Trbovjle era un pueblo típicamente minero. Sus minas, descubiertas en 1809, marcaron el devenir de la pequeña región, a tan sólo 89 kilómetros de Liubliana, la capital eslovena. Tanto marcó el futuro de Trbovjle, que el propio escudo de la ciudad está representado por un vagón minero. 15,000 habitantes. 58 kilómetros cuadrados. Un suspiro de ciudad donde nacería, sin saberlo, uno de los héroes que llevaron a Unicaja a Atenas en 2007.

Pero 2007 no llegó de un día para otro. Toda su historia tuvo un comienzo. Y todo comenzó el 17 de julio de 1975, cuando Marko Tusek llegaba al mundo. En Eslovenia, el país con más jugadores NBA por habitante en 2006, el país que vive y respira baloncesto. Era difícil que Marko Tusek no optara también por el deporte de la canasta. Trbovjle, ciudad minera e industrial, con la chimenea más alta de toda Europa, forjaría a Tusek.

La desintegración de Yugoslavia cambiaba el panorama de la ciudad natal de Tusek, aunque él ya había logrado hacerse hueco en el panorama baloncestístico esloveno. Con 16 años ya jugaba en el Triglav Kranj, equipo del que ya sólo queda sección femenina, y con 18 aterrizaba en el gigante esloveno: el Olimpija de Ljubjlana, el equipo de la capital eslovena. Todo serían éxitos para Tusek en este período.

De hecho, Tusek es histórico europeo: es el único jugador que ha ganado cinco títulos en una única temporada, logrando dos títulos con el equipo junior y el triplete con el Olimpija de Ljubjlana, donde lograrían la Recopa de Europa ante el Taugrés. Allí, Tusek contaría con minutos, cuando Zarko Đurišić cometía su quinta falta. Tusek tenía que verse las caras con Ken Bannister, una auténtica bestia física.

El joven Tusek no tendría miedo. Sacó coraje y se pegó en la zona con Bannister. El americano era superior físicamente a un Tusek que contaba con 18 años, pero el esloveno se hizo notar, molestando con constantes golpes a Bannister. No fue la gran estrella, desde luego, pero lograron el título europeo, cerrando una temporada de ensueño.

A partir de ahí, Tusek se hizo importante en Ljubjlana. Los títulos nacionales llegaban prácticamente solos, pues el equipo de la capital reunía a los principales jugadores eslovenos. Tusek se dejaba querer tanto dentro como fuera de la pista. De los entrenamientos, a las fiestas nocturnas, de las que Sagadin, entrenador del Olimpija aquella etapa, era consciente. Tusek podía estar de fiesta hasta la mañana siguiente, pero aún así, con apenas un par de horas de sueño, era capaz de darlo todo en los entrenamientos, por lo que Sagadin no consideró necesario frenar al joven esloveno.

De la Recopa del 94, a la Final Four de 1997, en Roma, con Tusek como hombre importante en la rotación de Sagadin. Esta vez no lograron alzarse con el cetro europeo, siendo eliminados en semifinales por el Olympiakos de David Rivers, pero era un auténtico logro para el baloncesto esloveno y marcaba el camino a seguir en el baloncesto nacional.

Tusek seguiría un año más en Eslovenia, siendo entonces cuando decidía cruzar la frontera: Italia le abría las puertas. El esloveno firmaba en Rimini, buscando mejorar deportivamente, por un contrato casi ridículo, pues debían pagar una cantidad cercana a los 200.000 $ para romper su contrato con el Olimpija. Tusek se marchaba a Italia, donde jugaría gran parte de su carrera.

Los años en Italia.

En Italia comenzaría con una temporada notable, anotando 12,3 puntos por partido. El joven esloveno, con apenas 24 años recién cumplidos, terminaba su primera temporada fuera de su país a gran nivel. Funcionaba como alero alto y como ala-pívot, con capacidad para abrir campo, aunque no se prodigaba tanto como en años posteriores en el lanzamiento exterior. Su segundo año en Rimini no fue tan destacado, bajando prestaciones y minutos, y ponía rumbo a Pesaro, donde jugaría en el Scavolini. Tusek intentaba ahorrar lo máximo posible, pero no le resultaba fácil. No imaginaba lo que podría llegar a pasar en el futuro.

En el Scavolini mantuvo el nivel. Dos años rondando los 10 puntos por encuentro, pero su porcentaje en triples se disparaba. De no llegar al 30%, a superar el 40%, estableciéndose por encima del 43% en triples en sus dos años en Pesaro. En Pesaro coincidió con Beric, Melvin Booker o estrellas como DeMarco Johnson o Joseph Blair. Pero Tusek se hizo un hueco, con actuaciones sensacionales como la que protagonizó ante el Fillatice Imola, donde anotó 33 puntos y sumó 41 de valoración.

Sin embargo, sus dos años en Pesaro no fueron exitosos a nivel colectivo, y optó por poner rumbo a la capital. La Lottomatica Roma firmaba al esloveno.

Cuatro años pasaría en la capital italiana, donde Tusek encontró su sitio. En su primer año no alcanzaría los 10 puntos por encuentro, pero una vez adaptado, Tusek explotó. Casi 15 puntos por noche, un 55% en tiros de dos, rondando el 40% en triples, 5.9 rebotes por partido y 16 de valoración. Además, se reencontraba con el Olimpija, al que vencerían gracias a un tiro libre suyo, estallando y subiéndose a la mesa de anotadores para celebrar la victoria por 80 a 79. Un gesto que, posiblemente, marcaría su futuro en el Olimpija, pues nunca volvió a casa a pesar del interés del propio Tusek al final de su carrera. Entonces, llegaron los problemas. Una arritmia encendía todas las alarmas. Tusek se sometió a diversos estudios, y los médicos confirmaron que se encontraba en buen estado para seguir compitiendo al máximo nivel. Sin embargo, la noticia de la arritmia no llegó sola. Se encontraba en pleno proceso de divorcio. Con 29 años, su ex mujer se lo llevaba todo.La casa, el coche, a su hijo. Incluso sus ahorros, apenas 100.000 euros que no eran reflejo de su carrera.

Todo fue de mal en peor. Las pérdidas económicas sumieron a Tusek en un círculo vicioso. El casino se convertía en su segunda casa, donde perdía lo poco que le quedaba después de pagar la manutención a su ex mujer e hijo. No podía ver a su pequeño, no podía mantener su dinero, y el juego lo absorbía. El baloncesto era su salida.

Siguió la 2004-2005 y la 2005-2006 en Roma, con buenos números, hasta que Armani entró en Milán, y ofreció un contrato jugoso al esloveno. Cambiaba Roma por la ciudad de los desfiles, por un proyecto ambicioso que surgía de las cenizas del antiguo club de la ciudad. Pero algo no iba bien en Milán. Tusek no encontraba su sitio y sus minutos se veían reducidos poco a poco. Hasta que no jugaba. Entonces, una nueva oportunidad se cruzaba en su camino.

El fin de una etapa y la llegada de otra: Málaga y la Final Four.

Sergio Scariolo lo llamaba. Necesitaban un jugador para sustituir el desastroso fichaje de Erazem Lorbek. Tusek era el elegido, un veterano en mil batallas, con ganas de luchar en otras mil más. Era la oportunidad de oro. Y Tusek se convirtió en uno de los héroes casi anónimos que llevaron a Unicaja a tocar la cima europeo con la yema de los dedos.

Unicaja era el vigente campeón, pero no pudo mantener el bloque. Herrmann y Garbajosa cruzaban el charco, Nicevic se marchaba, igual que Risacher. Scariolo buscó una mezcla entre juventud y veteranía, con el fichaje de Carlos Jiménez y Jiri Welsch como puntales de un proyecto que no terminaba de cuajar. La liga fue irregular. De la derrota por 53 puntos ante el DKV en Euroliga, a la aplastante victoria ante el Caja San Fernando por 48 puntos justo unos días después. De casi no entrar en Playoffs, a la histórica temporada en Euroliga. Tusek fue uno de los grandes protagonistas de aquel año.

Llegaba con el cartel de jugador blando y tardó poco en retirárselo. Sensacional desde el triple, perfecto desde el tiro libre y muy cumplidor en defensa, dejó grandes momentos en Málaga. El destino fue caprichoso e hizo que debutara ante su Olimpija en Euroliga, con una actuación pobre. Mejor ante Lottomatica, otro ex, y ante Partizan, todo ello en la primera fase de la máxima competición europea. De allí, al Top 16, donde quedarían encuadrados con Benetton Treviso, Dynamo Moscow y un sorprendente Aris de Salónica. Tusek apareció cuando tenía que aparecer. Con el pase al Top 8 en juego ante el Dynamo de Fotsis y Papadopoulos, Tusek anotó 18 puntos y secó a un Fotsis que sólo logró dos puntos (bien ayudado, por supuesto, por el incansable Carlos Jiménez). Unicaja entraba entre los ocho mejores de Europa. Y la historia no había hecho más que comenzar.El Barça, la bestia negra malagueña, frente a ellos. Con factor cancha, y el Carpena con el mejor ambiente que ha vivido. El primer partido, es historia. Un instant classic para los aficionados malagueños. 91-75, con el equipo arrollando al F.C Barcelona, que sólo ganó el primer cuarto. Marcus Brown había vuelto tras una pubalgia que lo había tenido apartado de las canchas durante casi todo el año. Tusek, anotó 11 puntos sin fallo. Faison, el gran Marcus Faison, anotaba 5 triples. Málaga era una fiesta. La eliminatoria, a Barcelona.

La cara B de Unicaja. Fiel reflejo de su temporada. 80 a 58 para el Barça y a otra cosa. Navarro, el Navarro pre-NBA, se salió con 25 puntos y forzaba el tercer y definitivo partido. La Final Four en juego. Y Málaga lo sabía.

Y tanto que lo sabía. No cabía un alma en el Carpena, que recordaba a la final de 1995. El partido no tuvo nada que ver con los dos anteriores. Igualdad, peleas constantes. Brown optaba por dejar el ataque en cuatro hombres por molestias, y se quedaba defendiendo hasta que Scariolo pudo sentarlo. Tusek fue uno de los hombres de la noche. 15 puntos y sangre fría desde la línea de tiro libre. Pero es justo recordar que si hubo un héroe aquella noche, fue Pepe Sánchez. El argentino, que protagonizó diversas crisis con Scariolo durante el año, recibió un pase de Berni Rodríguez que cambió la historia del baloncesto malagueño. Un instante que se repite en las retinas de los malagueños con sólo recordarlo, y eriza la piel. Pepe Sánchez se levantó, como se levantaba él, casi sin levantar los pies del suelo, para anotar un triple que cambiaba el signo del partido. Unicaja llegaba a la Final Four. Tusek levantaba los brazos. Málaga era una fiesta.

La historia de la Final Four fue bien distinta. El CSKA en semifinales, en un partido muy duro, con Dani Santiago lesionado y con Carlos Cabezas abandonando el encuentro por lesión cuando estaba siendo el mejor del conjunto de Scariolo. No lograron el pase a la final, pero sí el tercer puesto. Tusek lideró a Unicaja para vencer al TAU Cerámica por 74 a 76, con 18 puntos. Unicaja se alzaba con el tercer puesto europeo.

La historia en ACB fue bien distinta. En cuartos, el mismo TAU, que arrasó gracias a un letal Igor Rakocevic, que firmó su enemistad con Málaga en aquella eliminatoria. Tusek haría las maletas antes de tiempo, con dos actuaciones pobres para cerrar el año.

Volvió a la ACB unos meses después, sustituyendo a Paul Shirley en Menorca, pero no acabaría el año allí. De Menorca a Kazan, y ahí terminó todo. Tusek esperó la llamada del Olimpija para acabar su carrera allí, pero nunca llegó. Sabía que necesitaba dinero. Pero no esperaba llegar a esto.

Su vida después del baloncesto.

El portal esloveno Ekipa24 se hacía eco de su situación. Tusek está con el agua al cuello. El que fuera héroe malagueño apenas vive con 300 o 400 €. Intentó sacar adelante varias negocios, pero no tuvo éxito. Los casinos, aquel lugar donde pensó que podría solucionar sus problemas económicos, no hicieron más que agravarlos.

Ahora, casado de nuevo, se mantiene con el sueldo de su mujer. Intentó volver a las canchas la pasada temporada, siguiendo el camino de otro compatriota, Marko Milic, pero la suerte no estuvo de su lado: su arritmia volvía a hacer acto de presencia, y esta vez los médicos le desaconsejaron volver a la práctica deportiva.

Posee una clínica para curar hemorroides, de la que saca unos 500 euros mensuales, que le permiten pagar algunas facturas. Sus hermanos le ayudan, aunque él rechaza pedir ayudan, prefiriendo, incluso, pedir por las calles.

Además, no puede volver a casa porque no puede pagar la manutención de su mujer e hijo. Ahora vive en Montenegro de forma legal. Quiere entrenar, seguir ligado al baloncesto. Lo advierte: “creo que puedo llegar a ser un excelente entrenador”. Tusek se lamenta de no poder volver a Eslovenia, aunque encara su situación. Sabe que de volver a su país, entraría en prisión, pero estaría dispuesto a hacerlo si fuese necesario.

Y, a pesar de todo ello, Marko Tusek dice ser feliz. Se mantiene feliz gracias a su hijo de 15 meses, a su mujer. A su carácter. Marko Tusek mantiene el gen minero de la pequeña ciudad de Trbovjle, que le hace luchar. Marko Tusek no se rinde. Y aunque ha contado su historia sin tapujos, sabe que el dinero no caerá del cielo. Quiere trabajarlo, luchar por salir de su situación.

Sabe que lo logrará. Sabemos que lo logrará. Buena suerte, Marko. En Málaga te recuerdan con cariño.