Mi paso por Corea del Sur fue efímero, mas bien, diría que utilice este país como puente para mí llegada a Japón. Además, tras cruzar de norte a sur este pequeño país me dio la sensación de que visto algo visto todo, un país del que me voy con una clara conclusión. Es la perfección hecha país.

Llego la hora, llaman para embarcar (eso creo), simplemente sigo a toda la gente de la sala de espera. Me encuentro en la terminal internacional de ferrys de Busan, al sureste de Corea del Sur y en pocos minutos mi barco dirección a Japón zarpara para llevarme de una vez por todas a mi deseado Japón. En el momento que empiezo a recorrer el pasillo de la terminal que lleva a aduanas para pasar los rutinarios y habituales controles de seguridad, abandonar oficialmente Corea y todo eso que pone en tu pasaporte, es cuando empiezo a notar un cosquilleo que me dice que ya ha llegado. Ya ha llegado el momento de pisar mi ultimo país de esta larga travesía, el que me tiene que llevar a completar mi viaje en bici. Estoy que no entro en mí como es lógico, sólo falta el último granito de arena y el sueño estará completo.

Mi entrada en la cultura japonesa fue en pelota picada, si si, como suena. No es que de la emoción empezara a quitarme la ropa delante de mis amigos con eterna cara de sorprendidos, pero es que en el barco tenían esta especie de saunas-piscinas-duchas comunitarias tan habituales en Japón. Andaba buscando las duchas y lo único que vi como tal fue esto. Dos piscinas de agua caliente y en frente 8 duchas en la pared con un asiento delante de cada una (demasiado juntos para mi gusto), todo en una misma habitación. Pues… ¿¿Por qué no?? Vamos allá, hay que empezar a meterse en el lio japonés y si hay que hacerlo en bolas pues se hace. Pero la leche. ¡Cómo quema el agua! Luego se está bien, pero la piscina en cuestión esta hirviendo. Lógicamente para mis amigos nipones no pase desapercibido y continuamente los pillaba mirándome de reojo intentando disimular. "Si amigos, esto de aquí en el pecho es pelo, lo usamos mucho en mi país como decoración corporal, y esto otro de la cara lo llamamos barba, vosotros lo podéis llamar pelusilla, y el por qué de mis piernas a dos colores es una larga historia, algún día que otro que olvide quitarme los pantalones tomando el sol, será eso, no os preocupéis…", así fue el asunto. Eso si, lo de ducharme sentado en un taburete de cara a la pared como si estuviera castigado en el colegio lo deje para ellos. Prefiero el estilo tradicional aunque salpiques más al de al lado.

Y por fin, tras 12 horas navegando por mares asiáticos, el barco llega a Fukuoka, mi puerto de entrada al sur de Japón. Pero lo que menos pensaba es que se acercaba uno auténtica pesadilla. Como siempre, toca pasar aduanas, rellenar formularios, chequear equipaje, etc… Japón significa el decimocuarto país en mi viaje y como pura rutina rellene los papeles en cuestión. Llego mi turno, le doy el pasaporte, le entrego el formulario y me pregunta que a qué hotel voy y cuando tengo el vuelo de salida desde Japón. Lo primero no lo sé, tengo que mirarlo porqué no sé dónde dormiré esta noche y lo segundo pues tampoco, no lo tengo porqué no sé el día que llegaré a Tokio y abandonaré el país. Al tipo pareció que no le convencieron mis respuestas y me echa de la cola diciéndome que han de comprobar mi pasaporte mejor. En ese momento de monta un poco de alboroto en la terminal, al guiri entre 300 personas lo hacen fuera…, ¿Qué pasa? Mientras, a todo esto, la bici ya había cruzado por otro lugar porqué no me dejaban hacer la cola con ella. Yo no entiendo nada y me dicen que espere y me siente apartado de todo el mundo. No quiero sentarme, estoy inquieto. Van pasando los minutos y nadie me dice nada. Finalizan el control a todos. Sólo quedamos la gente de inmigración, mi bici y yo. Ellos están dentro comprobando mi pasaporte, pregunto y me dicen que espere. Finalmente, una mujer (que debe ser la jefa mayor del lugar) llama a una intérprete en español vía telefónica y empiezan a preguntarme de todo. "¿Señor Faure no? Sí, Iván Faure contesto. Ok, yo sólo puedo dirigirme a usted por su apellido, le haremos unas preguntas para aclarar la situación. Adelante les digo", estaba impaciente por solucionar el tema. "Vamos a ver Juare… ¿Juare?” No había manera de que dijera bien mi apellido. Aunque en estos momentos como si me tengo que llamar Ivamura Fauremoto, Son Goku o Chicho terremoto, era lo de menos creerme. ¿A dónde voy en Japón? ¿Cuánto llevo viajando? ¿De qué país vengo? ¿Cuánto dinero tengo en el banco? ¿Antes de Tailandia, en qué país estuve? (no entendí esta pregunta). ¿He dormido en hoteles regulares o buenos?, ¿Qué profesión tengo? (difícil responder esto, opte por fotógrafo que quedaba mejor) etc, etc, etc… Estas son algunas de las preguntas que me estuvieron haciendo. Yo simplemente estaba flipando y pensando para mi… "Un año, llevo un año para llegar a Japón y ahora no me dejan entrar…". Aunque mis pintas un poco tiradas no ayudan como siempre. La ropa ya tiene un año, todo esta envejecido, voy sin afeitar (pero limpio tras mi "sauna" en el barco) y no es lo más apropiado para mostrar que mi nivel económico es el adecuado y que no necesitaré trabajar o mendigar en su país, pero no puedo hacer nada al respecto ahora. Yo sigo a lo mío… "Un año esperando este momento y ahora no podré entrar al país", le voy dando vueltas y más vueltas al asunto. En un momento de lucidez le comento por teléfono a mi traductora que si quieren pueden comprobar en mi web todo lo que digo. Pueden mirar en el mapa que mi final es Tokyo, ver lo que llevo haciendo un año, que no les miento. La cosa les gusta y me llevan a un ordenador. Les enseño el recorrido, mi destino final, busco fotos mías viajando en bici, les muestro que el nombre de la web corresponde con el de mi pasaporte (o señor Juare como quieran) y aquí cambio todo. Su cara fue otra, su forma de hablar entre ellos fue otra, todo parecía ir a mejor. Hablaron unos minutos y finalmente me dijeron que Ok, que me dejan pasar y me ponen el sello para 90 días. En mi vida me habían cacheado tan exhaustivamente. Me palparon cada centímetro de mi cuerpo, me hicieron descalzar comprobando hasta mis bambas, y para colmo, era un tío. Pero bueno, ya estoy en la tierra del sol naciente y reluciente.

En la misma terminal encuentro un mapa y tras unos minutos mirándolo decido que ruta hacer para cruzar Japón hasta Tokyo y según pone en el, es saliendo del puerto a mano izquierda unos 1.200 kilómetros mas para allá. Me cambio a lo Superman en el lavabo, y salgo de la terminal disfrazado de ciclista y en esos momentos me niego a pedalear… bueno, esperar esperar… YA ESTOY EN JAPÓN!!!, Ok, sigo… me niego, no quiero prisas, quiero pasear y disfrutar de mis primeros minutos en tierras niponas y simplemente ando empujando la bici observando cada detalle de las calles de Fukuoka. Lo primero que me sorprende es ver más carteles en inglés que en japonés y también más McDonald\’s y 7eleven\’s que chiringuitos locales. Pero estoy contento, empiezo mi pedaleo y cada dos por tres voy cerrando el puño de rabia. Estoy aquí, ya estoy en mi anhelado Japón y estoy apunto de conseguirlo, sólo falta el último esfuerzo me voy repitiendo continuamente.

Mi pedaleo cruzando este país me lleva a pasar por ciudades míticas como Hiroshima (desgraciadamente conocido por la bomba atómica), Kyoto y sus famosas Geishas, Kobe, Osaka y otras muchas. A cruzarme una y otra vez con los trenes balas que son un visto y no visto y desmoralizan cuando ves a tus 15 por hora lo rápido que van ellos y a comprobar que Japón es único en muchas cosas y que da gusto estar en él. Me dediqué la semana a acampar donde podía al finalizar mi jornada ciclista y la última noche tuve la suerte de hacerlo a los pies del emblema nipón por excelencia que no es otro que el Monte Fuji, que asistió y me escoltó hasta mi llegada a Tokyo y…

SI, SI y SIIII!!!!! Finalmente, tras 367 días de viaje, mas de 12.000 kilómetros pedaleados y casi 900 horas encima de la bicicleta he puesto pies y ruedas en la ciudad de Tokyo, capital de Japón y destino final de mi travesía en bici. ¡Estoy que no me lo creo! No doy crédito a lo que acabo de conseguir. Miro atrás y me da vértigo de sólo ver y pensar todo lo que he hecho y pasado hasta llegar aquí. Para muchos esto será increíble, para otros insignificante, pero para mi era un sueño y lo he conseguido.
Ya lo puedo decir, el 26 de Mayo de 2009 tras pedalear la asfixiante India, el tranquilo Nepal, la fácil Malasia, la turística Tailandia, el mejor de todos Myanmar, la sencilla Camboya, el decepcionante Vietnam, el sonriente Laos, la sorpresiva China, la perfecta Corea del Sur y el deseado Japón, consigo completar mi travesía en bici por Asia. Un año y un día después de empezar mi viaje.

Aquí acaba esta aventura…. por ahora… ya veremos si sigue de alguna manera… Gracias a Solobasket por dejarme compartir esta experiencia con todos vosotros.

Iván Faure.
www.ivanfaure.com

 

 

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