No vamos a descubrir nada. La elección de Jonny Flynn en el draft del 2009 obedecía a una razón de peso: Guardar la plaza de titular a Ricky Rubio, atado por una cláusula insalvable en aquel momento.
En los albores para la conclusión de su segundo año -y con una lesión de por medio- no parece tan claro el acierto de aquella elección.
El base neoyorkino obedecía a un patrón tipo propio de los playmakers nativos de ese estado: rápido, eléctrico, habilidoso y con especial predilección por la ofensiva. Jugó dos temporadas para los Orangemen de Syracuse -todo quedaba en casa- con promedios anotadores de 16.6 puntos y 6 asistencias. Buenas prestaciones, pero dudas sobre si su calidad se correspondía realmente con la sexta posición en aquel draft. Eso sí, una vez decantados por la elección de un playmaker, se podía haber hilado más fino: Curry, Jennings, Collison, Lawson, Holiday…
Flynn se lamentaba al inicio de su debut como profesional que era una pena no apreder junto a Rubio, que finalmente firmaba un contrato con el Regal FC Barcelona.
La temporada del base de El Masnou fue muy satisfactoria tanto a nivel de juego como de títulos. Salvo la espinita de una final ACB que marco el inicio del bajón experimentado en esta temporada. Flynn, por su parte, empezaba acallando a los críticos. Con un baloncesto agresivo en ataque, debutaba con 18 puntos en la victoria contra los Nets. Luego vendrían 15 derrotas consecutivas que no fueron obstáculo para que Flynn siguiera con su particular descaro en ataque.
El neoyorkino fue titular en los 81 partidos que disputó relegando al banquillo a Ramon Sessions, del que se esperaba más. Sus 13.5 puntos y 4.4 asistencias en 29 minutos le valieron para ser seleccionado en el segundo mejor quinteto de rookies. Sin embargo había más sombras que luces: floja defensa, pocos recursos para dirigir, pérdidas de balón.
Su debut en esta temporada se alargó por culpa de una lesión que necesitó de cirugía. Los Wolves confiaron las riendas en Luke Ridnour, compañero de Sessions en Milwaukee, y Ramon sería intercambiado por Telfair, otro base leyenda de los playgrounds de NY. El retorno a las canchas a mitad de diciembre -previo paso por la D-League– no significó un retorno a la titularidad. Todo lo contrario. Ridnour seguía dando coherencia en la dirección desde el salto inicial mientras que Flynn ha tenido que conformarse con la suplencia.
Muy mala temporada para los T-Wolves, que se tendrán cuyo premio ha sido la consolidación de Kevin Love como uno de los grandes interiores de la competición. Aunque eso no se haya traducido en victorias.
El bajón numérico de Flynn es para tenerlo muy en cuenta. Influido o no por su lesión de cadera, el Orangemen ha experimentado un bajón muy considerable en puntos (5.3), minutos (18.8) y porcentajes de aciertos (31% en triples, 36% en tiros de campo), entre otros apartados estadísticos. El papel secundario del base tuvo su correspondiente cuota de rumorología en la previa del deadline. Se apuntó que Flynn podría haber sido enviado a Houston en una operación en la que hubiera podido entrar Aaron Brooks, a disgusto en Texas. El base de los Rockets finalmente sería enviado a los Suns para liderar la ofensiva del futuro mientras que los Wolves se quedaban con el base de Niagara Falls. A la espera de Ricky.
Thinking on blonde
La caída en desgracia de Flynn ha coincidido con el annus horribilis del que puede ser su compañero de equipo, Ricky Rubio. Después de consolidarse la temporada pasada como uno de los mejores jugadores del momento, éste está siendo un curso para olvidar. Dos de los pilares de los nuevos Wolves post Garnett -qué lejos queda ya- están en horas bajas.
Desde Minneapolis se desea redención de cara al próximo curso, aunque puede que el verano se haga largo. Ricky tiene la última palabra para quedarse en el Barça o intentar el sueño americano, según se desprende de su contrato. El lockout será decisivo. O tal vez la decisión ya está tomada desde hace un tiempo.