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2567 días pasaron desde la última vez que el Barça disfrutó in situ de una Final Four. En aquella ocasión salió victorioso ante el CSKA en la lucha por el tercer puesto. Salió victorioso del partido que ninguno de los presentes quería disputar. Desde entonces el ostracismo ha sido abrumador. Al menos a nivel europeo. Desde Xavi Pascual, ningún entrenador fue capaz de llevar al conjunto blaugrana a la cita más importante a nivel continental. Desde Navarro, ningún jugador tuvo el talento, y el carácter, para hacer lo propio. Por ponerlo en perspectiva, Gasol aún jugaba en los Lakers, Mirotic se besaba el escudo del Real Madrid, Calathes estaba experimentando en la NBA y Bolmaro era apenas un niño de 13 años que se debatía entre el atletismo y el baloncesto. Así de larga fue la espera para los aficionados del Barça. Les tocaba disfrutar, aunque Milan luchase para aguar la fiesta.
el dios griego
Calathes funciona y el Barça funciona. Así de simple. Se vio en la serie contra el Zenit cuánto dependía de él su equipo. Que si los espacios para su generación eran reducidos, la fluidez ofensiva del Barça era inexistente. Así son los genios. Todo o nada. Con Delaney como defensor, Calathes se reconcilió con la libertad. Eso sí, eligió el comunismo como base deportiva. Su mapeo de la cancha le permitió resolver con facilidad las defensas de ayudas planteadas por Milan, en la que dejaron tirar al griego para limitar sus penetraciones. No lo consiguieron. El ‘99’ obligó a Messina a rectificar su estrategia atrás y eliminar las ayudas en su marcaje, porque el propio Calathes había desmantelado todo asistiendo a Pau, Mirotic, Higgins y compañía. Saras volvió a fiar todo al griego, que ideó pases cual misiles. El entrenador del Milan buscó limitar a los soldados del Barça y liberó con ello al cabecilla del grupo.
puntos donde no hay nada
Sabía Milan que el Barça era una arrolladora defensiva -lo dejó en apenas 56 puntos en el último duelo de temporada regular- pero aún así supo rebuscarselas en el barro para descuadrar a los de Saras. No logró hacerlo desde el colectivo, desde la pizarra, pero sí desde el talento. La luz que desprende Punter ya no es una novedad, aunque eso no quite que sea una de las revelaciones del año. Demostró su evolución para leer las ventajas generadas y sacó faltas a su antojo. Su muñeca ya da para mucho más que meter tiros. La primera piedra, eso sí, la había puesto Micov. Dejó atrás a Abrines cada vez que quiso, jugando con las ventajas de veterano que le otorgan sus 36 años. Junto a ellos, el Chacho y Shavon Shields decidieron revelarse. Lo hicieron ante una jaula defensiva casi perfecta que los obligó a rebuscar en el baúl de los recursos técnicos. Al Olimpia Milano jamás le faltó talento.
LA DESFACHATEZ DE BOLMARO
¡ES EL HÉROEEEEEEEEEEEE! @chiggins11 y su histórica canasta que mete el @FCBbasket en la GRAN FINAL de la @EuroLeague
¡LA LOCURA! #Final4enDAZN pic.twitter.com/2dn7iIEXez
— DAZN España (@DAZN_ES) May 28, 2021
los motivos de mirotic
Mirotic volvió a España, al Barça, para jugar estos partidos. Para vibrar con un torneo que no te permite relajarte. Con un torneo en el que no hay series a siete encuentros ni partidos intrascendentes de temporada regular. Con un torneo que paraliza el baloncesto europeo durante un fin de semana y en el que la igualdad es el sello de identidad. Mirotic volvió a España para sentirse importante y lo fué. Su intrascendencia en la serie contra el Zenit le significó dudas, incertezas. No sobre su calidad, sino sobre su temple. Él se encargó de disiparlas en el único partido que no tenía revancha. Su puño en alto siempre fue mucho más que un festejo. Hoy también fue un signo de rebeldía. Sus triples ante Milano ahuyentaron fantasmas y difuminaron el aura negra que lo acompañaba desde hace un par de semanas. El temple del Barça fue el de Mirotic. Por el qué y por el cómo.
higgins hasta el cielo
La de Higgins es una historia de amor. De amor por el deporte, por el baloncesto. Lo tenía en la sangre, pero también en su círculo más próximo. Que sea ahijado de Michael Jordan es una más de aquellas señales que marcan a los elegidos, que distinguen a mortales y perennes. Por eso el tiro ganador fue suyo. Su partido no fue el mejor, ni mucho menos. Pero tampoco fue un ancla para los suyos, porque entre sus virtudes también está la del racionalismo. Se apartó y dejó brillar al resto cuando la pelota se hizo más amiga de los demás, pero la llamó rápido cuando nadie más se hubiese atrevido a hacerlo. El tapón de un lado, la daga del otro. Quizás el jugador más completo en ambos lado de la cancha de todo el continente. Decía Charles Bukowski que el camino del infierno está lleno de compañía, pero aún así es tremendamente solitario. Higgins cambió el rumbo en el último segundo. Su tiro lo catapultó al cielo.
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