Miren vds. A mí Don Antonio Gala no me ha regalado nada. Ni siquiera me gusta como escritor. Pero hoy le robo el título de una de sus novelas. Sí, la he leído. Vale. Me gustó en el fondo, pero no en la forma. Hay  – creo – muchas mejores formas de destruirse como persona que la de Desi. Sin humillarse. Sin ningunearse. Rápidas e indoloras.

Pero no estamos aquí para eso. No. Lo de hoy no se trata de auto-destruirse, ni de tomar las decisiones equivocadas. Lo de hoy no. Lo de hoy es hacer un llamamiento feroz como el que ayer hizo nuestra selección femenina senior de baloncesto. Feroz. Sí. Porque lo suyo es una cosa insultante. Y esta vez, no nos ha hecho falta levantarnos a las tantas de la madrugada para vivirlo. Ni tampoco para que sea un hecho histórico del basket español. Fecha para marcar en el calendario oculto que llevamos en nuestros cerebros.

Empecemos por una referencia – LA REFERENCIA – que marcó la historia del baloncesto español: Mundial de Cali, 1982. Sí. Cali, 1982. Allí, unos cuántos históricos de nuestro baloncesto – chicos, oigan – se les subieron a las barbas en la primera fase a los todopoderosos USA, aun con sus NCAA. Tipos de carreras profesionales largas y reconocibles. ‘Doc’ Rivers, Antoine Carr o Pinone – sí, el ‘Oso’ Pinone… Para acabar jugándose el bronce con otros cuantos tipos también de carreras profesionales largas… Moka Slavnic, Andros Knegos y demases, mediante. Bronce que debimos haber ganado a no ser de un tal Reynoso. Y como adivinarán vds, avezados lectores, no. No era yugo(e)slavo.

Y luego llegó aquella final del Eurobasket de Nantes 83, que volvimos a perder. Y luego, levantándonos a las tantas con pasión, poniendo el despertador, algunos afortunados tuvimos la suerte de ver como nuestros chicos, otra vez volvían a hacerlo y nos daban una plata olímpica que a todos los amantes de nuestro deporte favorito nos supo a oro. Y no por los yankees. NO. Porque tras una semifinal ÉPICA – y no por San Epifanio el pequeño, Juan Antonio – en clara revancha de aquel partido por el bronce de Cali 82, en una segunda parte memorable les mojamos la oreja a los europoderosos yugo(e)slavos. En las filas eslavas, Knego, Dalipagic, los Petrovic y alguno más que recordarán vds.

Aquellas tres citas fueron un punto de inflexión en la historia de nuestro baloncesto. Y mientras eso ocurría, la ACB se organizaba, Ernesto Segura de Luna – QEPD – seguía con su labor. Labor formativa a la que no he visto hacer referencia alguna como pilar fundamental de nuestro baloncesto. Siendo el presidente por aquel entonces de la FEB. Entonces, los resultados del baloncesto aparecían en los telediarios – sería cuestión de Madrit y sus filiaciones saportistas, digo yo...

Pero eso no importaba. Lo que NOS importaba es que nuestro deporte favorito – en mi caso, compitiendo con el rugby, gracias Ramón y Vicente por aqeullos maravillosos años – era que se veían en las teles públicas dos partidos a la semana como poco. El basket estaba en alza, y tenía un tirón mediático considerable gracias a aquel palizón doble que nos dieron Jordan, Perkins, Ewing y compañía (y Leon Wood, jugador del CAI después y ahora árbitro NBA). En una etapa de cero-cerismo furgolero, oigan, audiencias… Ya mi abuela materna me decía… “coña, aquí metéis muchos goles, ¿no?”. Espectaculo, pasión, canchas llenas… muchos goles… SÍ.

Mi abuela no iba a ver el pick&roll central de Manudona&Luisito en Japón 2006, ni el triple fallado del Chapu desde la esquina. Como tampoco vio aquel bronce europeo del 91 con atracazo italiano en semis, ni aquella plata europea del 99 en Francia casi de rebote. Ni lo que los chicos nos dieron después, empezando por Turquía – sí, ahí voy – y pasando por Indianápolis 2002.

Pero sí tuvo oportunidad de ver una cosa, y la vio querer sin verla. Aunque otros SÍ. Un campeonato del fúrgol con las manos, de canastos y de mujeres. Y eso fue en 1993. Mi abuela, que en toda su sabiduría me decía: “que bien se entienden el pequeñajo de los pelos de punta y el grandote ruso” (= José Lasa y Arvydas Sabonis jugando el bloqueo y continuación en el R. Madrid de Clifford Luyk), se quedó obnubilada por una gesta de mujeres en el deporte español. No digo la primera, pero otro punto de inflexión. Como Cali 82, Nantes 83 y Los Angeles 84.

Perugia es una ciudad pequeñita del centro-norte de Italia – aquella Italia en la que jugaban las ‘Catas’, sí, la Fullin y la Pollini. Italia, aquella cuyo poderío en basket femenino hizo que hubiera una Copa Liliana Ronchetti similar a la Copa Korac de Radivoj. Imagínense, vds, avezados lectores. Y allí, un puñado de valientes tuvieron los ovarios de ser campeonas de Europa en 1993. Y de eso, mi abuela, que en paz descanse, se acordará siempre. Lo mismo que muchos.

Las valientes que sembraron el camino fueron éstas: Ana Belén Álvaro, Laura Grande, Mónica Messa, Blanca Ares, Carolina Mújica, Paloma Sánchez, Pilar Valero, Mar Xantal, Pilar Alonso, Elisabeth Cebrián, Marina Ferragut y Wonny Geuer.

He visto jugar a todas, algunas casi hasta antes de ayer (Betty y Marina, Eva Montesdeoca). Lo mismo que he visto correr contras a Roser Llop con sus zapas de running, o ver a Anna Junyer o Rosi Sánchez enchufarlas como rosquillas. De Isabel Sánchez Fernández voy a decir poco o nada, que me puede el corazón. Sería injusto olvidarse de Elisa y Amaya, como lo sería de Sandra Gallego y Marta Fernández o de Begoña García. O de Anna Montañana. O Laura Camps.

Todas ellas creyeron en aquella gesta de Perugia 93. Si no, no estaríamos aquí. Ni tampoco Leti Romero, Queralt Casas, Cristina Ouviña o Gaby Ocete o Cindy Lima. Ni Ángela Salvadores (de casta le viene al galgo, oigan). Y me quedo tantas en el tintero…

Y yo os digo: Chicas, GRACIAS. Lleváis una historia inmaculada. No es que dignifiquéis el deporte. No os hace falta. Ya es digno de por sí. Pero vosotras, vosotras SÍ que nos hacéis vibrar. No fue Cali 82, ni Nates 83, ni LA 84. Fue Perugia 93. Y no nos quedan lágrimas de alegría para agradecéroslo. Ni a Manolo Coloma tampoco, por desgracia.

Ese fue el comienzo de todo. De todo lo que tenemos hoy en día. Que no es poco. Y ojalá nos dure muchos años más.

Una vez más, gracias Lucy, Laia, Lauras (x2 Nicholls y Gil), Marta, Núria, Leo, Leti, Sancho, Alba, Silvia, Anna, Lucas, Víctor e Isa.

Y gracias a Antonio Gala. Sin quererlo – manchego de pro -, me has regalado un título inesperado. Esto sí que ha sido una ‘Pasión Turca’. La de 2014.

P.D.: Mingo Díaz y Ramón Jordana, duradnos mil años más. Y GRACIAS.

                                                                                                                                                                            El Pirata.