Sorpresas, hazañas, milagros, absurdos, despropósitos y decepciones. Los seis meses que dura una temporada regular en la NBA, uno menos esta vez por la amenaza del coronavirus, dan para mucho. Al igual que cada campaña hay un puñado de jugadores que pasan de volar bajo el radar a planear cómodamente instalados en un escalón individual más alto, otros muchos no son capaces de cumplir las expectativas puestas sobre ellos y ofrecen un rendimiento más que mejorable. Si antes os hablábamos de los primeros, ahora os traemos los segundos: seis jugadores, seis decepciones.
lauri markkanen
¿A quién podemos culpar en los Chicago Bulls? ¿A un entrenador incapaz de exprimir su plantilla? ¿A la nefasta pareja directiva que componen Gar Forman y John Paxson? ¿A la desidia de los jugadores? Ver un partido de la franquicia de la Ciudad del Viento esta temporada ha sido todo un reto para el espectador, incapaz de decidir si es más duro de digerir el juego del equipo o el nulo desarrollo de los jugadores. Solo Zach LaVine, ya formado antes de aterrizar en Chicago, ha mantenido un rendimiento regular a pesar de sus muchas carencias, pues dentro un grupo de jugadores que por nombres parece prometedor el caso de Lauri Markkanen es el más sangrante. El finlandés completó un buen primer curso en la temporada 2017/18 y en la siguiente mejoró incluso sus guarismos (18.7 puntos y 9 rebotes), pero en los últimos meses todo ha ido cuesta abajo.
El pívot de aún 22 años tiene armas útiles para cualquier equipo: versatilidad en ataque, amenaza exterior y un desempeño defensivo que, lejos de ser notable, empezaba a mostrar signos de progreso. Un jugador así, siendo además cabeza visible de una franquicia joven con una autopista desierta por delante para hacer experimentos, debería tener una presencia constante en el lado ofensivo de la cancha en vez de quedar relegado a abrir espacios. Sin balón no se puede mejorar y Lauri está anotando menos (14.7 tantos por noche) e intentando menos lanzamientos que nunca (11.8). Podemos trazar un paralelismo con la carrera de Kristaps Porzingis, el jugador al que más se parece Markkanen: el letón gozó de vía libre en New York para desarrollarse antes de pasar a un rol acompañante de Luka Doncic en Dallas. La diferencia fundamental es que Porzingis es efectivo en su papel de segunda espada, cosa que Markkanen, por no haber sido bien aprovechado por el cuerpo técnico, es incapaz de hacer al ser un jugador formado a medias. Gran parte de culpa en esta decepción, por tanto, recae también sobre Jim Boylen y los suyos.
al horford
Fueron muchos los que cuestionaron la decisión de la gerencia de Philadelphia al hacerse con los servicios de Al Horford en lugar de ir a por un especialista desde el perímetro que sigue siendo necesario y se ha demostrado que las críticas no eran infundadas. El principal temor era la coexistencia entre Joel Embiid, Al Horford y Ben Simmons, tres jugadores grandes que dejan poco espacio al base para maniobrar y que si bien en defensa prometían resultados excelentes -como así ha sido-, en el otro costado presentaban un verdadero rompecabezas. Su offensive rating al compartir pista ha sido 98.8, el más bajo de las 62 (repito, 62) alineaciones de tres jugadores que han disputado juntos más de 132 minutos esta temporada.
1_1.jpg

Los promedios de Horford han sido prácticamente calcados a los del año pasado (12 puntos y 6.9 rebotes), pero las cifras nunca han servido para poner en valor las virtudes de un jugador con unos intangibles que se han diluido en Philadelphia, donde su papel ha estado a la sombra del generador que fue en Boston. Si bien su difícil encaje en un esquema ofensivo donde tres jugadores están por encima de él en jerarquía era previsible, el dominicano ha puesto también de su parte registrando los peores porcentajes de su carrera en el lanzamiento y su promedio de asistencias más bajo desde hace cinco temporadas. Los 76ers se hicieron con Horford pensando más en el costado defensivo y ahí han cumplido (sexta mejor defensa de la liga), pero ese desempeño atrás no compensa la poca fluidez de un ataque que ha funcionado mejor con solo uno (dos a lo sumo) sobre la pista de entre Embiid, Simmons y Horford.
gary harris
Las cuatro primeras temporadas de Harris en la NBA mostraron a un jugador con un prometedor futuro que siguió una línea ascendente año tras año, alcanzando los 17.5 puntos de promedio en el curso 2017-18; desde entonces, la carretera ha cambiado de inclinación y no vemos la línea del horizonte en la cuesta abajo por la que el escolta de los Nuggets lleva dos años circulando sin frenos. Dos de las características que siempre le han acompañado siguen ahí (potencial defensivo y propensión a las presiones), pero su papel en ataque es una incógnita. Gary Harris está lanzando poco y mal (solo 9.3 tiros de campo por partido y un 33.3% por ciento desde el perímetro) y esa progresión que mostró no hace tanto, asumiendo cada vez más responsabilidad en el esquema de Mike Malone, ha dado paso a un jugador perdido ofensivamente.
Jamal Murray se ha consolidado este curso como la segunda espada de Nikola Jokic; por ellos pasan todos los balones, pero el baloncesto de Denver, con mucho movimiento con y sin balón, abre muchos espacios para que otros jugadores puedan brillar. Harris no ha sabido aprovechar sus oportunidades y su escaso acierto desde el triple ha mermado a un equipo que ya de por sí es el sexto que menos tiros de tres ha anotado por encuentro. Gary cobrará casi 40 millones de dólares entre las dos próximas temporadas, las últimas de un contrato que firmó inmediatamente después de su año de despegue y que con este rendimiento va a lastrar a la franquicia de Colorado más de lo que tenían previsto cuando decidieron ofrecérselo.
draymond green
El valor real de Draymond siempre ha tenido un y si: hasta qué punto su nivel estaba inflado por jugar junto a Stephen Curry, Klay Thompson y más tarde Kevin Durant y cuál sería su rendimiento de no contar con tales superestrellas a su lado. Los detractores del interior de los Golden State Warriors tienen este año argumentos de peso para lanzar unas cuantas puyas después de que muchos esperaran que, en un equipo plagado de lesiones, fuera capaz de dar un paso adelante en ataque incluso en la anotación, campo donde no se había prodigado anteriormente. Lejos de erigirse en punta de lanza del ataque de los de San Francisco (algo por otra parte injusto, pues no es precisamente el tipo de jugador que pueda anotar 25 puntos por partido), Green está reboteando y asistiendo incluso menos que el curso pasado, además de casi calcar sus cifras de cara al aro con 8 puntos por noche.
Su rendimiento atrás también se ha resentido (110.4 de defensive rating, dato mermado también por un contexto colectivo que no ayuda) y sus porcentajes, sin llegar al 40% de acierto en tiros de campo, son paupérrimos. Nadie de espera de Draymond Green que se convierta en un depredador ofensivo ni que las lesiones de Curry y Thompson le despojen de su vocación de ser ante todo un jugador de equipo, pero sigue siendo una decepción cuando absolutamente todos esperábamos que al menos aumentase su producción en ataque. Quizás Green sea simplemente lo que siempre hemos sabido aunque a veces hayamos querido fantasear: un jugador que necesita grandes jugadores a su lado para sacar a relucir sus virtudes, pero que cuando lo hace se convierte en el complemento perfecto de cualquier estrella.
kyrie irving
El ex de los Cavaliers salió de Boston por la puerta de atrás para embarcarse en un nuevo proyecto en Brooklyn que no ha empezado con buen pie, al menos con él sobre la pista. Irving solo ha podido disputar 20 partidos esta campaña, de los cuales su equipo solo ha ganado ocho a pesar de que el base haya registrado los mejores números de su carrera en anotación con 27.4 puntos por noche. Su capacidad de liderazgo se vio cuestionada en los Celtics y ese estatus de jugador-con-grandes-números-que-no-se-convierten-en-victorias no ha hecho más que consolidarse en su nueva casa.
La temporada del base ha estado marcada por las lesiones y los rumores de problemas en el vestuario o de poca compenetración con sus compañeros, elementos que ya estuvieron presentes durante su estancia con los Celtics. Irving pasó por el quirófano el 3 de marzo para tratar una lesión en su hombro derecho que llevaba meses arrastrando, y apenas cinco días después su nombre -junto al de Kevin Durant- se vio estrechamente ligado a la salida de Kenny Atkinson, entrenador de la franquicia neoyorquina durante los últimos cuatro años. Los Nets ofrecieron las llaves a sus dos estrellas en verano, confiando los mandos de su futuro a alguien al que de momento ni se le espera pronto -Durant- y a un Irving incapaz de despojarse del sambenito de jugador dificultoso que le ha acompañado en los últimos tiempos.
mike conley
Con la cantidad de complicaciones que han tenido los Utah Jazz esta temporada parece un milagro que se hayan colocado como cuartos clasificados en la Conferencia Oeste. Una racha de seis derrotas en ocho partidos entre noviembre y diciembre, las dudas que generó Joe Ingles a principio de curso, cinco derrotas más seguidas a finales de enero, la necesidad de fuego ofensivo desde el banquillo (solucionado con el traspaso por Jordan Clarkson), el continuo debate sobre qué quinteto titular debía emplear Quin Snyder… y por supuesto, la escabrosa adaptación de Mike Conley. El base llegó desde Memphis en verano como la incorporación estrella, junto a Bojan Bogdanovic, de la franquicia de Salt Lake City, listo para aportar galones en defensa y nuevas opciones en ataque.
La historia ha sido bien distinta. Conley ha anotado 13.8 puntos por noche esta temporada, 7 menos que la anterior, y no ha encontrado su lugar en el esquema ofensivo de los Jazz. Quin Snyder ha optado incluso en más de una ocasión por sacarlo del cinco inicial para usarlo saliendo desde el banquillo, deshaciendo un backcourt Conley-Mitchell que prometía muchas alegrías a los aficionados. Con esta temporada 2019/20 en el aire, Mike se embolsará más de 34 millones de dólares la siguiente; veremos si uno de los jugadores tradicionalmente más infravalorados de la NBA durante los últimos años (si bien no en cifras desde que firmó su último contrato, sí en rendimiento) puede finalmente acomodarse en Utah y ser la pieza que eleve sus aspiraciones.