A una alero se le suele pedir un más que aceptable nivel físico, garra, entrega, intensidad defensiva y capacidad de anotación, siendo tanto una amenaza exterior como un valor seguro a la hora de buscar el aro en penetración. No resulta fácil encontrar todas estas cualidades en la figura de una sola persona, y menos aún si esta persona tiene tan sólo 19 años.
Vega Gimeno posee, además de todo ello, una increíble filosofía de trabajo que la convierten en quizá la jugadora con más proyección de su generación. “La presión se lleva bien. Creo que cada uno debe saber dónde está y hasta dónde puede llegar. Yo estoy muy tranquila. Sí que es verdad que la gente habla… como todo me va saliendo bien, de momento, pues se comenta mucho. Pero yo también sé que hay que tener los pies en el suelo y poquito a poquito ir trabajando para crecer”, se sincera Vega.
Sus primeros pasos en una cancha de baloncesto los daba en el colegio de toda su vida, El Pilar. Mucho más alta y fuerte que el resto de chicas de su edad, y con un talento innato para esto de la canasta, poco tardó en despuntar. Pronto vino la primera llamada del grande. El Ros Casares se interesaba por la niña, pero ésta prefirió rechazar, una y otra vez, la suculenta opción de formar parte de la cantera del conjunto, entonces, godellense.
Ya en la etapa junior, Vega abandonó su ciudad para recalar en las filas del Segle XXI. En el club catalán se entrenaba también con el primer equipo, que militaba en Liga Femenina 2. Fue cuestión de poco tiempo debutar en esa categoría. La chica que verano tras verano brillaba en las categorías inferiores de la selección española, se hacía mayor, y poco a poco se adentraba, sin apenas darse cuenta, en el mundo del baloncesto profesional. “Lo peor es estar fuera de casa, lejos de tus padres, de tu hermano, de tu familia en general y de tus amigos. Y también el tiempo que requiere. Hay que saber organizarse muy bien. Si no, es muy difícil”, nos confiesa.
Tras cuatro temporadas en el Segle XXI, Vega decidió cruzar el charco para vivir una nueva y emocionante aventura en la NCAA. Robert Morris, una de las universidades más prestigiosas de EEUU a nivel de baloncesto femenino, su nueva casa. Y su destino, seguir creciendo y destacando como había venido haciendo hasta entonces. Así fue, la valenciana se erigió como uno de los pilares básicos del equipo y completó una más que digna temporada con más de 10 puntos y casi 5 rebotes por partido.
Pero después de un verano idílico (campeona de Europa U18 y subcampeona del mundo U19), pensó que era hora de regresar a su país. “Tenía muchísimas ganas de volver y sobre todo de jugar aquí en España. Ya vi el nivel que había y cómo se jugaba, y aprendí el estilo de juego de EEUU, que es distinto al de aquí. Ahora me apetecía muchísimo volver a España, volver a jugar con mi gente y disfrutar del estilo europeo que aquí tenemos”.
Así fue. Vino de nuevo a su tierra, y lo hizo por la puerta grande, para recalar en uno de los equipos punteros de la máxima competición nacional: el Rivas Ecópolis, de LF. Se trataba de un reto con mayúsculas, pues una competición tan exigente como esta requiere de un proceso de adaptación nada fácil, menos aún para una jugadora en formación. “Quizá ha costado menos gracias a las compañeras de equipo que tengo, que me ayudaron muchísimo, sobre todo en la pretemporada, cuando éramos muy poquitas. Así, fue muy fácil la integración en el equipo y en la nueva división. Hay gente con cierta experiencia en la liga y que si están a tu lado y te aconsejan día a día, la verdad es que se agradece”, nos contaba Gimeno.
Esta integración fue más fácil todavía gracias a la ayuda de Javier Fort (el entrenador) y de todo el cuerpo técnico en general. “Me fueron diciendo cuál iba a ser mi rol en el equipo. Cuando llegas a un sitio nuevo, si ya desde el principio la gente te arropa y ya te dice más o menos cómo va a ser el año, se agradece y todo va solo”.
El papel que se le exigiría a Vega no iba a ser, en principio, el de una jugadora determinante dentro de la plantilla (ya están como líderes, entre otras, las veteranas Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar), sino que más bien lo que se espera de ella es que tenga el compromiso de “aportar lo máximo que pueda”. Aunque dice no poder quejarse, pues el técnico confía en ella desde el principio. Pese a todo, nuestra chica se muestra ambiciosa. “Con la salida de Tamara (Abalde) espero tener más minutos”.
Ahora el Rivas, terceras en la tabla con un balance de 10-3, se planta en la Copa de la Reina con “las máximas ambiciones”. La alero valenciana es consciente de que su equipo ya fue capaz de ganar en el último partido de liga al Salamanca, quien será su rival en la semifinal copera. “Yo creo que se podría volver a repetir. Además, no teníamos a Amaya, y ahora se reincorporará. De ellas creo que Snell no jugará, así que ahí tenemos una cierta ventaja. Debemos afrontar el partido al máximo desde el principio para poder llevárnoslo, que yo creo que podemos”, afirma.
Quizá una de las claves del partido resida en el poderío físico de las chicas de Salamanca. “Ellas tienen un juego interior muy fuerte, incluso diría que el mejor de Europa, y ahí está nuestro punto débil. Tenemos que defenderlas muy intenso en el poste bajo. Y también habrá que tapar los tiros porque tienen buenas tiradoras. Yo creo que con una defensa cerrada buena como la que ya hicimos, e intentando correr, tendríamos serias opciones”, analiza Vega.
Esta Copa de la Reina se juega, para mayor atractivo, en Valencia, ciudad de origen de nuestra protagonista. Y se disputa en un escenario, el del Ros Casares, que en más de una ocasión, y sobre todo en categorías inferiores, ya le tentó para que formara parte de sus filas. “Me encanta, me encanta el hecho ya no de jugar mi primera Copa de la Reina, sino también de hacerlo aquí. Poder mirar a la grada y ver a tu familia y amigos, y saber que pueden disfrutar conmigo en esta primera experiencia, es muy especial”, concluye, sonriente.
Su primer compromiso como jugadora profesional en una Copa de la Reina coincide, además, con el día de su vigésimo cumpleaños. Será sin duda una fecha doblemente especial para esta perla del basket español, que no dudó en confesarnos cuáles son sus deseos para este recién estrenado 2011. “No me puedo quejar, la verdad. Le pido que las cosas me vayan, como mínimo, como hasta ahora”. Seguro que con esa alegría y humildad que le caracteriza, compromiso y sacrificio, Vega seguirá alcanzando, como viene haciendo siempre, todo aquello que se proponga.