rondae hollis-jefferson
El ganador se quedaba la pista. Las reglas eran simples: partido a 16 puntos con canastas de 1 y 2 tantos y cada jugador pitaba sus propias faltas. El perdedor tenía que irse a una cancha de nivel más bajo. Así transcurrían las tardes y noches en las canchas de 7th Street en Chester, Pennsylvania. No fue hasta los 12 años que los chicos más mayores dejaron que Rondae jugara con ellos en esa cancha. Incluso su hermano, Rahlir, solía decirle que fuera a alguna de las pistas del fondo para seguir entrenando.
En ese primer partido bajo los focos, Rondae lo tenía claro: gana o te vas fuera. Eso le había enseñado su hermano y eso le habían enseñado esas canchas. En una de las ciudades más peligrosas de todo Estados Unidos, el baloncesto callejero de la calle 7 era la vía de escapatoria para tantos jóvenes como Rondae y Rahlir, chicos sin apenas recursos que se refugiaban en el deporte para evitar las desgracias diarias que sucedían a su alrededor.
rylanda hollis, su salvación
Rondae Jaquan Hollis-Jefferson nació el 3 de enero de 1995 en Chester, Pennsylvania. Su padre, ausente desde sus primeros días de vida e inquilino habitual de las cárceles locales, dejó a su madre Rylanda Hollis como única presencia en la vida familiar de Rondae y su hermano Rahlir. Al igual que numerosas historias americanas, Rylanda tenía que tener dos y hasta tres empleos para poder mantener a su familia. "Intenté darles todo lo que pudieran necesitar para que no tuvieran que buscarlo en la calle ", recuerda ella.
Ryland solía volver a casa pasadas las dos de la madrugada y siempre se asomaba a la habitación de sus hijos para ver si dormían plácidamente. Hubo una noche en la que no encontró a nadie en su cama. Rahlir estaba fuera, jugando un torneo de baloncesto en otra ciudad, pero Rondae debería haber estado en casa. Tras llamar a los padres de sus amigos sin resultado, Rylanda supo que solo podía haber un sitio donde encontrar a su hijo: las canchas de Seventh Street.
Durante los primeros 14 años de vida, Rondae suplió la ausencia de su padre y la provocación de las calles de Chester con el baloncesto. A pesar de esto, Rondae fue testigo de muchas cosas que, en sus propias palabras, "ningún niño debería ver nunca". Su peor recuerdo es el de su tío siendo disparado en la cabeza en el centro de una cancha de baloncesto. Él tenía 12 años y recuerda que eso le marcó: "Como chaval, intentas crecer y sentirte seguro, libre. Después de eso cambiaron muchas cosas, no podía salir a la calle con la misma libertad".
Cuando cambió las canchas callejeras por los gimnasios de su equipo AAU, su mentalidad se mantuvo inquebrantable. Odiaba perder y mantenía ese recuerdo de que "si pierdes te vas fuera". Rondae era el más competitivo de su equipo y buscaba que sus compañeros sintieran las derrotas tanto como él. Cuando perdían un partido y sus compañeros se retiraban a descansar, él los arrastraba a una reunión en la que les hacía volver a ver vídeos del encuentro, de cara a mejorar los puntos más flojos de su juego.
La cosa tampoco cambió en High School. Bajo la tutela de su entrenador Larry Yarbray, Hollis-Jefferson siguió mejorando su juego y trabajando cada día. Fue parte esencial de la primera temporada sin derrotas de la historia de los Clippers y terminó su periplo de instituto con un récord de 91 victorias y tan solo 5 derrotas en 3 años de carrera. Por el camino, dos títulos estatales y una final perdida en su último año en Chester High, un equipo en el que dejó una huella imborrable tanto en forma de números, como por su personalidad.
Durante su último año en Chester, Rondae participó en el McDonald's All-American Game, una especie de All-Star que congrega a los mejores adolescentes de Estados Unidos y Canadá en un partido de exhibición. Jugó al lado de Aaron Gordon, con quien compartiría vestuario en Arizona un año más tarde y se enfrentó a jugadores de la talla de Jabari Parker, Joel Embiid o Andrew Wiggins. Distintos portales especializados en baloncesto universitario le colocaban en el 6º puesto entre los mejores aleros de su camada y estaba claro que el futuro de Rondae pasaba por un gran programa universitario.
"Coach, quiero ser tu sexto hombre"
Pese a las ofertas de Florida o Syracuse, Hollis-Jefferson anunció su compromiso con los Arizona Wildcats para empezar la temporada 2013-2014. En su cabeza la idea estaba clara: trabajar cuánto hiciera falta con los Wildcats para obtener un buen contrato rookie en la NBA y poder devolverle a su madre todo lo que ella les dio. Pese a su corta estatura (apenas dos metros de altura) Rondae se distinguió en su primer año en Arizona como un defensor tenaz y una máquina de conseguir rebotes. Siguió trabajando en mejorar en el aspecto ofensivo de su juego y terminó su año freshman con 9 puntos, casi 6 rebotes y 1.4 asistencias de media por encuentro.
Ese primer año sirvió para ganarse la confianza y respeto de su entrenador en Arizona, Sean Miller. Rondae funcionó como sexto hombre durante la mayor parte de la temporada y fue, además, a petición propia. En High School había aprendido que si un titular se lesiona y no tienes un recambio para él, estás perdido. No quería que lo mismo le sucediese a los Wildcats y se postuló como el hombre con el que Miller podía contar en cualquier momento. Al final de la temporada, Rondae fue elegido para formar parte del mejor equipo de jugadores de primer año en la conferencia Pac-12.
Pese a no ser el gran protagonista sobre el parqué, todo el mundo recuerda a Rondae en Arizona. Su personalidad y sonrisa encabezan su historia con los Wildcats. Sean Miller recuerda que tras el abandono de su padre y la dura infancia en Chester, a Hollis-Jefferson le costaba mucho confiar en la gente. Cuando conseguía echar a abajo ese muro, se convertía en un gran compañero tanto en el vestuario como en la pista, siempre intentando buscar la mejor jugada para sus compañeros. "Una vez que Rondae entiende que le importas, se convierte en el mejor compañero de equipo que puedas tener, es así de simple", declaraba tajante Miller.
En su segundo año con los Wildcats, Rondae dio otro paso en su influencia en el juego de Arizona. "No tiene una influencia directa en ningún aspecto del box-score pero afecta continuamente al desarrollo del juego. Es lo que llamamos un "all-around player" en el mundo del baloncesto", afirmaban distintos ojeadores en college. Durante su año sophomore, Rondae subió sus medias hasta los 11.2 puntos, casi 7 rebotes y 1.5 asistencias, estableciéndose como parte de la columna vertebral de los Wildcats. Fue titular en 25 de 38 partidos y ayudó a que Arizona consiguiera dos clasificaciones para el Elite Eigth del March Madness.
Su segunda temporada resultaría ser la última en Arizona para Rondae pero terminó formando parte del Best Team All-Pac12 y del mejor equipo defensivo de la conferencia. "Creo que nunca he disfrutado tanto entrenando a otro jugador como a Rondae estos dos años", relataba un emocionado Sean Miller tras confirmarse que Hollis-Jefferson se presentaría al Draft de la NBA. Tras dos temporadas en la NCAA, el jugador de Chester ponía fin a su periplo universitario y se preparaba para el proceso de ojeadores y selección del Draft.
En las semanas posteriores a su adiós en Arizona, diversos portales analizaban las opciones de Hollis-Jefferson de cara al Draft. USA Today destacaba su atleticismo y su defensa de élite. En cambio, en el apartado de defectos, surgía siempre el mismo concepto: su falta de consistencia en el tiro y a la hora de crear jugadas para sus compañeros. Rondae sabía que el mayor punto débil de su juego era precisamente la anotación y dio muestra de trabajar en ello durante todo el verano.
el mundo nba
La noche del Draft fue un sueño cumplido para Rondae Hollis-Jefferson; estaba muy cerca de poder devolverle a su madre todo el esfuerzo durante su infancia. Rondae fue elegido por Portland con la 23º selección del Draft pero fue traspasado inmediatamente a Brooklyn, donde daría comienzo su carrera NBA. La llegada a Brooklyn fue un jarro de agua fría y de realidad para Rondae. "En High School perdí unos 5 partidos en total y en college también estuvimos arriba siempre. Llego a la NBA y no ganamos ni diez encuentros. Es raro, tengo que adaptarme a esta nueva realidad", recuerda el jugador.
Su primera temporada fue extraña para Hollis-Jefferson. Además del nuevo contexto, el alero se rompió el tobillo en un encuentro y causó baja durante varios encuentros, cortando su progresión en su temporada rookie. Jugó 29 partidos, promediando 5.8 puntos y 5.3 rebotes en su campaña de novato. En una franquicia como los Nets, tan volatil y propensa al cambio en los últimos años, Rondae no tenía nada claro su futuro. Ahora, tres años después de su llegada a Brooklyn, Hollis-Jefferson ya es el jugador más veterano dentro de la plantilla de Ken Atkinson.
"A veces me pongo a pensar en ello y me parece surrealista. Tan solo quedan tres tíos tras todos estos cambios. Un entrenador, un tío de seguridad y Cuomo, de material y equipamiento. El resto es todo gente nueva", contaba riendo Rondae en una entrevista ofrecida por la NBA. Su segunda temporada vino con la titularidad consolidada de Hollis-Jefferson y un incremento en minutos y estadísticas: 9 puntos y casi 6 rebotes por encuentro para un jugador que poco a poco iba erigiéndose uno de los líderes del frénetico vestuario de los Nets. El cambio de GM y de entrenador hicieron dudar a Rondae, pero parece que ambos confían en el joven jugador de Chester.
Rondae y su hermano Rahlir, que ahora juega en los Northern Arizona Suns de la G-League, han podido devolverle a su madre todo lo que hizo por ellos; o al menos han empezado a hacerlo. El año pasado y coincidiendo con su cumpleaños, decidieron regalarle una casa nueva en Chester. "Ahora es nuestro turno de cuidar de ella", declaraban contentos por aquel entonces. El padre de Rondae sigue sin hacer acto de presencia, pero el alero de los Nets cuenta que le llamó hace algunos meses y le ofreció su ayuda en caso de que la necesitase algún día: "Todos cometemos errores pero no debemos dejar que estos nos definan. No necesito que me pida perdón y él sabe que estoy aquí si me necesita", contaba Rondae al NY Post.
Cerca de terminar su tercer año en la mejor liga del mundo, Rondae se ha consolidado como uno de los jugadores silenciosos que hacen de todo. Se ha centrado en lo que mejor sabe hacer, defender y rebotear, pero sin dejar de lado la anotación y los aspectos ofensivos del juego. Sabe que le queda mucho trabajo por delante pero él no se corta y sueña en grande: "Mi objetivo en la NBA es fácil: quiero ganar anillos". Mientras tanto, y fiel a su mentalidad de no fiarse de nadie de primeras, se ha tatuado una versión enorme de sí mismo detrás, "ya sabes, para que vigile mi espalda", cuenta orgulloso.
Ink #CHAP getting my whole back done pic.twitter.com/XIlIUcLE2i
— R.HollisJefferson (@IAmCHAP24) 25 de mayo de 2014
Notas de autor:
Este artículo pertenece a la serie de 30 Jugadores - 30 Semanas - 30 Historias que se publica cada lunes en Solobasket:
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