
Jueves 19 de octubre. Previa del partido en Belgrado. Ilusiones y buenas vibras para un equipo inmaculado y virgen de derrotas. Martes 24 de octubre. Sólo han pasado cinco días y como si de un cuaderno de bitácora se tratara, las tornas de la nave blaugrana de basket han virado de tal manera, que lo que hace un rato eran candiles y golosinas, de repente, en tres malos partidos, se van a negro y a infaustos recuerdos de temporadas pasadas, todavía demasiado cercanos.
Cinco días y tres derrotas, facilitadas por un calendario hostil que, en ningún caso, debe servir de excusa, para una nave que de repente ha perdido norte y timón. O quizás peor y nunca lo tuvo, sosteniéndose antes de aquel viernes en el que todo comenzara, a costa de equipos de menos luces y parnés. O ni siquiera, pues no ocupan ni Estrella Roja, ni Estudiantes, ni Zalgiris primeros puestos en listas presupuestarias. Así, la galera blaugrana peca de dirección, tanto dentro como fuera del 15×28, para, de repente, vislumbrar Halloween antes de la víspera y marmotas en forma de malos recuerdos.
Y hoy, con aun mayor desliz, en casa, cediendo la primera derrota del curso en el Palau, ante un correcto Zalgiris que dominó desde el principio todos los conceptos y preceptos de este deporte. Un equipo manejado con férreo gobierno desde la banda por un viejo conocido y que hacía correr siempre por detrás a un Barça que penaba rotaciones defensivas y contundencia en las alturas, para ceder canastas de alto porcentaje, siempre bajo el mando de un Kevin Pangos que, junto a Micic, sometieron a todo el entramado defensivo ideado desde el banco local.
Se unía Alonso a la moda de las rotaciones y salía de inicio con Koponen, respondiendo el finés con seis rápidos puntos, los mismos que Seraphin. Lo malo es que nadie más anotaba en el Barça y un triple de Milaknis ponía por delante a Zalgiris mediado el primer cuarto (12-14). Cinco puntos seguidos de Hanga igualaban el partido cuando los de Jasikevicius amenazaban con estirar el marcador, ante las pérdidas blaugranas (cinco en el primer acto). Las consecuencias de los timones, que será. Micic se paseaba por la zona local con un tufo de genuino talento balcánico, para irse a los nueve puntos y dejar el primer cuarto en 21-24.
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Como pasara en Belgrado el viernes o el domingo en Madrid, no dominaba el Barça en el partido y casi siempre, tampoco en el marcador. Jasikevicius, con su madeja made in Pascual, diseñaba movimientos que penaban a la defensa local, mientras Seraphin y Tomic compartían confidencias en el banquillo. Un triple sobre un solo pie de Pangos ponía la máxima de siete puntos en el minuto 13, contestada rápidamente por el microondas Oriola, para una canasta, una asistencia a Koponen para el segundo triple del finés y dos tiros libres sobre la defensa de Brandon Davies. Pero ni así conseguía el Barça adueñarse del marcador, con un Zalgiris que conseguía siempre un tiro liberado desde el pase o el 1×1 exterior.
Con minutos nuevamente sobre la cancha, Seraphin se convertía pronto en máximo anotador de su equipo, pero poco más mostraban sus compañeros delante. Para más coraje y peores recuerdos, detrás se confundían las ayudas y las rotaciones defensivas para permitir tiros de alto porcentaje que los lituanos no perdonaban. Micic y Pangos manejaban los hilos de las velas azulgranas para anotar o asistir con enorme facilidad. Así, se llegaba al descanso en 39-45 y una nueva sensación de descontrol defensivo local, permitiendo porcentajes en tiros de campo del rival que picaban el 60%.
Pangos comenzaba el tercer cuarto desnudando las costuras que le empiezan a salir a los cuartos de este Barça, mientras Seraphin intentaba seguir a lo suyo mientras le dejaran en cancha. Se picaba Heurtel con el base canadiense y ponía cinco puntos seguidos desde el tiro exterior para mantenerse cerca, a la espera de corajes y furias de victorias anteriores. A cambio, llegaban las transiciones blancas, los despistes locales y Pangos, claro, que ponía la máxima ventaja (48-56 min. 24). Una y otra vez, acababa Zalgiris cerca del aro, sin que los close outs blaugranas recuperaran ventajas generadas por la pizarra lituana. En esos minutos ya Tomic y Seraphin volvían a compartir banquillo, para hacer más fácil a los visitantes llegar hasta la canasta. Sólo las erratas constantes desde el tiro libre hacían que la vía de agua no llegara aún a la línea de flotación local.
El 0/6 de Pressey en un último minuto horrible de tercer cuarto penaba demasiado y saltaba las alarmas de los timones. A ese ritmo de tiro, los metros de flotación al base tejano van a ser tales que no nos sorprenderá jamás lo que se hace con Ricky Rubio cada verano.
Si a Pressey Europa le confunde, a Heurtel tampoco es que la alabemos por sus dotes de dirección. Con estos mimbres, aquellas tempestades y los errores desde el uno, hacían que Ulanovas pusiera un puntito más en la máxima visitante y que White culminara una contra después de otra pérdida del base francés para poner el 60-70 a seis minutos del final. Ahora sí que hacía aguas este Barça y todo el mundo buscaba el refugio del chaleco salvavidas en forma de toalla en la cabeza.
Jankunas from @bczalgiris dishes a super assist to White for the slam!#7DAYSMagicMoment pic.twitter.com/YI22wl79GR
— EuroLeague (@EuroLeague) 24 de octubre de 2017
No tenía piedad Jasikevicius de su antiguo equipo y mandaba castigar una y otra vez el 2×2 con el par de Seraphin, para contrarrestar orgullos y verticalidad blaugranas, que no daban, en cambio, para reducir ventajas. De fuera a dentro o por la línea de fondo White hacía mates por doquier, toda una señal de la debilidad local sobre el 3,05.
Micic, a minuto y medio de la bocina, sentenciaba con otro mate, sin que apareciera una sola rotación desde el lado débil blaugrana, para completar la trilogía negra del Barça en cinco días. De aquellos faustos e ilusiones, a las pesadillas de finales de octubre. Sólo cinco días han pasado. Pero qué horribles han sido para el aficionado cargado de esperanza y aplausos que repartir. Esperemos, por el bien de aquellos, que la nave vuelva a encontrar el rumbo perdido. Eso sí, timoneles que la dirijan le van a hacer falta. Eso, o marmotas, que ni en pintura las quieren por Can Barça.

1 La dirección de juego blaugrana: si una cosa debe tener identificada el Barça de entre sus problemas sobrevenidos de esta trilogía negra es la dirección de juego. Ni Heurtel dirige ni Pressey anota. Tras ocho partidos, los problemas en el puesto de uno son tan evidentes como nefasta es la carta de tiro del base estadounidense, al que ya todos pasan de último en los bloqueos directos, ante su imposibilidad de anotar desde fuera. Tampoco es que el jugador francés se haya caracterizado en su carrera por llevar el timón de un equipo grande, siendo más un anotador y un finalizador que un director que ponga el balón en el mejor y más adecuado compañero. Con estos mimbres tendrá que tirar hacia delante Alonso, pues las alternativas de Koponen o Ribas tampoco le funcionan por ahora al técnico de Badalona. Sin dirección no hay paraíso para este Barça de espléndido comienzo y de, ahora, desconcertante rumbo.
2 La pizarra de Jasikevicius: llegaba el excelente Sarunas a la que fuera su casa como técnico de su amado Zalgiris y ni un gramo de piedad demostró por su antigua afición. Al contrario, cebándose sobre el entramado defensivo de enfrente, su pizarra dominaba cada posesión para generar en cada ataque, ya fuera desde el 2×2 sobre las rotaciones interiores lentas de Tomic o Seraphin o generando desde el bote de Pangos o los fundamentos de Micic. Con White moviéndose sin balón y aprovechando aquellas ventajas, no conseguía dibujar el Barça respuestas a la maraña de Jasikevicius. Y es que el mentor que tuvo Sarunas es de cuidado. Muchos lo seguirán echando de menos aún.
3 La dirección de Pangos y los puntos de Micic: entre los dos se comieron hoy al equipo local y provocaron la tercera derrota consecutiva de los azulgranas. El primero con sus triples y sus bombas, alargando posesiones desde el yo-yo para buscar aleros abiertos o cortes no seguidos. El segundo, destilando talento balcánico para cortar como mantequilla la defensa adversaria con estilosas penetraciones. Casi que ellos dos solos se llevaron el partido del Palau, dejando descontento y desconcierto a partes iguales y desnudando carencias para disfrute de próximos rivales.


