la vida sigue igual

Ya pasaron varios días desde que Chema de Lucas anunció que el Barça y Thomas Heurtel estaban negociando la rescisión de su contrato y la vida en el Palau sigue igual. En medio, un partido ante Obradoiro, con victoria ajustada de los culés, en el que el francés tuvo buenos minutos y, sobre todo, una actitud diferente a la que había mostrado unos días atrás ante el Armani Milán. La situación del galo despertó un revuelo poco habitual teniendo en cuenta la precocidad del conflicto y del proyecto que se cuece bajo las órdenes de Saras. Él, justamente, fue uno de los máximos apuntados de la situación y, si bien tendrá su parte de culpa, como todos, la realidad es que tanto él como Heurtel deberán ceder en sus posturas en pos de un beneficio colectivo. Mientras tanto, los culés siguen intentando defender su liderato europeo ante el acecho del todopoderoso CSKA. El rival esta vez, sobre el papel el más débil de la competición, un Khimki necesitado de victorias que, como es usual, fiaría todo a la muñeca de Shved.

arrastrado a terreno ajeno

Jugar contra el Khimki suele ser un desafío, más allá de lo que digan los números. Un equipo programado para atacar y en el que quien defiende es la excepción. El Barça armó su plan de partido en base a ello, buscando no caer en la vorágine impuesta por los rusos, pero no pudieron resistirse. La locura anotadora absorbió a los culés que, a pesar de no sentirse tan cómodos en ese terreno, tienen jugadores cualificados para ello. Higgins es uno de ellos, su injerencia en el equipo está siendo menor de la esperada, pero no por ello se puede descartar a un jugador de su categoría. La agresividad para atacar el aro, propulsando el ritmo de los suyos, le permitió viajar con frecuencia a la línea de tiros libres. Ahí se siente como en casa. Quien más se benefició del huracán anotador fue Mirotic. A él no le hace falta que nadie lo desafíe, él es su propia motivación, su reto primario, el que se impuso al llegar a Barcelona, sigue vigente. El anfitrión de todo fue Calathes. El contraste de verlo jugar a tres revoluciones menos que el resto permite gozar más aún de un cerebro privilegiado. El griego seguro tendría problemas para pasar aquellos test en los que tenés que afirmar no ser un robot.

el asterisco se llama shved

La confección del Khimki, temporada tras temporada, sigue sujeta a la figura de un solo hombre: Alexey Shved. Él es la cura y la enfermedad. El problema y la solución. El ángel y el demonio. Para el equipo, pero también para él. Quizás por ello nunca triunfó en la NBA cuando demuestra, año tras año, ser uno de los mejores jugadores de Europa. No son muchos, sin embargo, los jugadores que quieran compartir pista con él. La pelota siempre debe ser suya, las decisiones también. En los últimos tiempos, sin embargo, ha comenzado a desarrollar una capacidad de pase de la que antes carecía, pero no por motu propio, sino porque cada vez más se somete a defensas de dos contra uno que le obligan a liberarse de la pelota. A pesar de fiar todo al ex NBA, el conjunto ruso tiene jugadores desafiantes en ataque, como Jordan Mickey, Karasev o Booker, incapaces de generarse sus propios tiros pero muy útiles como finalizadores. Esos son, justamente, los perfiles que necesita Shved. Kurtinaitis, el entrenador de los rusos, sabe la carta libre para el ‘1’ es condición sine qua non y que solo jugando a un ritmo enajenado pueden competir contra los grandes. 

DONDE PONE EL OJO, PONE LA PELOTA

competitividad asegurada

El Barça había logrado sacar pecho jugando a lo que quería el Khimki, y más aún lo hizo cuando logró llevar el partido a su terreno. Ritmo más bajo, tanto de anotación como del propio partido, control del rebote defensivo y ofensivas más trabajadas que le permitieran rebuscar la ventaja, siempre existente en la defensa de los rusos. Saras relegó a Abrines de la defensa de Shved para alternar a Higgins y Sergi Martínez en dicha tarea. Decisión acertada. Logró con ello disminuir el desgaste de Àlex y liberarlo para que decantara la balanza en ataque. Los moscovitas lanzaron manotazos de ahogado, tiros heroicos que no sirvieron más que para confirmar que son tan buenos como irregulares. Que tienen tanta calidad individual como desconocimiento del juego colectivo más allá de fiar todo al traslado de las ventajas obtenidas por Shved. Cory Higgins, su torturador, también lo fue en ataque. La mejor versión del estadounidense es la de uno de los mejores jugadores de Europa. El mérito blaugrana estuvo en saber competir cuando la corriente iba en dirección contraria. Y también en saber cambiarle el cauce, levantar el motor y volver a los remos. Esos nunca fallan.

el viejo mirotic

Mirotic había conseguido esta temporada ser el factor clave en diversos aspectos, en ocasiones en algunos en los que no lo había sido antes. Su carácter se vio realmente este año en acciones como la de defender a Bolmaro frente a Shermadini. Ese paso al frente del ‘33’ confirma su compromiso con la entidad blaugrana y su capacidad de liderazgo. Sin embargo, él sigue prefiriendo hablar dentro de la cancha, donde realmente importa. Su impronta anotadora fue la que mantuvo a flote al equipo en medio del frenesí de los primeros compases y su selección de tiro la que le permitió mantener el ritmo. La posibilidad de que repita como MVP se antoja compleja ante las rotaciones de Saras, aunque eso solo puede representar un beneficio colectivo. Pero esta vez no. Para remontar los rápidos hace falta alguien que los conozca mejor que nadie y Mirotic, de puntos, entiende bastante.

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