cuarenta y cuatro días después

Cuarenta y cuatro días pasaron desde la última vez que Barça y Efes se vieron la caras, los mismos desde que explotó de forma definitiva el ‘caso Heurtel’, con el incidente del aeropuerto en Estambul. Desde entonces, el Barça lleva once victorias y apenas una derrota, ante el Bayern. Ese traspié ante los turcos y el revuelo sobre el jugador francés, sirvieron de gasolina para la plantilla culé y ejercieron de punto de inflexión para retomar la racha ganadora, elevando incluso el nivel de juego por encima del mostrado en el mes de noviembre. Emergió el compromiso colectivo, pero también el talento individual. La mejor versión del Barça, con victorias trascendentales como la de CSKA, coincidieron con el paso al frente de jugadores como Cory Higgins, Pierre Oriola, Brandon Davies o Nick Calathes; y eso no es una coincidencia. Saras, a pesar de que Claver y Abrines siguen de baja, parece haber encontrado el equilibrio necesario que permita un juego vistoso y unos resultados convincentes.

de la mano de micic

Sigue existiendo en este Efes una sensación de revancha por aquella Euroliga cancelada. Quizás un sentimiento del que no puedan desprenderse jamás y que busquen descargar cada vez que pueden. Su irregularidad siempre había estado asociada a la selección de tiro, jamás al talento, y por ello el punto de mira se colocó infinidad de veces sobre Ataman. El nivel de sus bases, por ello, siempre fue el pilar fundamental de su ofensiva. En ellos recae la responsabilidad de hallar los mejores tiros posibles, a sabiendas de que tendrían ejecutores a la altura de las circunstancias. El Barça, por momentos, se centró en estos últimos, disminuyendo las opciones de pase pero regalando a los generadores la anotación. Y con Micic, hacer eso es un suicidio colectivo. El serbio cautivó la zona desde la media distancia hasta el hartazgo, y cuando el Barça atinó a obstaculizarle el paso, él encontró en Singleton y Beaubois a esos finalizadores que necesitaba. 

un equipo ‘moderno’

Una de las diferencias de este Barça y el del año pasado es que cuando el plan defensivo no sale, tiene recursos para competir igualmente. Eso es posible gracias a una ofensiva con recursos y una pizarra majestuosa, más que útil para romper malas dinámicas. De ahí la dimensión de Saras en el cambio, y también la comparación, odiosa, pero real. En encuentros donde el rival arrasa se evidencia el talento del que dispone la plantilla del Barça, más larga incluso de lo que se preveía a principio de temporada. Sigue faltando ese pívot que intimide, pero tienen todos los otros perfiles. En Calathes y Higgins se vislumbran los generadores imprescindibles para Jasikevicius, mientras que Mirotic, Kuric y, a rachas, Davies sostienen la anotación. El entrenador lituano los ha hecho congeniar, pero también les ha brindado las herramientas para solventar los obstáculos desde la táctica cuando el equipo carece de fluidez.

DAVIES ACARICIANDO EL CIELO

saber sufrir

Es en los grandes partidos en que se juzga a los equipos. Por su capacidad de imponerse, de dominar, pero también de saber sufrir cuando toca. Así lo hizo Efes, dominador en la primera parte y sufridor en la segunda. El Barça fue capaz de frenar la sangría defensiva y conseguir ajustar las piezas necesarias para acotar la ofensiva rival, limitando los tiros abiertos de los turcos. En dicha coyuntura emergieron, una vez más, los generadores del Efes para ‘dormir’ la pelota y pausar el juego. Su interpretación le permitió a los de Ataman sobrevivir en un terreno fangoso y ajeno a su juego, en el que Moerman tuvo que luchar cada rebote para generar segundas oportunidades y Sanli debió hacer del roce su mejor compañero. Si bien el marcador no le hacía justicia a la superioridad de los turcos en la cancha, ellos, sabedores de las sensaciones transmitidas, jugaban con la confianza de quien se sabe ganador.

con el ritmo de larkin

Medir la carrera de Larkin por su paso por la NBA sería quizás lo más injusto que se podría hacer con su trayectoria. El éxito jamás lo encontró de aquel lado del charco, pero su rendimiento en Europa ha sido superlativo durante años, justamente por un estilo NBA. Hace ya un par de años que flota sobre las canchas de los grandes del viejo continente, demostrando un arsenal pocas veces visto y una velocidad inalcanzable para cualquiera de los mortales que habitan en la Euroliga. El cambio de ritmo de Larkin es su punto diferencial, lo que lo desvincula del jugador promedio. Es, en definitiva, lo que le permite ejecutar a niveles inauditos. Las ventajas se le presentan a él como algo natural, porque no le requiere un esfuerzo excesivo encontrarlas. Eso usó para revolucionar el partido, contribuyendo a mantener el ritmo vertiginoso impuesto por los turcos en los primeros minutos. En Larkin se percibe un control del tiempo que no se presenta de forma habitual en Europa, una capacidad de amontonar ‘cadáveres’ a su paso que solo se le reconoce a tipos de otra liga.

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