El COVID-19 ha venido para quedarse. Esa frase la hemos escuchado un millón de veces entre el periodo de confinamiento y el actual. Pero por desgracia esto ha sido así. Un duro golpe para el baloncesto de formación y que no permitió terminar la temporada 2019/20, acortando la progresión de trabajo y experiencias que se van acumulando a la mochila de sus jugadores.

Dentro del panorama de formación, las competiciones no han finalizado como nos gustaría. Desde mediados de marzo en adelante, estamos huérfanos de los eventos habituales y que generan interés en este pequeño mundo. Tanto los campeonatos de España de clubes, el ANGT (Euroliga Junior), como las selecciones de formación no se han podido materializar en este 2020. Por consecuencia, los nacidos en el año 2002 son considerados como la nueva “generación perdida”. Algo que, afortunadamente no ha tenido peores consecuencias.  

LA NUEVA “GENERACIÓN PERDIDA” ANTE SU NUEVA REALIDAD 

Cientos de jugadoras y jugadores se han quedado sin la experiencia que necesitan en su aspiración hacia el baloncesto profesional. Las consecuencias del virus han obligado todo el cierre baloncestístico, en todas sus formas y con pocas alternativas como las realizadas en la ACB y NBA. Pero junto a esto se une la incertidumbre para el futuro.  

En redes sociales se abrió el debate de ampliar un año más la categoría Junior para compensar que la generación 2002 tuviera un final menos agridulce. Pero en la realidad, esto no se aplicará.  Un posible tema de debate sería plantear que la categoría Junior ocupara hasta la edad U19. Así facilitar aún más la adaptación con la etapa senior. Pero esto sería ajeno a las consecuencias provocadas por el Covid.  Mención especial a la categoría Mini, que no acaba su ciclo completo y que darán el salto a canasta grande la temporada que viene.

Ahora bien, la incertidumbre en cuanto al reinicio de las competiciones es dudosa. Nadie quiere admitir responsabilidades y de momento, los protocolos que se plantean para el inicio de la competición hoy en día no satisfacen a un grupo importante de clubes. Plantearse competir y tener contacto entre jugadores con mascarillas puestas, entre otros aspectos no generan seguridad, sino desconfianza y muchas dudas. Puede que uno de los gestos más formativos hoy en día sea no hacer la actividad que más amamos, por una cuestión de salud y convivencia. Pero lo que sí parece claro es que cualquier decisión final, no será del gusto de todos.  

LA TÉCNICA INDIVIDUAL COMO ALTERNATIVA IDEAL 

Teniendo en cuenta el riesgo de contagio que puede haber si la competición vuelve, o en las situaciones de contacto, el trabajo individual está siendo el punto fuerte y de trabajo para las futuras promesas. Falta la parte más importante que es aplicarlo en situaciones reales de juego y en competición, pero mientras tanto, se buscan distintas alternativas para que la actividad no cese definitivamente, como trabajo individualizado, campus y demás actividades deportivas, con sus respectivas medidas de seguridad y el consentimiento de padres, en el caso que se trabaje con menores.  Piti Hurtado en Kia en Zona expuso una opinión interesante al respecto.

A pesar de todo, la sensación es agridulce. El baloncesto era parte de nuestras rutinas y la falta de ella genera un cierto desequilibrio, tanto en lo personal, como emocional. No sabemos qué pasará mañana, o dentro de un año y seguramente aún no somos conscientes de todas las dificultades futuras con las que nos encontraremos.  Tampoco sabremos cómo evolucionará el Covid-19. Pero ocurra lo que ocurra y al igual que la generación del 2002, todos hemos perdido algo en este periodo.