El pedigrí del Barça. Nada más y nada menos. Camisetas retiradas y vitrinas llenas de trofeos estaban hoy en juego en el Palau Blaugrana con la visita de todo un CSKA de Moscú. Poca broma. Más allá de quiméricas remontadas que ahora se vean mucho más cercanas con el fervor de la victoria, el equipo blaugrana medía su enésima recuperación de la temporada ante el líder de la competición y máximo exponente de las genealogías más antiguas y exitosas del baloncesto europeo en forma de caracteres cirílicos. 

Y bastante bien que les fue a los locales para recuperar su construcción de antepasados constituida a base de títulos y respeto allá por los caminos de la vieja Europa. Un ejercicio de defensa brutal y consistente (por fin, consistente) que permite recuperar créditos perdidos, confirmar tendencias nacionales y, sobre todo, mantener esperanzas de revertir una temporada europea que se asomaba, un año más, al balcón del ninguneo y la pérdida de aquel registro de pureza racial que hiciera del historial del Barça uno de los más envidiados del continente. Cuestión de pedigrí, vamos.

Para ello, salían los de Alonso en tromba, como casi nos tienen acostumbrados, ante un equipo ruso, frío, claro…Más allá de la poca resistencia inicial visitante, la salida azulgrana invitaba al optimismo, si no fuera porque el propio aficionado del Palau ya se ha visto en más de una como esta, esperando la desvandada de confianza de sus jugadores. Hoy, nada de esto ocurrió por el parqué condal. De inicio, Heurtel dominaba desde el uno y Tomic abusaba de Hines para sumar, muy pronto, ventajas de dos dígitos. El Chacho no dominaba y las avionetas locales machacaban el aro blanco para alegrar entradas de año. 

De Colo empezaba a sumar, casi más para él que para su equipo, aunque el acercamiento visitante no llegó hasta que se dieron los típicos minutos blaugranas en los que parecen la mujer barbuda. Por suerte, esta vez no fueron grandes minutadas y la concentración volvió de donde no tenía que haberse ido nunca para cerrar la primera parte en un 47-42 muy poco nutritivo para lo que se había visto hasta entonces sobre la cancha. 

Incluso, tras la reanudación, el genio francés clavaba un triple para inquietar hasta el 53-50. Si en otras ocasiones este Barça Lassa se hubiese quedado preguntándose que le pasa mientras el rival de turno le pasa por encima, hoy la cosa se venía diferente. Entre otras causas, por los triples del jugador con más minutos en Euroliga. Don Juan Carlos Navarro estiraba de nuevo la diferencia y tiraba, claro, de pedigrí, que de eso sabe mucho el de Sant Feliu. Se sumaba también a la fiesta un renacido Koponen al que últimamente los aros le parecen piscinas para irse al último descanso +11 (66-55).

Seguía apostando Alonso por la intensidad defensiva como pilar para soliviantar al mejor ataque de la competición y cuando se utilizan esos vocablos no puede faltar un hombre sobre la cancha; Pierre Oriola cerraba el partido con un par de acciones típicas de corazón barbudo mientras Koponen lo redondeaba con otro triple para un prestigioso 75-55 a falta todavía de siete minutos por jugarse y sin que Itudis pudiera hacer nada para detener el vendaval local. 

No sabemos cuánto le durará este penúltimo ejercicio de recomposición a este Barça Lassa de las máscaras y las ciclotimias. Lo que sí ha quedado meridiano en esta primera noche de basket en el Palau de 2018 es cuál es el camino. De la mano de todos, jugadores y técnicos estará darle continuidad para acercarse al corte de la verdad. Para eso y para recuperar pedigrís, claro, que nunca está de más. 

1: A vueltas con la intensidad: se queja, a veces demasiado vehementemente Alonso, de que sus jugadores no son intensos, o lo son, a medias, como si lo hicieran mirando el reloj, midiendo sus acciones. Que no saben explicar por qué, pero que entrenan tan bien y defienden tanto en la ciudad deportiva que no entienden esos bajones que tantas derrotas les han costado. Se ve que el paso por los turrones y las uvas les ha marcado el camino, ya que la cuarta victoria consecutiva ha venido marcada por dejar al máximo anotador de la competición en apenas 72 puntos, 17 menos de los que promedia. Ahí es nada. Cuestión de intensidad será. 

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2 Sin noticias del Chacho: venía Sergio Rodríguez de repartir clase a caballo entre Rusia y media Europa para amenazar estabilidades blaugranas, pero hoy no fue el día del tinerfeño. Ni el de la mayoría de sus compañeros de equipo. Desarbolado por una defensa que se comía cada ataque ruso, sólo De Colo estuvo a la altura de lo que se espera del mejor equipo de la competición. Acaso Hines apoyaría en algo al francés, en una escuadra que se quedó por debajo del 40% en tiros de campo, incapaces de sobrellevar la asfixia local y descosidos por un desacierto colectivo que no les permitió casi nunca competir el partido.

3 Todos defienden…todos anotan: qué felices son los jugadores de este bendito deporte cuando todos disfrutan de la victoria delante y detrás de la cancha. Hoy, no hubo nadie que se llevara flashes estadísiticos deslumbrantes, pero todos sonreían. Ninguno medió palabras para pedir balones de más que alteraran trayectorias en ascenso, pero todos estaban contentos. A muy pocos héroes se vio hoy por el Palau y cuánto lo agradeció el juego colectivo. Los diez que jugaron anotaron al menos dos canastas y cinco sobrepasaron los dos dígitos para 24 asistencias en total. Una oda a la colectividad en forma de contras y transiciones que, a estas alturas, es sin duda la fórmula en la que mejor se mueve este Barça Lassa de nuevo año. Todos defienden…todos anotan. Por ahora.