Parece que Estados Unidos siempre es cuna de historias increibles más propias de guiones de Hollywood que de la realidad. Esta semana queremos acercaros a otra de esas historias que nos ponen la piel de gallina y que ESPN nos ha recordado.

"Sé un chico fuera de lo común Aus" eso es lo que Stephen Hatch solía decirle a su hijo. La gente poco común vive con integridad, siempre lo dan todo, y ellos no sólo dicen que van a entrenar duro, simplemente lo hacen. 

Lo que ha conseguido Austin es increible. Declara que ponerse la camiseta de Michigan es un sueño hecho realidad. Entrar por el tunel al parqué del Chrysler Center como miembro de los Wolverines no se ha convertido en una especie de llegada a meta. Más bien una especie de llegada a la Tierra Prometida tras un viaje de dimensiones bíblicas. 

Su ahora entrenador John Beilein comentaba: "lo que ha conseguido este chico en tan poco tiempo es milagroso. Una vez me dijo: entrenador, soy una persona muy afortunada. En toda mi vida tan sólo he tenido 2 malos días". Impresionantes palabras para una persona que ha vivido lo que os vamos a relatar.

Eran las 6 de la tarde del 1 de Septiembre de 2003 cuando un chico de 8 años se sentaba en el asiento del piloto de la avioneta familiar para trasladarse desde la cabaña vacacional en Michigan, hasta su hogar habitual Fort Wayne, Indiana. A bordo le acompañaba su madre Julie, su hermano pequeño de 5 años Ian, su hermana mayor de 11 años Lindsey, y a los mandos del aeroplano, su padre el Dr. Steven Hatch. 

Ya en el aire, lo que parecía un fallo técnico alertó al padre de familia. Las luces del panel de control empezaron a apagarse. Siguiendo las instrucciones de su padre, Austin revisó el panel. El motor había dejado de funcionar.

El avión acabó estrellado a las ocho de la mañana en Uniondale, Indiana. El fuego arrasó con el compartimento de pasajeros y el Dr. Hatch estaba sufriendo quemaduras graves. Michael Hatch, tío de Austin, describía: "mi hermano el Dr. Hatch sacó a Austin del avión y lo puso a salvo para después intentar sacar al resto de la familia. De ahí las quemaduras severas. Él salvó la vida de Austin".

Nuestro protagonista ni siquiera quiere recordar qué pasó después. Quiere borrarlo de su memoria. Su madre y sus dos hermanos no sobrevivieron: "Mi padre me llevó al cementerio donde mi familia estaba enterrada. Me dijo lo mucho que me quería y lo afortunado que era por tenerme, por no haberle perdido a mi también. Me dijo que teníamos que mirar hacia adelanta. Que debíamos hacerlo por mamá y mis hermanos".

El National Transportation Safety Board atribuyó el accidente a un error humano, a un fallo del piloto, y el Dr. Hatch logicamente no estuvo de acuerdo. Decidió volver a su trabajo y dejar su gran afición por los aviones de lado. Ahora, tan sólo estaban Austin, su padre, y el deporte que ambos amaban: "La mejor terapia para ambos era estar siempre juntos. Pasabamos horas en el patio de casa. Siempre tenía tiempo para jugar unos contra unos. Nada me hacía sentir mejor como el trashtalk mientras jugábamos. Era ridículo, pero divertido" Reconocía Austin.

Pronto hubo una nueva fuente de cariño cuando el Dr. Hatch conoció en 2004 a Kimberly Neal, una madre soltera de 3 niños: Britney, Maria y un chico también llamado Austin. Un romance placentero que fructifició en boda en 2005. Para Austin Hatch era recuperar la imagen de una madre. Kimberly se portó como tal con él y hasta logró que se dirijiese a ella como "mamá". Sus nuevas hermanas mayores se ganaron rápidamente el corazón de Austin y compartía tanto con María como con Britney su vida, su día a día. El acercamiento y cariño era total y se sentía muy arropado. 

En 2011, Austin ya estaba cerca de los 2 metros de altura cuando era sophomore en Canterbury High School, y ya pensando en jugar al siguiente nivel. Ya entonces tenía una universidad entre ceja y ceja: la que su padre apoyaba y seguía, y donde su difunta madre se había graduado: los Wolverines de Michigan. 

Una noche de febrero en 2011, el entrenador de los Wolverines, John Beilein, acudió a ver un encuentro de Austin, el cual hizo un partido impresionante acabando con 30 puntos y 16 rebotes. "Sabía desde el primer momento en que entré en aquella cancha que iba a ofrecerle una beca" reconocía Coach Beilein.

"Me llamó por teléfono, lo recuerdo perfectamente. Eran exactamente a las 13:45 del 15 de Junio, y me dijo que le encantaría contar conmigo en el equipo" Austin no se lo podía creer y no lo dudó ni un instante. La familia Hatch-Neal lo celebraron por todo lo alto en el barrio. "Fue uno de los momentos de máximo orgullo para mi"

Pocos días después, a finales de Junio, el Dr. Hatch decidió volver a volar con Kimberly y Austin. El mal tiempo les forzó a aterrizar en Charlevoix, Michigan. Nunca llegaron a hacerlo ya que acabaron estrellados a pocos metros de la pista de aterrizaje, en su parte norte. Las autoridades y las noticias anunciaban de manera oficial que dos de los pasajeros habían fallecido. Un tercer pasajero había sobrevivido pero con graves daños. Cuando Maria se enteró en el hall de su casa, comenzó a gritar: "No puede ser que haya ocurrido otra vez…no puede ser". Maria describía: "Todo ese tiempo que habíamos pasado juntos intentando formar una nueva familia, todo ese cariño que tenía por mi padre…se había esfumado de repente. No iba a volver nunca más".

Austin quedó en coma con daños severos en el cerebro. Los médicos no esperaban que despertase, y si lo hacía, lo más probable es que nunca más volviese a caminar ni hablar. Costillas fracturadas, esternón roto, pulmón perforado, cadera destrozada, y lo peor de todo, un daño neuronal que parecía irreversible. Cuando sus hermanas entraron en la habitación del hospital y vieron su estado, cayeron destrozadas al suelo llorando desesperadamente. Durante 6 semanas permaneció en coma inducido. En Julio pareció estabilizarse su estado, pero permanecía sin dar respuesta a los estímulos.

Para su hermana Maria fueron momentos muy duros: "Estaba en silla de ruedas, inmovil, como una estatua. No entendí como había podido sobrevivir a un accidente tan horrible. Tenía que ser una broma".

Cuando Austin comenzó a responder a estímulos externos, llegaron para él las peores noticias que se podía imaginar. Saber que había perdido a sus padres. Lo que sí tenía claro es que no sentía ningún tipo de remordimiento ni enfado con su padre por haber vuelto a pilotar una avioneta: "Nunca, jamás culparé a mi padre por volver a volar. Él ha sido para mi el hombre del Milenio".

El sueño del Dr. Hatch siempre había sido ver a su hijo con la camiseta de Michigan, formando parte del equipo. Ahora, eso era la meta de Austin: "Sólo tenía en mente el baloncesto. Y sabía lo dura que iba a ser la rehabilitación y todo el trabajo que debía realizar" En pocas semanas su coordinación había mejorado un montón. Austin se deslomaba cada día con los rehabilitadores.

Para John Beilein también fue durísimo: "La última vez que le había visto fue en una cancha haciendo mates, y ahora tenía delante de mi a un chico al que le costaba poner un pie delante del otro para caminar. Era una situación tremenda e impactante"

Continuó con la rehabilitación durante más de un año. Volvió a su casa en Fort Wayne y su hermana Maria se encargó de él hasta que en 2013 se mudó a Los Angeles para jugar su año senior de instituto. Allí vivió con su tío Mike y estudió y jugó en Loyola HS para el entrenador Jamal Adams: "Lo más complicado fue separar su mente de todas las tragedias sufridas y mentalizarle para llevarle a lo más alto en el deporte que amaba". Para su recuperación, Coach Adams se trajo al rehabilitador Rasheed Hazzard, que había recuperado el año anterior a Kobe Bryant: "Austin siempre me preguntaba que si quería ser parte de un milagro. Austin repetía los ejercicios una y otra vez. Quería mecanizarlos. En el momento que había una ligera diferencia con la perfección, volvía a repetirlo hasta que saliese". Austin se pasaba horas en el gimnasio y en la cancha. Grandes madrugones para estar a las 05:30 preparado para entrenar. Tras meses de duro esfuerzo, en Enero de 2014 vovió a disputar un partido. Su primera canasta tras 3 años sin jugar fue celebrada por sus compañeros y por el público por todo lo alto

Acabó graduándose en Loyola en Junio de 2014, y se desplazó a Ann Arbor donde su beca estaba esperando. Beilen reconocía que: "Había gente que pensaba que manteníamos su beca tan sólo por piedad o por pena. De ninguna manera. La gente no entiende lo agradecidos que debemos estar por tener a un jugador en el equipo con la fuerza de Aus y con el espíritu de superación y lucha que ha demostrado. Es un ejemplo para sus compañeros y una motivación"

Austin había llegado a su destino sabiendo que su arduo camino nunca había sido en solitario. Su familia siempre lo había apoyado. Incluso a aquellos que había perdido, permanecían vivos en su corazón guiándole en uno de los viajes más excepcionales e inimaginables en el mundo del deporte: "Mis padres estarían orgullosos ya sólo viéndome aquí en Michigan, pero creo que aún estarían orgullosos de ver como he reconstruido mi vida. Ellos están conmigo cada día y es gracias a ellos que he llegado a donde he llegado"

Impresionante la historia de este joven que aunque su impacto deportivo ha sido testimonial en su temporada como freshman con los Wolverines, no deja de sorprendernos y alucinarnos.

Tras finalizar esta temporada, ha dejado de ser jugador, pero sigue unido al equipo ya que ha pasado a formar parte del staff técnico y así mantener la beca y terminar la carrera en Michigan en honor a sus padres.

Este es el video hecho por la ESPN:

youtube://v/_IlumvZqt_8