Todo el mundo habla de lo increíble e innovador que fue Essie Hollis, el 'Helicóptero'. Lo que significó para el baloncesto en España. Lo fichó el extinto genio Josean Gasca para su Askatuak en 1977. Hasta entonces no se había visto un jugador así. Era un extraterrestre. Sólo se le podía asimilar, tal vez aquel increíble jugador que volaba por nuestras maltrechas canchas una década antes para ser máximo anotador y reboteador (y porque no se contabilizaban los tapones) de la Liga en dos ocasiones, ¿Les suena un tal Charles Thomas? Essie fue el mayor anotador en su debut con... 39.2 puntos. Media récord de la historia de nuestro baloncesto.
Antoni Damiel ha reconocido que él se enganchó al baloncesto por Essie Hollis y Nate Davis… imaginen. Seguro que Essie y Nate crearon a muchos otros locos del baloncesto a parte de Damiel. “Nate era el doble de bestia que yo. Tenía uno de los saltos más potentes. ¡Casi como el de Derrick Rose!” explica Essie con modestia. Después de aquella temporada nuestro protagonista probaría con los Detroit Pistons (25 partidos) y el siguiente verano volvería a Europa, esta vez a Italia. En el 80 volvía a la Península, si no me fallan los cálculos, para convertirse en el primer jugador NBA en jugar en la Liga Nacional. En la legendaria revista Nuevo Basket comentó al respecto que "en el camp de los Pistons metí 33 puntos de promedio pero (durante la temporada) el entrenador prefirió a otro jugador que estaba 'enchufado' [...] soy consciente de que no era mi talento la no aceptación en profesionales sino la ausencia de amistades influyentes".
Cuando le pregunto a Mikel Cuadra aquello de '¿Por qué era tan bueno Hollis?', Cuadra batalló junto a Essie en Baskonia y León, me destaca que tenía “salto de estratosfera, visión de lince, amenaza de dar miedo, puntería de precisión, bote con frac y elegancia acostumbrada a hacer trajes. Ahora, a cualquiera que no le llega a la suela del zapato se le llama estrella”. Le pido que me lo compare con algún jugador actual pero me asegura que “no existe, créeme”.
Nuestra leyenda hoy cumple 62 años, ya más cercano de la jubilación, da clases de español en la escuela pública Broward County, en Florida. Ya ven que España también le marcó.
La última vez que hablé con él también entrenaba en un Instituto para matar el gusanillo. Mientras, ponía un ojo en el viejo continente. Su hijo Damian Hollis (2.03m/1988) juega en Benfica. Su 'chaval', antes jugó en la liga húngara, de hecho, adquirió dicha nacionalidad y ya ha participado con ésta como compañero de Adam Hanga. Essie me explica que “mi salto era un poco más potente que el suyo. Él es un poco más alto que yo. Tengo miedo que la gente crea que es como yo y lo compare demasiado. Él es mucho más importante para un equipo porque puede jugar en equipo y no tiene que matarse para mantenerlo”.
En la Copa del 78, un Joventut de Badalona de récord (34 victorias consecutivas ese curso), apeó al CB Askatuak. Luis Miguel Santillana, que competía como verdinegro, explica en el libro Historia del Baloncesto en España que “en uno de esos partidos diría que Essie Hollis nos metió más de 60 puntos. Era su primera temporada en Europa, lo trajo Gasca. Fue el máximo anotador de la Liga con 40 puntos o así. Era muy bueno, pero se tiraba hasta las zapatillas. Ahora no sería posible que un jugador hiciera algo así en la liga”.
Hablando con Iñaki Almandoz, presidente del CB Askatuak y, por esa época mano derecha de Gasca, no paraba decirme que Essie, era tan bueno como persona como de jugador. Personalmente, mi relación con Hollis se reduce a varias conversaciones por Facebook a horas intempestivas pero he decir que él fue uno de los primeros testimonios que aceptó mi propuesta para participar en el ya nombrado libro y, lo más importante, tres meses después de aceptarla tenía en mi correo la narración de su escrito. En el libro el crack de Pensilvania me relataba la temporada 1981-82 cuando jugó en Granollers. Les expongo un fragmento (página 292) que no tiene desperdicio:
“Era mi segundo año en el Areslux de Granollers. Jugamos algunos partidos, yo llevaba un promedio de 24 puntos, -— y bastantes asistencias-—,, y Mendiburu también estaba jugando muy bien, metiendo como 26 puntos por partido. Yo pensaba que todo estaba OK e íbamos a ir ganando más choques porque con Mendi y yo en forma éramos más equipo, algo que Pedro Zorrozua, mi entrenador de entonces, buscaba. Sin embargo, días después, recibí una llamada de mi agente diciéndome que estaban buscando otro americano y que me iban a cortar porque que yo no anotaba suficiente. Pues bien, después de esa llamada metí 46, 45 y 48 puntos en los tres siguientes partidos. Al final se olvidaron de la idea y cambiaron a Pedro por «Chus» Codina.
Si pienso en los equipos más fuertes, me viene a la memoria la plantilla del Real Madrid. Libramos muchas batallas. Nosotros intentamos ganarles, pero al final tenían muchos más cartuchos que nosotros. Eran jugadores muy buenos como Corbalán y Llorente, los «ratones», así les apodé. Directores de calidad que sabían manejar a su equipo y presionar a los bases rivales.
Como extranjeros tenían en el perímetro a Mirza Delibašsic y Wayne Brabender, este último ya nacionalizado español. Delibašsic era un jugador muy bueno y, por su juego, parecía que tener hielo en las venas porque jugaba con un control increíble en los partidos. Brabender, igual, pero con más experiencia, lo que le permitía anticiparse en cada jugada. Con esta combinación de inteligencia, fuerza y experiencia, eran capaces de hacer cualquier cosa. Sus pívots eran bastante buenos. Con Romay en el centro de la zona protegiendo la canasta se podían permitir el lujo de cometer fallos en defensa. Rafa Rullán y Fernando Martín eran capaces de defender tanto a aleros como píivots. Además, los entonces jóvenes Iturriaga, «Indio» Díaz y García Coll parecían tener mucho futuro. Su entrenador, Lolo Sainz, pudo conjuntar el talento suficiente para hacer un gran equipo y fueron los campeones de la Lliga.
Sin embargo, no nos olvidemos del otro gigante de aquel año: el F.C. Barcelona. Un equipo muy fuerte. Con Epi y Sibilio como ametralladoras principales y Creus como jefe encargado de dirigir el equipo. Tenían mucha calidad, por lo que eran muy difíciles de parar. Otros jugadores importantísimos para el equipo eran Flores, un jugador fuerte y muy buen defensor,. Ssu base tirador, Solozábal, y un buen alero llamado Ansa. Como pívots tenían a Juan De la Cruz, un jugador alto con largos brazos. Era como una araña. Podía jugar de pivotpívot o de ala-pívot… incluso marcar a un alero rápido. Me acuerdo perfectamente cuando jugaba contra ellos. Cuando me marcaba Juan, no podía ver el aro, y cuando me marcaba Flores, me dolía el cuerpo de los golpes que me daba. Miguel Tarín también era un pívot ágil a pesar de ser el más alto de la Lliga (2.17). Junto a él, el extranjero Hanson, un pívot fuerte que cogía muchos rebotes. Eran rival directo del Real Madrid;, de hecho, les batieron en la final de la Copa del Rey en Badajoz”.
ASÍ LLEGÓ UN GENIO AL BALONCESTO ESPAÑOL, POR IÑAKI ALMANDOZ
Corría el verano de 1.977. Después de nuestro primer año en 1ª División en que, haciendo un temporadón nos clasificamos en 5º lugar (después de Real Madrid, Barcelona, Juventud y Pineda) y obtuvimos el derecho a participar en Kopa Korac nos vimos obligados, por razones económicas, a traspasar al Orthez a Dave Russell, el espigado y magnífico jugador americano que nos había ayudado con sus lejanos lanzamientos a canasta, cuando todavía no existía la línea de 3 puntos.
A modo de revulsivo y con objeto de “revolucionar” la campaña de captación de nuevos abonados (habíamos perdido al patrocinador Dicoproga) fichamos al techo de nuestro basket por entonces, Ken Beasley. Con sus 2.17, era una joven promesa y una “perla en bruto” como lo denominó José Antonio Gasca.
Pero dado que teníamos intención de participar en Copa Korac y en esta competición estaba autorizado que participaran dos extranjeros, trajimos para esta competición a un “alerito” pero que hiciera “un poco de todo” que se llamaba Essie Hollis, que en cuanto llegó nos dejó a todos boquiabiertos (empezando por el propio entrenador Josean Gasca) por su capacidad para saltar, anotar, rebotear, asistir y su magia con el balón en las manos valores que más tarde vimos encarnados en Michael Jordan. Los partidos de pretemporada y la Copa, que ese año se jugó antes de la Liga, nos permitieron descubrir la gran estrella que era Essie.
Todavía recuerdo las cuitas de Josean Gasca para decidir con cual de los dos quedarnos. Al final el “bueno de Josean” apostó por Essie Hollis y acertó, aunque con una gran pena de no tener capacidad económica para mantener con nosotros a Ken Beasley para entrenarlo y hacer de él el jugadorazo que Gasca intuía. Nos pudo el resultado inmediato a el largo plazo. Si Essie era grande dentro de la cancha de juego os contaré una anécdota que le define cómo era de bueno y grande como persona.
Cuando acabó la temporada y se fue para su casa le dejamos a deber el importe de medio mes de su contrato. Necesitabamos algo de tiempo para ingresar algún dinero y, aunque él nos decía que quería probar en la NBA, nosotros albergábamos la esperanza de que volviera a Donostia.
Firmó por los Pistons de Detroit y le “cortaron” a los tres meses. Para entonces nosotros ya habíamos fichado a otro fenómeno, Nate Davis, y Essie se fue a jugar a Italia. Luego estuvo en el Areslux Granollers y de allí vino a Gasteiz-Vitoria.
Habían pasado varios años y un buen sábado fui al viejo Mendizorroza con la intención de pagar a Essie la cantidad que le adeudábamos. Al finalizar el partido del Baskonia me dirigí a los vestuarios, le pedí autorización al delegado del equipo y entré. Inmediatamente, al verme me reconoció y me dio un abrazo que todavía recuerdo. Y cuando le expliqué el motivo de mi visita, con una sonrisa de oreja a oreja me respondió: “No Iñaki. Ese dinero se murió con el coach Gasca. Dáselo a algún joven jugador del Club que lo necesite”. Yo le insistí para que lo cogiera argumentado que era suyo y que le estaba agradecido porque nunca me lo había reclamado y por la paciencia que había demostrado. No hubo forma de que me lo aceptara y me volví con el dinero a San Sebastián, llorando por la emoción e impacto emocional que me supuso su reacción.
Ni que decir tiene la magnífica relación que mantenemos aún en la actualidad 40 años después.