Si ojeamos la lista de records de la NBA, nos encontramos con varios registros que hoy en día pueden parecer insuperables. Muchos de ellos, son parte del legado de Wilt Chamberlain. La mágica cifra de 100 puntos en un partido ha sido desafiada recientemente por Kobe Bryant con su famoso 81 frente a los Raptors en enero de 2006, pero Chamberlain tiene muchas marcas todavía más inalcanzables, como los promedios de 48,5 minutos o 50,4 puntos por partido. En el apartado reboteador no se queda atrás, con un máximo de 55 y una media de 27,2.
Si avanzamos un poco más en el listado, muy cerca de las 41 técnicas de Rasheed Wallace en la temporada 2000-2001, nos encontramos con el jugador más anónimo en poseer una marca histórica: Don Otten, acreedor del récord de más faltas personales cometidas con 8.
Nos tenemos que trasladar seis décadas en el tiempo, cuando la NBA como tal, aún estaba en pañales. Apenas se habían disputado 3 semanas de la primera temporada tras la absorción por parte de la Basketball Association of America (BAA) de la extinta National Basketball League (NBL) para formar lo que hoy en día conocemos como NBA. El 24 de noviembre de 1949 llegaba la tradicional fiesta americana del Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day) y nadie sospechaba que un siglo más tarde, esa fecha seguiría figurando en los libros de records.
Don Otten era un atípico center de 7 pies para la época (2,13 m.), uno de los pocos jugadores que superaban al mítico George Mikan en altura. Aquel día su equipo, los Tri-Cities Blackhawks viajaban a Wisconsin para enfrentarse a los Sheboygan Redskins, con la primera plaza de la división oeste en juego.
Con el partido a punto de acabar y el marcador muy igualado, el alero de los Blackhawks Dike Eddleman cometía su sexta personal, al igual que sus 5 compañeros que ya habían sido eliminados por faltas anteriormente, por lo que no tenía ningún sustituto en el banquillo. Aunque nos parezca extraño, Tri-Cities no se quedó en inferioridad numérica, al aplicar los colegiados la octava regla adicional del libro de arbitraje (vigente en la NBA actual con otra numeración) que dice así:
Cuando un equipo queda reducido a 5 jugadores disponibles, éstos deben finalizar el partido, excepto en caso de lesión. Si cualquiera de estos jugadores comete su sexta personal, será castigado con una técnica y posesión que se sumará a la falta personal. Esta misma sanción se impondrá por la séptima y sucesivas faltas que cometa el jugador. Si en este supuesto se lesionase un jugador, debería ser reemplazado por el último que hubiese sido eliminado por faltas.
Al final del encuentro se llegó con un empate a 105. Ya en la prórroga, el exterior Whitey Von Nieda recibía un fuerte golpe en el ojo y se veía obligado a abandonar el juego. Mientras se aclaraba qué jugador de los Blackhawks debía reincorporarse al juego con 6 faltas, el entrenador Red Auerbach intentaba colar sin éxito a Warren Perkins (su máximo anotador), mientras Don Otten disimuladamente ya estaba camino de los vestuarios desvistiéndose. Finalmente los árbitros encontraron a Otten, que salió a jugar la parte final del encuentro.
A falta de poco más de 1 minuto Otten cometía su séptima personal, castigada severamente con 3 tiros libres y posesión que acabarían siendo claves para la victoria de los Redskins. Con los tiros libres empataron el partido a 113, y con una canasta en la siguiente posesión consiguieron su primera ventaja del tiempo extra.
Los Blackhawks no fueron capaces de anotar ni un punto más mientras los locales aumentaban la diferencia hasta el 119-113 que indicaba el marcador cuando a falta de 2 segundos Don Otten tomó la decisión de pasar a la historia de los records de la NBA al cometer una absurda octava falta.
Además de este extraordinario registro, los más de 3.200 espectadores que presenciaron el encuentro creían que el 120-113 final era el mayor tanteo conjunto en la historia de la competición, hasta que poco después llegaron las primeras informaciones de la victoria de los Syracuse National contra los Anderson Packers por 125-123 ¡tras 5 prórrogas!
Estaba claro que aquellos jugadores no tenían muchas ganas de irse a comer el clásico pavo de acción de gracias. Tras el 76-76 que indicaba el marcador al final del cuarto cuarto, los empates se fueron sucediendo uno tras otro hasta llegar al quinto y definitivo tiempo extra. En total, nada más y nada menos que 3 horas y 48 minutos. Durante ese tiempo se batieron varios records de anotación de equipos; máxima anotación conjunta con 248 puntos, mayor anotación de un equipo, y también mayor anotación de un equipo que pierde un partido.
De igual forma, y teniendo en cuenta que las faltas habían tenido un papel principal en otro partido de la jornada, un partido con 5 prórrogas era una oportunidad inmejorable para lograr un buen registro en este apartado. Y vaya si lo consiguieron. Si en el primer encuentro los jugadores de Tri-Cities cometieron 53 personales, en este segundo partido hubo un auténtico concierto de pito que provocó que siguieran cayendo récords. Un total de 122 faltas personales señaladas, 56 para Syracuse y 66 de los Anderson Packers. 16 jugadores eliminados por 6 personales, aunque varios Packers no tuvieron más remedio que quedarse en pista, e incluso 2 de ellos cometieron su séptima falta. Pero nadie logró igualar la machada que minutos antes había hecho Don Otten. Ni en aquel partido, ni en ninguno de las decenas de miles que se han disputado hasta nuestros días. Sin duda alguna, una de las marcas más inalcanzables en la NBA.
Casi 60 años después en el libro de récords de la NBA siguen saliendo aquellos 2 partidos, para recordarnos que hubo una noche donde los silbatos hicieron horas extras. Aunque para ser justos, también merecen un rinconcito en la historia otros 4 protagonistas: Garnisch, Hearn, Scalon y Collins. Los árbitros de aquella mítica noche.