No pudo ser. Tras abonarse a la épica en cuartos y semifinales, para salir victoriosas, la misma emoción en la final acabó por golpear con dureza al equipo español. Pongámonos en situación. Marcador 75-74 para las rusas y última posesión para España después de realizar una defensa impecable. Tiempo muerto y el balón se pone en juego con diecisiete segundos por jugar. La decisión estaba tomada. Quién iba a jugársela no iba a ser otra que Ouviña, la mejor de España en la final con 24 puntos, 8 rebotes y 3 asistencias. Pero el baloncesto es cruel a veces y sobretodo, no sabe de números. La penetración es muy forzada y el esférico decide no entrar tras golpear en el aro. Rusia es campeona y las lágrimas se contagian entre las integrantes de la selección española. Pese a todo, gran mérito para la roja, que logra subir al podio por tercera vez en las últimas cuatro ediciones.
Antes de llegar a la posesión decisiva, ambos equipos nos habían ofrecido un partido repleto de emoción y buen baloncesto en el que casi siempre Rusia estuvo por delante. De nuevo comienzo frío para las españolas, a las que les costaba entrar en el partido y cometían numerosos errores de concentración y pérdidas, la única buena noticia es que las rusas no estaban mucho mejor y no se marchaban en el marcador, pese a todo, llegaba un aviso, el equipo ruso estaba acertado desde el 6,25 y con dos triples consecutivos se marchaba con cuatro puntos de ventaja al final de cuarto, 18-14.
La cosa no mejoraba y Rusia continuaba martilleando el aro español a base de triples, recién comenzado el segundo cuarto, otros dos triples consecutivos ponían un preocupante 26-18 en el marcador. La ventaja rusa se mantenía hasta que poco antes de llegar al descanso reaccionó España, logrando acercarse en el electrónico 31-28 a falta de tres minutos. Un espejismo momentáneo que se difuminó al descanso, 38-32.
La reacción debía llegar tras el descanso y cinco puntos consecutivos apretaban al máximo el partido, 38-37 tras apenas un minuto. España se iba a poner por delante tras canasta de Gastaminza, 41-42, obligando a Rusia a solicitar tiempo muerto. Tras la interrupción, el seleccionador ruso tuvo que recurrir al plan B, introduciendo en cancha a Paskalenko, su jugadora de mayor envergadura (2.03), así como a la zona 2-3, aprovechando la falta de acierto de las españolas desde el triple (1 de 7 al descanso). Así, tras unos minutos de igualdad, la presencia de Paskalenko se iba a hacer notar, llevando la ventaja rusa hasta los seis puntos, 58-52. Poco antes del descanso volvería a responder España para igualar el marcador al máximo 59-56 con diez minutos por disputarse.
La igualdad volvía a la cancha con ventajas de apenas dos, tres puntos, eso sí, siempre para Rusia, que a falta de cinco minutos volvió a aumentar el ritmo para marcharse hasta por nueve puntos, 71-62, en el momento en el que pareció haber roto el partido definitivamente. Pero España no estaba por la labor y pronto llegaría la respuesta, primero con un triple de Leonor Rodríguez, después con buenas defensas, para finalizar con un nuevo triple, esta vez de Ouviña, que situaba el marcador en 73-72 a falta de 2.19 para la conclusión. Después, dos tiros libres anotados por Ostroukhova y canasta de Ouviña, y para acabar, la vuelta al comienzo. España se juega la última posesión y el balón no entra, 75-74, Rusia campeona de Europa Sub-20.
Pese a todo, destacar el buen nivel del baloncesto femenino español, incluyendo como mención especial, la inclusión de Marta Xargay en el mejor quinteto del campeonato. A esto hay que sumarle la buena actuación de la Sub-17 en el mundial, en el que finalmente a logrado el octavo puesto tras perder frente a Australia (48-74).