“Lo que esto demuestra es que los Knicks no son un modelo de dirección inteligente”. Palabra de David Stern. Corría el año 2007 y la Justicia había condenado a la franquicia neoyorquina a pagar más de 11 millones de dólares por el escándalo de acoso sexual en que se vio implicado Isiah Thomas con una trabajadora de la organización. Era un paso más en la degradación por la que los Knicks pasaron de ser finalistas en 1999 a los bufones de la liga en cuestión de unos años.
New York era el recurso para el chiste fácil, dentro y fuera de la cancha. La lista de culpables la encabezaban el dueño, James Dolan, y el propio Isiah. Sus más que cuestionables decisiones dejaron al equipo en punto muerto y no fue hasta la llegada de Donnie Walsh cuando se empezó a poner orden en el desaguisado. Fue un periodo delicado hasta que esta temporada por fin se vio la luz. La Calle 33 volvió a inundarse de ilusión, desmedida tras el traspaso de Carmelo Anthony e incierta después de la eliminación en playoffs: un aficionado de los Knicks ya no sabe en qué pensar esta semana.
La incertidumbre no se debe a un equipo que ha ganado 14 partidos de los 32 que ha jugado desde que adquirió otra superestrella, o que ha caído contra Boston mezclando orgullo con algún episodio de apatía. Viene de arriba y los protagonistas son los mismos dos a quienes se dirigían las palabras de Stern: Dolan y Isiah. El primero, seguramente aconsejado por el segundo, tendrá que tomar dos decisiones claves para el futuro de los Knicks: ¿Deben continuar Donnie Walsh y Mike D’Antoni en el equipo?
El GM termina contrato el 30 de junio, pero tiene una opción de renovación por un año más que debe ejecutarse antes de este viernes. Fue él quien convirtió el vertedero de contratos en un equipo con posibilidades (moderadas, por supuesto), roto en mil pedazos con el traspaso de Carmelo Anthony. Todo jugó en su contra. A veces los millonarios guardan un gusto vulgar por lo ostentoso, y algo llevó a Dolan a presionar para que su equipo tuviera otra superestrella cuanto antes. El anuncio de la subida del precio de las entradas en un 49% vino solo.
Pero también influyó Carmelo. Todo hubiera sido más fácil si hubiera esperado hasta el verano para firmar como agente libre, pero la amenaza del lockout y las previsibles restricciones salariales que puede imponer el nuevo convenio le incitaron a meter prisa. Los Knicks tuvieron que destrozar el equipo para hacer el traspaso (coloque aquí su alabanza a Masai Ujiri), pero con su renovación firmada no es algo que le importante. Incluso ahora, barrido en playoffs, es quien menos se ha pronunciado sobre la necesidad de refuerzos.
Claro que antes de pensar en caras nuevas hay que decidir quién se queda, y Walsh no es el único con otro año opcional. Está Chauncey Billups, que a decir verdad es quien más dolido se ha mostrado por la eliminación. Su opción de un año por 14 millones de dólares está fuera de lugar, pero lo común es que ambos pasen por alto esa posibilidad para firmar un acuerdo algo más largo (lo que permita la edad) y por menos dinero.
El show de Rajon Rondo desde que Mr. Big Shot se lesionara la rodilla en el primer partido habla de su importancia, pero por si alguien no estaba atento ya lo ha recordado él. "Melo y Amare son dos machos alfa. Un base joven puede sentirse dominado, pero ellos saben que conmigo no pueden hacer eso. Habla alguien que cuenta con 7 Finales de Conferencia consecutivas a sus espaldas y que, ya veterano respetable, se sabe con autoridad para hablar.
Por eso no ha tenido problemas para apuntar a la necesidad más urgente del equipo (él aparte): presencia interior. Un equipo que quiera ser tomado en serio no puede alternar con Jeffries, Turiaf o "el marido de Candace Parker" en la pintura. "Necesitamos bestias que no dejen pasar, que nos permitan ser un equipo duro y de mentalidad defensiva". Espera. ¿Mentalidad defensiva? ¿Es que no sigue Mike D’Antoni? ¿Es que no va a jugar Carmel… Shhh.
INCÓGNITAS EN EL BANQUILLO. DE TRAJE Y DE CORTO.
A diferencia de Walsh, el técnico sí tiene contrato garantizado para el año que viene, pero la disparidad entre las irracionales expectativas y la cruda realidad le han puesto en el punto de mira. Lo curioso es que de las razones para la desconfianza, son mayores las que se intuyen que las que se han visto. Él también fue una parte importante en el regreso de los Knicks a la primera plana, logrando un nivel de química y compromiso que no se había visto en la Gran Manzana este siglo.
Es injusto juzgarle por no haber podido poner orden en un equipo radicalmente distinto al que había trabajado, y con unas expectativas demasiado altas para algo que ni siquiera se había terminado de construir. Tampoco por no encontrar soluciones en una segunda unidad despoblada, donde lo único positivo ha sido un reciclado Shawne Williams que (pequeño es el mundo) drafteó Walsh para los Pacers en 2006. Urgen refuerzos y hasta Amare ha reclamado un respiro. Su imagen en el último partido habla muy bien de su compromiso con el equipo, pero muy mal de una rotación con más foragidos que posibles héroes.
Las razones para poner en duda a D’Antoni son las tradicionales. Se duda de su defensa, ajenos al esfuerzo que logró sacar de sus jugadores en el primer tramo de la temporada. También de la adaptación entre su estilo y el de Melo, más dado a interrumpir la circulación de balón, ajenos al buen rendimiento del alero desde su llegada. Se le pide que consiga encontrar más soluciones en el banquillo, cuando lo mejor que ofrece el resto de la plantilla son ganas de que llegue el verano.
D’Antoni es el único técnico que ha entrenado a dos equipos distintos esta temporada sin haber cambiado de banquillo. Uno era el que tenía. Otro fue el que le dejaron. El cambio que ha vivido es imposible de digerir en media temporada y, como en el que caso de Walsh, su mejor aval es haberlo conseguido antes. ¿Pero podrá Dolan aguantar sin un juguete nuevo?
“Estos partidos no son un entretenimiento. Es una competición”, dijo Doc Rivers para dar carpetazo a la eliminatoria, aunque también podría haberse referido al hombre que apareció en las vidas de los knickerbockers por obra y gracia de Cablevision. Y en playoffs ser un equipo nuevo y con poco fondo de armario, pesa. Por eso la paciencia y por eso Walsh. Los pilares están puestos pero faltan las paredes y, si el presupuesto lo permite, el tejado. ¿Quién mejor para este trabajo que alguien que ya lo había hecho el verano pasado?
No hay que engañarse. El resultado hubiera sido el mismo (la eliminación) si la rodilla de Billups hubiera aguantado y si la espalda de Stoudemire no se hubiera resentido por el peso del equipo. Los Knicks merecen, aparte de otro dueño, una oportunidad que no han tenido todavía.