El culebrón del verano en la NBA ha sido sin duda “la decisión”, el especial de una hora emitido por ESPN durante el cual LeBron James anunció que iba a fichar como agente libre por los Miami Heat, con el objetivo de crear un “superequipo” junto a Dwayne Wade y Chris Bosh. El culebrón del otoño en la NBA está siendo la prolongada agonía de la etapa de Carmelo Anthony en Denver. ¿Y si ambos estuvieran relacionados?
Casi todos los analistas coinciden en que estos Heat se diferencian de otros “superequipos” creados en el pasado (desde los Lakers de Chamberlain-West-Baylor a los Hawks de Wilkins-Malone-Theus-Rivers) en que sus piezas fundamentales se encuentran aún en lo más alto de sus carreras respectivas. Ninguno de “los Tres Amigos” es un veterano intentando un último asalto a un anillo. Sin embargo, también hay quien percibe otra diferencia quizás más reveladora: los ejemplos anteriores tenían su origen en una iniciativa por parte de una franquicia, aunque fuera con la aquiescencia de los jugadores. Era el equipo el que veía una oportunidad y decidía intentar aprovecharla, mientras que en este caso han sido los jugadores los que han visto una oportunidad y han elegido al club que mejor situación les ofrecía para aprovecharla. Y es aquí donde el “caso LeBron” se enlaza con el “caso Carmelo”.
La gran pregunta que hay que hacerse ahora mismo sobre la NBA es si la reunión de James, Wade y Bosh es una aberración, un caso extremo que se sale de la situación normal de la liga, o el resultado lógico de las condiciones salariales y contractuales que dirigen las carreras de los jugadores. En gran medida, y a expensas de que el nuevo convenio colectivo cambie las reglas de juego, eso dependerá de lo que suceda con Carmelo Anthony.
La situación de Carmelo Anthony en Denver recuerda en algunos aspectos a la de LeBron James en Cleveland: un jugador a punto de firmar el contrato bajo el que pasará la madurez de su carrera desconfía de las posibilidades deportivas de su franquicia y de las posibilidades extradeportivas de su ciudad. Como sucedía con los Cavs, los Nuggets han tenido algunos aciertos en su gestión de la plantilla pero no consiguen dar una impresión de solidez. Si en Cleveland había dudas sobre el rendimiento en playoffs del entrenador Mike Brown, en Denver los problemas de salud de George Karl han provocado un vacío de poder y una falta de dirección en un momento crítico. Mientras, Carmelo Anthony ve pasar a su alrededor a una serie inacabable de ejecutivos y jugadores sin más criterio evidente que el azar: los Nuggets regalaron a Marcus Camby por motivos salariales, dejaron escapar a Linas Kleiza a Europa, devolvieron a Antonio McDyess a los Pistons y tuvieron que soportar el paso de Allen Iverson por el equipo. Es probable que Anthony se plantee que en una franquicia con más recursos o ambición no se habría descapitalizado la plantilla de esa manera.
La reacción de Carmelo Anthony ha seguido el patrón marcado por William Wesley y la Creative Artists Agency (CAA) para LeBron James: sus agentes han solicitado un traspaso y han presentado una lista de destinos preferentes, pero el jugador no ha realizado ninguna declaración pública que pudiera tensar la situación o cerrar las puertas a ningún acuerdo. A pesar de algunos rumores, Carmelo ha acudido a todos los actos de pretemporada de los Nuggets y ha jugado a buen nivel en los amistosos; no hay que olvidar que uno de los mandamientos de Wesley es que el jugador debe mantener una actitud totalmente profesional mientras se resuelve el desacuerdo. Algunos medios informan de cierta impaciencia en el entorno de Carmelo Anthony, que ve cómo no se han producido avances desde que se desmoronó un posible traspaso a los Nets; tampoco hay que olvidar que el tiempo corre en contra del jugador, que preferiría firmar una extensión de su contrato actual cuanto antes para que no le pille el toro de un nuevo convenio colectivo que quién sabe cómo será.
Nada de todo eso es nuevo, no es más que la típica historia de jugador que quiere cambiar de equipo y si puede ser yendo a una ciudad con rascacielos mejor. Lo que algunos queremos saber es si se resolverá de la manera típica, con un traspaso al equipo que sea y santas pascuas, o si estamos viendo un intento de reproducir la intentona de LeBron James y los “Tres Amigos”. Durante la boda de Carmelo el pasado mes de julio se produjo el ya famoso brindis de Chris Paul en presencia de Amar’e Stoudemire: “Formaremos nuestro propio ‘Big Three’.” Paul es amigo de LeBron James, se encuentra en una situación parecida a la de Carmelo Anthony en un equipo que no parece ir a ninguna parte, y según los rumores también ha pedido un traspaso. El plan sería que los tres se reunieran en New York donde ya juega Stoudemire, aunque parece difícil que los Knicks consiguieran a Chris Paul antes del 2012.
No será fácil ver otra sincronización como la de las estrellas de los Heat, ya que requiere que tres jugadores de la élite de la NBA coincidan en sus intereses y en su situación contractual en un mismo momento, pero no es imposible. El endurecimiento de los límites salariales ha hecho que los jugadores no tengan alicientes económicos para firmar contratos largos o para renovar con sus equipos, mientras que los “planes quinquenales” de la selección nacional proporcionan la oportunidad de que las jóvenes estrellas de la liga traten unos con otros como compañeros en vez de rivales. En algunos casos sirve para continuar una relación creada antes del salto al profesionalismo, cuando los mismos jugadores coincidían en equipos de la AAU o torneos de instituto cada verano.
Si es así, podríamos estar ante un proceso que se ha denominado “player empowerment”. Con las barreras del tope salarial cada vez menos permeables, los equipos pierden capacidad coercitiva sobre sus jugadores. No pueden pagarles más (no lo bastante) para convencerles de que no vayan a donde quieren ir, y parece difícil que el nuevo CBA cambie eso. Se han comentado algunas posibilidades que intentarían combinar un tope salarial duro con una mayor capacidad de renovación de los jugadores propios, pero el margen de maniobra es mínimo y no permite simultanear dos criterios contrapuestos. Por otra parte, hay que tener en cuenta la reacción de los aficionados, tradicionalmente seguidores de los equipos a los que no les gusta esta situación en la que los jugadores gozan de tanta libertad. Si estamos ante el comienzo de una nueva etapa en la NBA, seguramente haya que pasar un período de ajuste con el riesgo correspondiente.
Mientras tanto, disfrutemos del presente. Pase lo que pase, algún día estaremos sentado en una terraza y empezaremos una conversación diciendo “¿te acuerdas de cuando LeBron, Wade y otro que no me acuerdo se juntaron en Miami?”
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