2010 ha servido para coronar al baloncesto femenino español como uno de los mejores del mundo merced al bronce logrado en el mundobasket de la República Checa. Un éxito, que no corresponde únicamente a las doce jugadoras que lo lograron en la cancha, sino que sirve para premiar la perseverancia en el trabajo que se viene realizando durante las dos últimas décadas.

El punto de inflexión para el deporte de la canasta a nivel femenino llegó, como en el caso de otros deportes en España, con los JJ.OO. de Barcelona 92, momento crucial para el deporte del país, en que se debía mostrar el mejor nivel. De cara a tan importante cita, se montó un equipo con nombres históricos del baloncesto femenino español, tales como Betty Cebrián, Marina Ferragut o Carlota Castrejana entre otras, que sin apenas notoriedad y con mucho trabajo oscuro realizado durante los años anteriores, lograban un quinto puesto que tras el batacazo de los chicos, dignificaba el papel del baloncesto español.

Tras apenas un año, en el europeo de Perugia, en Italia, con algunos cambios en el equipo, se conseguía el segundo gran hito del baloncesto femenino, esta vez y nuevamente de forma sorprendente, la selección española se alzaba con el título continental tras batir a una Francia, superior físicamente, pero que no logró frenar a una sublime Blanca Ares, que con 24 puntos, fue la mejor en aquella final, 63-53 para España.

Se abría entonces un periodo de transición, en el que las españolas parecieron perder el lugar de honor que había logrado en años anteriores. La vuelta a la senda del triunfo había de llegar de la mano de las mismas jugadoras que precisamente en aquel momento, en 1993, estaban ya triunfando, se realizaba una mezcla generacional, con jugadoras de aquella selección campeona de Europa absoluta y también, algunas de las jóvenes con mayor talento del momento y que en aquel mismo año, se alzaban con el subcampeonato europeo en categoría cadete, con nombres como los de Elisa Aguilar, Laura Camps o Amaya Valdemoro.

En 2001, España volvía a subirse al podio de un europeo, un bronce que sabía a oro después de casi diez años de trabajo sin premio. Comenzaba así la mejor década de la historia para el baloncesto femenino español. Otros dos bronces en 2003 y 2005, plata en 2007 y otro bronce en 2009. Ahora sí, las españolas se habían hecho un hueco entre las mejores de Europa logrando un lugar de honor en los últimos cinco campeonatos europeos, pero todavía quedaba algo por hacer.

A nivel mundial, los resultados colectivos no eran todo lo bueno que se podía desear. Con las estadounidenses mandando y rusas, brasileñas, chinas o cubanas al acecho, poco podía hacerse par lograr un lugar en el podio. Sin embargo, a nivel individual, la consideración de las jugadoras españolas había crecido notablemente, desde que Betty Cebrián abriera la puerta de la WNBA y Valdemoro se alzara con tres campeonatos de la liga norteamericana. Allí llegarían más recientemente nombres como los de Marta Fernández, Anna Montañana o Nuria Martínez, cuyo paso por Estados Unidos, más o menos triunfal, servía en esencia para realizar una formación baloncestística más allá de lo habitual en España.

Así, con medio equipo forjado al otro lado del océano en algún momento y con la llegada de una superclase caribeña, Sancho Lyttle, se llegaba al último reto, el Mundobasket de la República Checa. Allí y con José Ignacio Hernández a las riendas, España volvió a mostrar que es una auténtica potencia mundial en eso del baloncesto femenino. Caían las victorias por intensidad, por defensa, por trabajo e indudablemente por talento.

Quedaron atrás Mali, Corea, Brasil, Japón y hasta esa República Checa que después se vestiría de plata. Y tan sólo un borrón, ante la bestia negra de esta España del talento y el trabajo, Rusia, un equipo que volvía a ser imposible y que complicaría el camino de las españolas en el futuro.

En cuartos llegaría el turno de vencer a Francia, en lo que se convirtió en un auténtico monumento al baloncesto femenino, un partido a cara de perro, con alternativas en todo momento y auténtica emoción, pero al final se lograba la victoria, en una prórroga agónica, que metía a España por primera vez en la lucha por las medallas en un mundial.

Por desgracia, el camino estaba minado y las semifinales se antojaban imposibles ante un equipo estadounidense, que en el femenino sí, es un equipo auténticamente imparable. Conscientes de la dificultad de lo imposible, la mirada se alzaba de nuevo en la lucha por el bronce, que contra viento y marea debía de viajar a España.

Así iba a ser, no sin dificultad, se lograba batir a bielorrusia, un equipo correoso pero que tenía que claudicar ante la defensa y la superioridad de las españolas. Al fin, España se subía al podio de un mundial y lo hacía acompañando a dos grandes equipos, la todopoderosa Estados Unidos y el anfitrión, República Checa. Ya sólo quedaba dar las gracias, a Laura, Marta, Sancho, Cindy, Lucila, Laia, Elisa, Nuria, Anna, Amaya y Alba, por hacer realidad lo que hasta este 2010, había sido tan sólo el sueño de muchos.

Por si fuera poco, el relevo está garantizado, sí, porque 2010 también ha sido el año también de otras dos medallas para las españolas, en este caso, platas en los europeos de las categorías Sub-18 y Sub-20.

Por último, quisiera disculparme, ya que este resumen de 2010 no cuenta con tantos vídeos o fotos como puedan contar otros de los resúmenes, lo siento, pero el baloncesto femenino español es uno de aquellos grandes desconocidos, que apenas pierde la invisibilidad cuando logra grandes éxitos. Algo tras lo cual, hay una cantidad ingente de trabajo que, como he querido reflejar, no es flor de un día, sino el fruto lógico a casi veinte años de trabajo.