"Todo el mundo nos exige que no nos equivoquemos, y nosotros somos los primeros que no nos queremos equivocar. Para nosotros, lo más importante es la gestión del error. Superar nuestros miedos y nuestros errores para poder acertar en la siguiente jugada, porque en medio de una pista la cabecita puede ser muy traicionera". Estas palabras las podría haber firmado cualquier jugador o entrenador de cualquier equipo profesional de baloncesto. Para entender la importancia de la psicología deportiva en general y de la gestión en particular, debemos acudir a Yasmina Alcaraz, autora de las afirmaciones que encabezan este artículo. La árbitra -que está en ACB y FIBA- es una actriz más de todo el elenco de personajes que forman parte del juego. Y ninguno de ellos escapa a la presión que supone poder equivocarse, poder fallar, poder encadenar más de un error seguido. Pero ¿cómo gestionar el error? ¿Cómo dar una respuesta efectiva al cerebro para que no dependamos de las veces que fallemos? Para intentar contestar estas preguntas y para la elaboración de este artículo, hemos podido contar con la ayuda de Arnau Torelló, psicólogo deportivo en las categorías de formación del Joventut de Badalona y en Elite Sports Academy.
Las estadísticas, un concepto que no muestra toda la realidad
Actualmente, la salud mental es un tema que está a la orden del día. Sin ir más lejos, hace un tiempo John Lucas II -ex jugador de la NBA- afirmó que alrededor del 40% de los jugadores de la NBA sufre problemas mentales. Y es que no es fácil lidiar con la presión ni con la regulación de las emociones dentro y fuera de la cancha. "Como psicólogo deportivo, lo que más trabajo es la aceptación y la gestión del error. Los highlights están muy bien, pero engañan mucho porque solo muestran una parte de la realidad. Si te fijas, los jugadores y las jugadoras fallan muchas veces, y en muy pocas ocasiones les cambia la cara. Eso sucede porque, en parte, han aceptado que errar forma parte del juego", apunta Arnau. Los números y las estadísticas llaman poderosamente la atención al espectador, y suponen otro elemento de presión algo más soterrado. Si Doncic, Embiid, Antetokounmpo o Tatum meten 40 puntos, obviamente la gente se asombra; si Howard, Tavares, Sika Kone, Steward o Tanaya Atkinson realizan una exhibición en puntos, rebotes y asistencias, se les reconoce y su popularidad crece. El resultado de todo esto es que los jugadores no profesionales, independientemente de la edad, del sexo o de la experiencia, quieren evitar el error a toda costa. Porque muchos quieren ser el chico rubio que exhibe su calidad en la NBA o el portento físico que domina las zonas de la Liga Femenina Endesa.
"Es muy importante aceptar que en la pista puedo fallar, que puedo ser vulnerable, que puedo hacerlo bien pese a que haya fallado el lanzamiento. También debo tener en cuenta que el rival ha trabajado para obtener su objetivo. Por ello, debemos hablar de la cultura de la aceptación como algo imprescindible para mejorar en este aspecto", asegura el psicólogo deportivo. En este entramado de sensaciones y emociones que se viven en un encuentro, hay elementos que cobran una relevancia especial, como las expectativas. Si la intención es anotar muchos puntos con una serie impecable en el tiro, estaremos delante de una situación en que las expectativas no se ajustarán a la realidad. Según el especialista de la Penya, una estrategia que se puede emplear es la del campo base: "Se puede reorientar a un jugador dentro del mismo partido generándole confianza. Una buena manera de hacerlo es proponiéndole objetivos concretos de realización que pueda cumplir en los próximos tres o cinco minutos, como cerrar los rebotes o ser más agresivo hacia el aro en vez de pedirle que capture 5 rebotes más o anote más puntos".
El error no es un fracaso
Las comparaciones son odiosas y, aunque afecten de manera negativa al devenir de un jugador o al propio progreso del mismo, algunos aficionados y algunos medios de comunicación no dudan en hacerlo. "Uno de los objetivos poco realistas que fijan algunos jugadores es el de meter los mismos puntos que su compañero, que quizá lleva 15 en la primera mitad", sentencia Arnau. Por tanto, en el transcurso del choque -y después, claro- se debe evitar este tipo de comparaciones, puesto que cada miembro del equipo tiene unas funciones y unas habilidades específicas. En este sentido, la confianza es algo fundamental. Si un jugador falla el primer y el segundo lanzamiento, es muy probable que el tercero, aunque tenga un tiro liberado, se lo piense y no lo lance. "Eso ocurre porque, en nuestro país, el error no está nada aceptado. En este sentido, algunos entrenadores no ayudan, porque piden a sus pupilos que lo intenten, pero cuando lo hacen y fallan, castigan el error o hacen aspavientos", comenta el psicólogo. Así pues, los entrenadores y entrenadoras deben adoptar -muchos ya lo hacen- una posición consecuente: si les pides algo y lo intentan, no hay que penalizar al jugador o a la jugadora.
Por último, algo que también cabe destacar es el foco de atención. Cuando se cometen algunos errores de manera consecutiva, el jugador debe poner ese foco fuera de los fallos. "Hay que cambiar esa parálisis que sufre el jugador por estar analizando el error que acaba de cometer. Hay que buscar que el jugador se centre en la siguiente acción lo más rápido posible; este conceto se conoce como next play speed. Es decir: ese bloqueo puede hacer que se cometan algunos errores, y esto puede llevar a generar estrés. En este sentido, otra de las estrategias que se pueden llevar a cabo en estos casos es llenar ese hueco del foco atencional con algo factible a corto plazo Esto está estrechamente relacionado con los objetivos de realización", asevera Arnau Torelló.
Y es que en la gestión del error, todo está conectado. Al igual que la mente, que está conectada con muchas de las cosas que suceden en una cancha de baloncesto. En resumidas cuentas, no es fácil el camino hacia la mejora en estos aspectos de la psicología cuando hay tantas variables y tantos factores que entran en juego. Sea como fuere, es necesario que poco a poco los clubes vayan incorporando, con ayuda de las federaciones, figuras de especialistas que ayuden al jugador o a la jugadora. Porque, tal y como muchos clubes cuentan con un fisioterapeuta o un segundo entrenador, también deberían tener a un psicólogo deportivo.