Está siendo un verano extraño para mí. Todo el mundo me ha estado preguntando, ya saben que este mes de julio cumplí 47 años, acerca de qué voy a hacer el año que viene. No sé si jugaré, si me retiraré, si entrenaré os si haré de chef.

En mis últimos 22 años por estas fechas suelo entrenar en Houston con mi plan de trabajo, como siempre, y es justo lo que estoy volviendo a hacer este año pero en mi mente es cierto que le da vueltas a mi próximo movimiento, los siguientes pasos después de tanto tiempo jugando al baloncesto. Hace nada que llegué de la Summer League de las Vegas. Allí tuve la ocasión de hablar con algunos entrenadores y general managers acerca de la posibilidad de entrenar si finalmente decidiera retirarme. Pero, como siempre me está pasando en los últimos años desde que llegué a los 40 años, lo de seguir jugando o no, no depende de mí. Si algún coach cree que puedo contribuir y cree que me necesitaría para su equipo, aquí estoy. Si no tendría que cambiar de rumbo, pero aunque fuera haciendo otra cosa relacionada con la canasta y fuera jugar también tendría que asegurarme que sería una buena situación para mí si no diría definitivamente goodbye al mundo del baloncesto. Si ocurriera no hay duda que lo echaría mucho de menos porque realmente disfrute de todo. Tuve la experiencia de jugar en Europa durante los últimos 23 años. Jugué con grandes jugadores y estuve con grandes entrenadores. Echaría mucho de menos los partidos, entrenamientos, competir, el talking trash pero no el arroz a la cubana ni las bananas fritas. Ha,ha,ha,ha!. Realmente me gustaría conocer a las personas encargadas de eso, de lo que los jugadores deben comer la noche de antes de los partidos porque es una locura.