“Cuánto hemos cambiado”, pensarán muchos aficionados de Badalona y Zaragoza. Y no tiene nada que ver con entonar aquel tema del 91 de la banda liderada por Sole Giménez, Presuntos Implicados. No obstante, dada la ocasión tomemos esa fecha para hacer una comparativa tan real como despiadada. En 1991 el Joventut ganaba su primera Liga ACB. Antes, con el genio Buscató y el duro Alfonso Martínez ya se había hecho con el título del 67. En el 78, esta vez con uno de los primeros hombres altos de nuestro baloncesto como Santillana y el excéntrico más efectivo de la historia del baloncesto en España o (¿También en Europa?), un tal 'Moka' Slavnic, se repetía el hito.
Volviendo a aquel 91, después de consumar una fantástica temporada, los verdinegros completan un año de ensueño y, un el 12 de octubre, ponen en serios apuros a los Lakers de Magic Johnson en el extinto Open McDonalds. En esa pintoresca situación había entrado en escena un secundario. Antes estas cosas pasaban, se trataba de un canterano verdinegro llamado Carlos Ruf quien hizo un memorable último cuarto. El único que jugó. Relevaba así el protagonismo y esfuerzo de uno de los mejores jugadores que hayan pisado nuestros parquets, Corny Thompson. El bajito y canijo que llegaba más alto que los más altos, Mike Smith. El siempre peligroso y espectacular Villacampa o una de las mejores asociaciones familiares en el puesto de base como los Jofresas.
Paralelamente, el CAI Zaragoza quedaba 6º en la Liga, participaba en la Copa del Rey y ofrecía batalla en cada choque con un mito (ya desaparecido) como Kevin Magee y el plástico Mark Davis. Ambos arropan la calidad de los de ‘la casa’. Los siempre aplaudidos Arcega, Murcia, Zapata o Quique Andreu que en el 90 habían repetido logros tras la consecución de la Copa del Rey. Y es que los maños ya habían irrumpido en la primera Liga ACB, curso 83-84, ganando la Copa, entonces gestionada por primera vez por la Asociación de Clubes, ya independiente en gestiones de la Federación Española de Baloncesto.
Y si echamos la mirada hasta los cincuenta, cabe decir que, si bien el Club Joventut de Badalona ya tenía bagaje y títulos antes de participar en la primera Liga Nacional en 1957, el recorrido del baloncesto maño merece también un necesario reconocimiento. Haría acto de presencia en máxima competición dos años después con la representación del C.D. Iberia con jugadores del peso como Jorge Guillén (olímpico en los Juegos de Roma del 60), Julio Descartín (luego fichado por el Real Madrid) o el fantástico tirador norteamericano Francis Stone (considerado como uno de los mejores de su época) que solapaba su actividad militar en la base de Zaragoza a las canastas. Junto a la incorporación del Águilas de Bilbao, la Federación dotó a aquella Liga de la 58-59 de una imprescindible mayor pluralidad. Previamente eran sólo los clubes de Madrid y Cataluña los únicos dueños de todas las plazas que posibilitaban competir en la máxima categoría del deporte de la canasta. Un año más tarde se unía a la Liga otro equipo de Zaragoza, el C.N. Helios con un crack llamado Lorenzo Alocén, lamentablemente algunos sólo lo recuerdan por su famosa autocanasta en la cancha del Ignis Varese. En Zaragoza, el baloncesto estaba de moda.
Pero volvamos a la cruda y actual realidad, como bien saben los aficionados del Divina Seguros Joventut y el Tecnyconta Zaragoza sus equipos parten como favoritos…. al descenso. Ahora mismo sus números son 0 victorias y 3 derrotas para los primeros, y 0 victorias y 4 derrotas para los segundos. Es pronto, pero su balance ya denota lo dura (que no larga, por aquello de que competir en los PO desprende el circense “Más difícil todavía”) que va a ser la temporada para ambos.
Y parece que aún están de suerte. Los verdinegros estuvieron tan en quiebra, -digo ‘tan’, porque aún lo están-, que estuvo a punto de desaparecer en varias ocasiones. El segundo sí lo hizo, pero de la máxima élite (pero cabe destacar que ahora es un club dedicado a la formación con un total de 18 equipos de base) y la ciudad reaparecería en la ACB con otra sociedad y club. En ese 1991, ambos sucesos hubieran sido impensable. Pero es que sus canteras ya no dan para mucho, sobretodo la del club de Zaragoza. La de los verdinegros tampoco está para lírica, insuficiente ante frenética venta de sus talentos durante las dos últimas décadas.
Ya ven, no hay tanto que arropar y, cuando se hace, es con el poco talento que encuentran en los descartes del mercado debido a la sujeción de sus limitadísimos presupuestos, de los más bajos de la Liga. Cómo han cambiado estas dos grandes ciudades de baloncesto.