duelo picante desde la previa

Al partido no le hacían falta alicientes, ninguno. El Barça enfrentaba a uno de los grandes equipos de la competición que hizo una inversión importante en el verano para aspirar, por fin, a reinar en Europa. Aún así, el encuentro tenía varios condimentos especiales. El regreso de Delaney al Palau, uno de ellos. Queda lejos ya aquella vuelta a la competición tras el confinamiento en la que el base no se presentó a los entrenamientos para disputar la Fase Final en Valencia y que derivó en la separación de los caminos del Barça y el jugador, pero aún así enfrentarlo era uno de los atractivos principales para los culés. Por otro lado, los culés necesitaban la victoria para despejar algunas dudas, más externas que internas, después de la derrota ante Olympiacos. Poco eco se hizo del noviembre casi perfecto de los de Saras en comparación al que tuvieron las derrotas ante Asvel, Valencia y los griegos. El equipo aún está en fase de formación y de asimilación. Ideas nuevas, conceptos que se ubican en las antípodas de los de antaño y poco tiempo para trabajarlos. Siempre fue más fácil trabajar después de una victoria que hacerlo tras una derrota. Entre tanto aliciente, un único asterisco: la baja del Chacho Rodríguez.

altibajos: vieja y mala costumbre

La deuda pendiente de este Barça sigue siendo la continuidad. Mantener un cierto nivel durante todo el encuentro, o al menos gran parte del mismo. Las desconexiones, viejas conocidas, cada vez le cuestan más caro. La defensa fue su termómetro para lo bueno y para lo malo. 15 puntos encajados en el primer cuarto, 28 en el segundo. Había conseguido el equipo de Saras cortar la fluidez de los italianos gracias a la presión sobre la pelota y una buena comunicación en las segundas ayudas, hasta que el rebote ofensivo del Milano empezó a convertirse en un problema. Ni Davies, de gran aporte en ataque mientras estuvo centrado, ni Oriola pudieron contener las incursiones de Jeff Brooks y Kyle Hines. El ataque se lo repartían entre el propio Davies, Mirotic Higgins y Kuric, tan acertado como de costumbre. Saras se retorcía viendo como sus jugadores desperdiciaban en su aro lo que tanto les costaba conseguir en el opuesto. Defender, a veces, es cuestión de actitud.

el regreso de malcom

El morbo estaba servido desde su llegada, pero aumentó en cada jugada en la que Delaney recordó a sus detractores que su problema no es de calidad, eso le sobra. Él fue quien llevó la batuta de un equipo que aumentó el tono físico a medida que avanzaron los minutos. La experiencia del equipo, la de Hines, Messina o Micov, también ayuda en eso. Los italianos leyeron el partido a la perfección y gracias a una presión intensa sobre la pelota lograron anular las ventajas conseguidas por los culés en las acciones de bloqueo directo. Eso fue suficiente para cortarles la fluidez. Mientras Delaney enloquecía a los exteriores, Hines se escabullía entre los más grandes. A él nunca le hicieron falta centímetros para hacer notar su planta. Su envergadura se mide en kilos y en experiencia. Más sabe el diablo por viejo que por diablo.

EL INICIO DEL FINAL

a flor de piel

Los fallos propios del Barça parecían condenarlo a una nueva derrota. Los italianos encontraban huecos en todos los ataques y los españoles se veían cada vez más desterrados. Heurtel, inédito en el último encuentro, entró a pista con el desgano de quien está donde no quiere. El equipo se contagió de su lenguaje corporal, de su actitud abatida. La cabeza baja de todos anunciaba lo peor, incluso Saras intentaba dar ánimos a los suyos. Hasta que el partido se giró y las emociones se invirtieron. Los culés pasaron de cabizbajos a sonrientes, de no aplaudir a romperse las manos haciéndolo, de lamentar a festejar. Mientras Delaney seguía confirmando la ley del ex, el Barça ganaba terreno de forma coral con Mirotic y Davies luchando cada bola debajo del aro, con Higgins metiendo esos tiros que tanto se le reclaman y con Calathes demostrando que la vieja escuela de los bases sigue más viva que nunca. El encuentro de los roces acabó con una alfombra hacia la victoria. Del ring de boxeo a la pasarela y los flashes, con parcial de 23-2 en los últimos cinco minutos. Los nervios de Saras se convirtieron en satisfacción por una muestra de carácter imponente de sus jugadores. El baloncesto también es un estado de ánimo y en el baile de las emociones solo sonríe el que sabe moverse.

el mejor davies

Es difícil saber cuál es su techo, o cuál sería si lograra mantenerse concentrado en el juego durante todo el encuentro. Lo cierto es que Davies es uno de los hombres llamados a subir su nivel y eligió una noche especial para hacerlo. Cambió su tozudez en acciones irrelevantes por carácter en momentos decisivos y encontró el equilibrio necesario entre una locura necesaria y una calma anhelada. Este es el Davies que Saras convirtió en el mejor pívot de la Euroliga y este es el que puede hacer que el Barça suba un peldaño más. Su partido fue un espejo de lo que fue el Barça, ese remolino de sentimientos que cuando pudo controlarse encontró la calma y con ello el buen andar. El estadounidense tuvo la paciencia necesaria cuando las cosas no le salían y encontró en esa paz la capacidad de leer la superioridad que tenía en muchas acciones y de la que en tantas ocasiones ni siquiera era consciente. El punto final, por supuesto, tuvo su sello de locura, de potencia. Acabó con dos mates en los que casi se lleva el aro a casa, aunque finalmente acabaría llevándose el partido.

ESTADÍSTICAS