Tras la primera aplicación de la psicología deportiva en el baloncesto profesional les expongo una nueva entrega:
Continuando con las cuestiones que debemos tener en cuenta en nuestra planificación psicológica de la temporada, una cuestión interesante del período preparatorio que puede formar parte de nuestra intervención será el trabajo en materia de prevención. Este debe ser interdisciplinar, coordinado a nivel de cuerpo médico, fisioterapeuta y preparador físico. Se trataría de, en la medida de lo posible, tener un conocimiento profundo del historial del jugador para adaptar el trabajo de pretemporada a las características personales pudiéndose preparar un plan de contingencias ante posibles lesiones (protocolo de actuación a nivel médico y psicológico). Hay que tener en cuenta, que en muchas ocasiones el cambio de residencia, lo problemas lógicos de un traslado, mudanza, una ciudad nueva, la familia, en algunos casos el idioma, etc… pueden conllevar un alto grado de estrés y es sabido que el mismo, aumenta el peligro de lesión.
Es muy interesante, en caso de lesión, como se organizan los momentos de recuperación e incorporación paulatina del deportista a la forma competitiva (el trabajo, primero de los médicos, y después del preparador físico y el fisioterapeuta, son fundamentales, e igualmente el del psicólogo anticipando y asesorando sobre las situaciones emocionales por las que el deportista pasa en las diferentes fases de recuperación de una lesión y como se puede actuar en ellas).
Seguidamente queda planificar con el cuerpo técnico los objetivos deportivos (distinguiendo entre objetivos de realización y de resultado). Siendo un objetivo central lo que los jugadores tienen que hacer, antes de lo que tienen que conseguir, y la integración del trabajo psicológico en la planificación del trabajo físico, técnico y táctico.
Generalmente, de cara a la prensa, a los aficionados, cuando se habla de objetivos para la temporada, en realidad, se plantean objetivos de resultado…clasificarnos para Play Off, el ascenso, mantenernos en mitad de la tabla, etc., pero estos logros no dependen solo del trabajo personal sino también de otros factores que no se controlan, y cuando algo sale del control aparece el estrés. Así que lo realmente útil es marcarse objetivos de realización, que dependan del trabajo personal, tanto a nivel individual, como colectivo. Se trata de todo aquello que debe hacer el equipo (técnicos, jugadores…) para poder conseguir alcanzar el objetivo de resultado.
Tras analizar los objetivos deportivos, planteamos un programa de trabajo con los diferentes momentos que consideramos importantes en la temporada. Esto dependerá de varios factores, pero en resumen puedo decir, que se realiza en función del calendario competitivo, la calidad de la plantilla y el contexto de trabajo. Se trataría de controlar los momentos emocionales por los que puede pasar la plantilla en función del número de partidos y frecuencia de los mismos, resultados que se vayan obteniendo, calidad de los rivales contra los que nos vamos a enfrentar, periodos vacacionales o de pausa competitiva, consecución de logros, etc…
LA INTERVENCIÓN
Las posibilidades de intervención son muy variadas. Como comentábamos en el anterior capítulo, dependemos mucho del tipo de atención que demande el club en el que trabajemos o vamos a trabajar, o de lo que necesite el entrenador y finalmente solicite de nosotros. Mi trabajo desarrollado con Melilla en los años que colaboré con ellos se realizó a dos niveles fundamentalmente: cuerpo técnico y jugadores.
Cuando trabajamos con el entrenador, debemos entender dos cuestiones fundamentales: la primera es que nuestra perspectiva debe ser siempre externa (nosotros no vivimos el equipo de la misma forma que los técnicos o los jugadores, nuestra implicación emocional debe ser diferente), de esa manera podremos ser más objetivos a la hora de evaluar y ofrecer nuestras orientaciones o sugerencias. En segundo lugar es importante entender qué distancia debemos mantener con el entrenador dando con la clave de lo que necesita de nosotros y ayudándole a mejorar a partir de lo que él hace (optimizar). Esto último que comento, aunque en cierta forma pueda plantearnos una dicotomía sobre si intervenir o no en determinadas situaciones (ya que puede que estemos observando acciones para nosotros importantes de corregir), es la base del trabajo con el técnico y sirve para fortalecer la relación de confianza mutua.
Prácticamente a nadie le gusta tener una persona que lo este observando y sistemáticamente le ofrezca un listado de errores y alternativas a su trabajo (a no ser que sea el propio entrenador el te haya pedido esto, y aun así hay que saber establecer el formato adecuado) por lo que suele ser el principal motivo para no contar con nuestra colaboración. Superado este primer hándicap, y establecida la relación de confianza con el técnico podemos ayudarlo de diversas maneras.
Como ejemplo podemos orientarle sobre procesos comunicativos que mejoren la forma de relacionarse con los jugadores y con los demás estamentos del equipo para informar mejor sobre lo que quiere llevar a cabo. Sobre situaciones emocionales personales (propio funcionamiento en los diferentes momentos que se presentan a lo largo de la temporada). Controlando el proceso de desgaste (a través de los estilos en la toma de decisiones, ayudando a controlar los efectos de las mismas), etc…
Algunos momentos en los que esa comunicación es especialmente relevante son por ejemplo: Durante los encuentros, en las charlas previas al partido, siendo bueno centrar la atención sobre elementos clave que no deben olvidarse, evitando ofrecer toda una sesión de scout sobre el equipo rival que ofrecen demasiada información y saturan al jugador (en Melilla Gonzalo García, ahora en Melilla, se reunía con los jugadores por puesto cuando iban a salir a la pista a estirar y realizaba una información más individualizada). En la charla del descanso, donde evidentemente se deben ofrecer pautas de acción que corrijan defectos o refuercen el trabajo que se ha realizado. O en la posterior al encuentro tratando de relativizar el resultado y siendo breve. Para bien o para mal el trabajo está ya hecho, y hay que darle el tiempo adecuado, evaluar la forma de consecución de la victoria o de la derrota y esperar al primer entrenamiento para ofrecer el análisis al grupo.
Otro momento especial durante los partidos son los tiempos muertos, ayudando a centrar la atención de las correcciones sobre la ejecución correcta de las acciones y no tanto sobre la culpa de los errores. No es raro a veces ver como se dedica un minuto completo a decir que hay que cerrar el rebote o que hay que mover la pelota, como si el jugador al que le cogen tres rebotes consecutivos no supiera que tiene que cerrar el rebote. En ese momento puede ser más adecuado ofrecer información que logre un reenfoque del jugador al plan de trabajo y el porqué de esos errores y como corregirlos.
Ahora que se ponen micrófonos en los banquillos durante los tiempos muertos para que el público que ve la retransmisión pueda oír lo que el entrenador indica a sus jugadores mucha gente puede pensar que la manera empleada en el campo profesional sirve para el amateur o el de iniciación y hay que entender que a veces los entrenadores no buscan ofrecer esa información que ayude al jugador al conocimiento de resultados, sino que lo que busca es motivar, activar, etcétera, siendo así su tono o su discurso en ocasiones bastante efectista, más que efectivo desde un punto de vista de la comunicación.
Los entrenamientos son también muy importantes, sobre todo para ofrecer una comunicación completa de calidad, que permita crecer al jugador dentro del rol y el sistema que el entrenador quiere poner en práctica.
Finalmente cuando intervenimos con los jugadores, podemos hacerlo de manera directa (a nivel grupal o individual) o indirecta (interviniendo a través de otros agentes: cuerpo técnico, médicos, fisioterapeuta, etc.). En este sentido se puede trabajar sobre las que se denominan variables psicológicas relacionadas con el rendimiento deportivo: autoconfianza, motivación, niveles de estrés y de activación; así como sobre la cohesión de equipo. Pero esto lo trataremos con más detenimiento en la última entrega.