En esta vida, para todo a casi todo hay un estilo, una tendencia. Todo es muy trend y ahora triunfan el trap, los calcetines hasta media pierna o se llevan de nuevo las lentejuelas, para convertirse todo ello en mainstream, que es como se dice ahora. El Lasismo también es corriente, pero esa lleva ya tiempo funcionando…Salvo para el Barça Lassa, claro. Para los dueños del Palau no hay estilo que valga, no.

A Nacho Rodríguez y los suyos no les van las tendencias, ni los estilos. Ellos prefieren el cortoplacismo e ir año a año, partido a partido, como los futboleros. Ya veremos después cómo construimos. Nada que ver con el karate-press de Aíto, el basket control de Pascual o los fichajes que descosían la liga nuestra y llenaban el recinto de Les Corts de ilusión.

En otro intento de redención, este nuevo Barça por ahora gana o casi, que es lo que tiene que hacer. Pero, ¿transmite? Poco, muy poco, por ahora. Y del estilo, ni hablemos, claro. Temprano es, cierto. Pero este nuevo Barça de cuatro partidos y un par de pachangas de verano cumple con los guiones, por ahora, salvo en la denostada Euroliga, claro. 4-1 de balance global, pero y a pesar de las palizas a livianos rivales, parece ya un equipo deshilachado, como si de final de temporada se tratara. Como los lobos acechan el descuido de cualquier oveja descarriada, las plumas afiladas están (estamos) a la espera del primer desastre, de los primeros síntomas, de los remakes de anteriores temporadas. ¿Será este el sino del nuevo viejo Barça?

Habrá que esperar, eso sí, a que discurran más partidos, que muchos hay. Por ahora, una victoria cómoda ante el rodante Herbalife Gran Canaria, un triunfo sin brillo sobre el primo pobre manresano, un partido ganado sobre la bocina y con Pau Ribas al base y un palizón ante el imberbe y noble Tecnyconta Zaragoza en el, una vez más, desangelado Palau Blaugrana. O como dice Bartomeu, el peor pabellón de la Euroliga…Entre medio, el primer revés serio de la temporada en esa competición maldita que se llama Euroliga. ¿Será este el sino del nuevo viejo Barça?

Con un proyecto cortoplacista liderado por una leyenda cuasi jubilada, uno se pregunta dónde está el fallo. Este Barça gana, por ahora, a nivel doméstico, como de oficio. Como el funcionario que hace cada día su trabajo, el Barça Lassa se levanta temprano, hace las labores que su jefe le demanda, se toma el café en el tiempo que le queda para fichar y se vuelve a la cama con la misma fría ilusión de quien tiene, por pura obligación, que cumplir con su faena diaria. Y así lo transmite el desaborido Palau. Apenas transmite o cuando lo hace, es en modo académico, gris, triste, como en la fría Moscú, donde recibió el primer varapalo de la temporada en ese calvario en el que se ha convertido la Euroliga para este equipo.

Por el camino, nada de diversión. Ni una sonrisa, ni un gesto de complicidad o de relax. Discurre acongojado por los nervios, por las miradas, por la presión de tantas temporadas tiradas al limbo de las travesías desérticas. En cambio, en el eterno rival, con el mismo número de partidos, se comparten risas, se denota entusiasmo, se adivina felicidad, como si les diera igual ser campeones que subcampeones, como dirían los Javis, Fesser y Gutiérrez. Y estilo. Ocho años de pura alegría, no sólo en títulos, que también, pero sobre todo dentro de la cancha, corriendo, divirtiéndose, jugando a una cosa, salga bien o mal, pero apostando por ella. No como en el Barça Lassa.

En cambio, parece que desde las oficinas de al lado del Camp Nou sólo se visualiza un camino, el de ganar. Ganemos y después, ya seremos felices, se dirán los dirigentes, obviando por el camino, el propio camino. ¿Qué importa el camino? ¿Qué importa el estilo? Y es que a veces, el recorrido más rápido al éxito no pasa por los títulos…que se lo digan a Pablo Laso aquel mes de diciembre en el que estaba más fuera que dentro de ese Real Madrid que ahora enamora, además de ganar títulos, sí, además de ganarlos.

A qué juega este Barça? Pronto es para saberlo, cierto. Lo malo es que igual ni importa eso. Y eso es igual lo más malo. Pesic no está aquí para enamorar. Ya lo hizo hace 15 años. Pesic está aquí para sacar los coches de los garajes, para obligar a cada jugador a defender su 1×1 como si estuvieran empezando en esto y, si se tercia, a ganar algún título, como el brote verde de la Copa del año pasado. Pero no para enamorar, no para crear un estilo, no para llenar de nuevo el Palau (si esto vuelve a ocurrir algún día, claro).

Con Capitán Tomic como principal referencia en estos primeros partidos, los fichajes son buenos, no hay duda, pero no embelesan. Jugadores buenos, correctos, pero no referencias, que se van camino de Boston, un año más…Singleton, fichado por un año y el ordenador de Jasikevicius (ayyyyy, Sarunas…) Pangos, irrelevante hasta el último partido contra Zaragoza, parecen las apuestas con más chicha, que más ilusión han despertado. ¿Y la cantera? Vaya, mejor de esa ni hablamos… Suficiente parece que no es. Y menos sin estilo, claro.