Al fin dejó de llover, vaya semana ahogada en agua hemos pasado. El pabellón de San Pablo nos espera tomado por las fuerzas montadas de seguridad. Montadas a caballo, quiero decir. Más tarde se llevarán a dos aficionados del Tau. Curiosamente, en el primer partido no pudieron atrapar al espontáneo. Ahora que lo pienso, quizá era el mismo niño de la reventa y del timo de la estampita. Ataviado con una media capa blanca, marca madridista, esprintó desde la canasta del Joventut en dirección a la otra: visto y no visto. Ni tiempo a parar el encuentro dio, menuda velocidad.
Qué triste, que apenas haya aficionados sevillanos. En los bares de Triana, que he visitado durante la semana, no hay baloncesto a la vista, sólo fútbol. Y si fuera temporada taurina, ni eso. El miércoles, desayunando sobre las 9 en el Bar Oliva de la calle Clara de Jesús Montero (toma ya), buscando la prensa sólo encontré, tirado al final de la barra, un suplemento sobre la Copa. Era de un diario sevillano, y pude leer muchas entrevistas a los jugadores del Caja. Ahora me doy cuenta de lo triste de la situación: los clientes tempraneros habían arrasado con todas las demás partes de ése y los demás periódicos.
El tópico de David contra Goliat
No quisiera hacer sangre de las carencias de Pamesa en los tiros libres. De hecho, fallan realmente pocos, porque Tomasevic sólo ha lanzado (perpetrado) dos. Lo cierto es que los valencianos han jugado desde el autobús, sin bajarse, y han perdido, claro. Triste, pero explicable en la anécdota del suplemento, es la escasísima afluencia de aficionados sevillanos. Situados delante de la marea naranja valenciana, apenas se les ve, y menos se les oye. Los más numerosos son los vitorianos, quienes por supuesto se ponen del lado del equipo pequeño, porque también lo prefieren como rival para semifinales.
Claro que el tópico del subtítulo, lo de David contra tal, no me alcanza mirando a la pista. ¿Por dónde se coge que Abrams o Evtimov o Mikhailov sean "Davides"? La virgen, que dirían aquí, si Abrams se parece a Ronaldo, con la barriga oscilando voluptuosamente por la cancha. Pero no, Danya Abrams ni es un genio ni marca las diferencias como el brasileño. Llega al rescate un búlgaro, Evtimov, a enseñarnos cómo se juega, con todo lo que ello tiene de chiste.
¡¡Caha, caha!!
Los chicos vitorianos respiran unos segundos, sólo para coger aire, y entreoigo el grito de guerra local: ¡caha, caha! En ese momento ya sé quién va a ganar: ¿qué puede una compañía azulejera contra toda una Caha de Ahorros? Un estadounidense de apellido vaticano (Santangelo) les pone una opa hostil, y cierra la empresa de que estamos tratando, o sea, el partido. Los aficionados valencianos empiezan a perderse por los vomitorios mientras los vitorianos se contagian del cashondeo sevillano: "Esos que se van, ¿de qué equipo son?"