El mítico Oscar Schmidt Bezerra ofreció un emotivo y emocionante discurso en la gala en la que fue nombrado nuevo miembro del Hall Of Fame. En esa intervención hizo mención con sorna a una de sus actuaciones más recordadas en su longeva carrera. Nos referimos a la final de los Juegos Panamericanos de 1987, en la que Brasil logró un hito para el recuerdo: ser la primera selección que derrotara en su propia país al Team USA. Los Panamericanos son un evento deportivo que se realiza cada cuatro años, concretamente el año anterior a unos Juegos Olímpicos. Se trata de una especie de mini cita olímpica a nivel del continente americano en la que se celebran competiciones de cerca de 40 disciplinas deportivas (las 28 olímpicos más otros adicionales como los bolos), entre las que se encuentra el baloncesto. En 1987, Indianapolis albergó estos Panamericanos. Y precisamente uno de los lugares con mayor tradición histórica en el deporte de la canasta sería el escenario de un hito que ha pasado a los anales de nuestro deporte. 

La selección de Estados Unidos partía, evidentemente, como máxima favorita para alzarse con el título en la competición de basket masculino, en la que participaban también Argentina, México, Panamá, Venezuela, Brasil, Canadá, Puerto Rico, Uruguay y las Islas Vírgenes y que tenía como sede el Marquet Square Arena. El Team USA estaba compuesto, por la imposibilidad de que participaran jugadores profesionales (prohibición dejada a un lado para permitir al Dream Team acudir a los Juegos Olímpicos de 1992), de jugadores provenientes de la NCAA. Entrenados por Denny Crum, mítico coach de los Cardinals de Louisville, el grupo estaba liderado por el “marine” David Robinson. Del resto de los seleccionados, destacaban nombres como Danny Manning, Rex Chapman, Willie Anderson, Pervis Ellison, Jerome Lane o Dean Garrett, además de otros jugadores como Fennis Dembo, Jeff Lebo, Jerome Richardson o el malogrado Ricky Berry

Estados Unidos se emparejó en la primera fase con Argentina, México, Panamá y Venezuela. Las cuatro selecciones fueron literalmente arrasadas, sufriendo derrotas por una media de entorno a los 30 puntos y anotando los chicos de Crum más de 100 puntos en tres de los cinco encuentros disputados (incluyendo el cruce de cuartos). Tampoco tendría dificultades en pasar por encima de Uruguay en los cruces de cuartos de final, derrotando a los charrúas por 105-81. El primer toque de atención para la soberbia de la exultante juventud de los estadounidenses llegó en semifinales, donde sudaron la gota gorda para derrotar a la Puerto Rico de un magnífico y recientemente drafteado por los Jazz Piculín Ortíz (31 puntos, 9 rebotes y 4 tapones), que mantendría un espectacular duelo con David Robinson (20 puntos, 13 rebotes y 4 tapones). Tras una lucha sin cuartel durante los 40 minutos, el USA Team vencería por un ajustado 80-75.

El rival de los Estados Unidos en la final iba a ser una Brasil que, como un auténtico ciclón anotador, había superado en las semifinales a México por un espectacular 137-116 … recordémoslo, en 40 minutos de juego. Oscar Schmidt había alcanzado los 53 puntos anotados, mientras que Marcel Souza se despachaba con 38 tantos. En 1987, Oscar era ya un jugador experimentado de 29 años que con su selección había disputado los Juegos Olímpicos de 1980 y 1984, además de ser miembro del quinteto ideal del Mundobasket 1986 celebrado en España. El histórico tirador jugaba en esos momentos en Caserta, rompiendo todas y cada una de las marcas anotadoras de la Lega. Desconocido para el gran público norteamericano, cuyo conocimiento del basket FIBA era nimio, había sido elegido por los Nets en la ¡sexta! ronda del draft de 1984 (elección Nº 131). Los de New Jersey llegaron incluso a ofrecerlo un contrato garantizado, pero Mano Santa declinó la oferta para poder seguir defendiendo los colores de su selección, ya que por aquel entonces los NBA eran considerados “profesionales” y no podían disputar competiciones por selecciones, que eran para deportistas “amateurs” (algo difícil de entender también en aquellos momentos).

El Market Square Arena presentaba una fantástica entrada para la gran final. Las grandes semivacías durante el resto de la competición aparecían abarrotadas por 16.408 espectadores que esperaba otra victoria más de su selección. La superioridad de los cachorros universitarios era patente al descanso, al que se llegaba con 68-54 en el marcador. Brasil no renegaba de su juego alegre, del run and gun. Pero la fortaleza interior y el mayor atleticismo de los norteamericanos era evidente. Con David Robinson a la cabeza (20 puntos y 10 rebotes), el Team USA estaba cerca de hacerse con el oro y sumar trigésimo cuarta victoria consecutiva en unos Panamericanos. 

Sin embargo, durante la segunda parte se desató la tormenta anotadora de los sudamericanos. El hasta entonces gris Oscar Schmidt afinaba su puntería para anotar nada menos que 35 puntos en la segunda parte. Para cuando Estados Unidos se quiso dar cuenta, Brasil remontaba en el marcador mientras que una bomba tras otra caía dentro de la canasta norteamericana. El vendaval ofensivo carioca dejaba muda a la parroquia local. Brasil se hacía con la victoria final por 120-115, en lo que supuso la primera derrota de la selección norteamericano de baloncesto en su propia casa. Oscar Schmidt, el héroe, no se lo podía creer. Tumbado en la cancha, su emoción era inenarrable. Sus 46 puntos, con 7/15 en triples, fueron básicos, fundamentales, en uno de los momentos álgidos de la historia de la sección brasileña y del propio jugador. No sería la actuación ofensiva más soibresaliente de su carrera, pero si la más importante. Y junto a él, tuvo a su eterno Robin en la canarinha, Marcel Souza que se iría a los 31 puntos, 20 de ellos en la primorosa segunda mitad de su selección.

La final del Panamericano en su integridad: