail Blazers los que apostaron por Morrison pero su sueño duró poco más de un mes ya que a finales de Octubre rescindieron contrato prescindiendo del jugador.
A pesar de que sus agentes siguen ofreciendo al jugador, este ha decidido dejar de luchar, al menos de momento, y quizás el volver a su segunda casa, a Spokane, al lugar donde tantos éxitos vivió, aunque sea desde el banquillo, puede hacerle recapacitar, ver la vida de otra manera y sobretodo valorar el mérito de todo lo que ha conseguido luchando a diario y teniendo que trabajar el doble que los demás para conseguir la mitad. Una carrera que de no ser por la lesión de rodilla podría haber sido meteórica. Que de no ser por la diabetes podríamos estar hablando de un Hall of Fame.
Lo que está claro y lo que ha demostrado Adam Morrison es que ha hecho honor a una frase del Che Guevara, uno de sus grandes ídolos y referentes, y no ha hecho otra cosa en su vida que demostrar que "Hasta la victoria siempre". Ese ha sido su lema, y siempre lo será, así que a nadie le extrañe si volvemos a verle calzar sus zapatillas.