Toda una vida llevaba Zeljko Rebraca jugando a baloncesto cuando decidió retirarse a mitad de temporada. Durante toda su carrera nadie ha puesto en duda su profesionalismo y, por muchos rumores que circulen sobre la reaparición de su famosa arritmia, es precisamente su capacidad de esfuerzo y entrega quien le lleva a retirarse.

“Estaba muy motivado y ya lo dije, quería dar una última oportunidad para seguir jugando porque amo este deporte y esta es ha sido mi vida durante los últimos 20 años. Lo he intentado muy duro este verano perdiendo peso y tratando de encontrar mi forma ideal tras perderme toda la temporada pasada y no ha sido fácil. Al principio hubo algunos problemas pequeños, pero eso lo esperaba. Lo que no esperaba eran las consecuencias”, decía el serbio sobre cómo se encuentra unos días más tarde de anunciar al mundo entero su decisión.

Rebraca, uno de los más fieros competidores del viejo continente está derrotado, y así lo asume: “los pequeños problemas que me aquejaban no eran cosas importantes, eran lesiones sin importancia, pero me hacían estar sentado en el fondo del banquillo demasiado tiempo viendo jugar a mis compañeros”, afirma con la seguridad del que entiende que su decisión es irrevocable. Quizá la pregunta más difícil de todas es precisamente esa: ¿Por qué ahora? ¿Por qué a mitad de temporada? No duda el de Apatin en enumerar las razones, de nuevo con una muestra enorme de profesionalidad, “no me veía útil jugando. Sí que me sentía útil hablando con mis compañeros, con los jóvenes del equipo y mostrándoles mi experiencia, pero no me veía a mi mismo, al inicio de este proyecto, en estas condiciones. No estaba jugando al nivel de al que yo esperaba estar a principio de verano, no estaba contento con lo que estaba dando”, dice y, tras guardar dos segundos de silencio como de reflexión, sentencia con una respuesta que de contundente se hace creíble: “Es algo que ha pasado en mi cabeza. El interruptor de disfrutar jugando a baloncesto se ha apagado. He tenido más regresos que otra cosa este año. Al principio reaparecía a finales de septiembre, luego noviembre, luego diciembre, ahora se decía que para la Copa del Rey. Nunca ha sido fácil”.

Sobre la posibilidad de que la situación fuera diferente si hubiera gozado de más continuidad, es él mismo quien aclara ese escenario, porque precisamente es la falta de continuidad la que hace que se plantee la retirada, “si hubiera jugado algunos partidos en condiciones normales sería diferente. Es cierto que he jugado algunos partidos en ULEB Cup y no me he sentido mal, pero no estaba bien. No confío en que pueda recuperar el nivel que me hizo ser un buen profesional. Es algo mental”.

Cuando él toma esa decisión, Pamesa le ofrece la posibilidad de seguir vinculado al deporte de su vida con un contrato por partidos. A tanto jugase, tanto cobraba. También lo rechazó, dice, porque “no creo que pueda ayudar en la medida que el club espera de mi. Es una situación extraña pero si hubiera vuelto seguro que me hubiera vuelto a pasar algo y otra vez unos días fuera”, también nos aclara que las estadísticas, no tan malas como pueda parecer con la camiseta taronja, no le importan nada y que se guía por sus sensaciones en la pista y éstas no son buenas. “Sé que es difícil de entender, pero aún más de explicar. Cuando iba a entrenar, últimamente, era extraño porque veía que no daba el nivel que esperaba dar, y era triste para mi verme en esas condiciones. No quiero ser infeliz en una pista, no con la situación y el contexto que estaba bien, sino conmigo mismo. Estaba bien unos días y luego estaba el doble sin poder jugar. Es muy difícil de explicar después de 20 años jugando a baloncesto, pero es así de simple. En mi cabeza aparece un día que ya es suficiente, que no me veo jugando más a baloncesto. Es decepcionante después de 20 años tomar esta decisión”. Al respecto de esa decisión, sin duda complicada, Rebraca afirma que estar en España, y en Valencia, ha sido muy bueno para él por el contexto en que se ha encontrado: “Ha sido una muy buena experiencia para mi sentir aquí estas cosas que me han llevado a retirarme porque la gente se ha portado excepcional. He estado en muchos clubes con estos mismos problemas físicos y ninguno se había portado como Pamesa, que me ha esperado, que no ha depositado en mi presión ninguna. Me firmaron pese a la lesión y eso significó mucho”.

Llega el momento de la reflexión y lo primero que le viene a la mente al serbio es el año que pasó en Fuenlabrada jugando con Partizan, donde “la gente fue absolutamente amable, nos ayudó mucho”. Todo el mundo mencionó cuando Pamesa jugó en Fuenlabrada que era el ‘regreso a casa’ de Rebraca, y él va mucho más allá, “recuerdo que cuando jugamos contra Estudiantes y los fuenlabreños nos apoyaban a nosotros y no al club español fue como una inyección que nos hizo ganar el partido y la Euroliga”. Y no acaban ahí los elogios porque afirma sin rubor que sin ellos jamás hubieran podido hacer nada: “Pasábamos cinco de cada 14 días en Madrid, y sin la ayuda que nos dieron sólo hubiéramos sido un equipo peligroso. Éramos un equipo muy joven y eso nos convirtió en campeones”.

Es generoso no sólo con la gente de Fuenlabrada, sino con España en general al afirmar que su tiempo aquí ha sido siempre excelente “con mi equipo nacional, en Barcelona cuando ganamos el Europeo, incluso cuando ganamos contra Pamesa la Saporta. Siempre he estado bien aquí”.

Es difícil quedarse con aquella Copa de Europa o con la Saporta, o incluso con la Euroliga del 2000 con Panathinaikos y, pese al recuerdo emocionado de todas ellas, la copa que le viene a la mente como mejor momento de su carrera es la de Campeón del Mundo en 1998, cuando él cambió el partido.

Atenas, final del MundoBasket 98 y Rusia gana a Yugoslavia por 54-53 cuando quedan 120 segundos para el final del partido. Unos tiros libres de Alexander Djordjevic colocan a los ‘plavi’ por delante con minuto y medio para el final. Karassev con la bola, varios bloqueos dejan libre en el frontal del triple a Panov, que inicia una penetración y acaba anotando ante los pívots balcánicos, entre ellos Zeljko Rebraca, que entiende esa canasta como algo personal. Rusia vuelve a estar uno por encima pero Kissourine comete su quinta falta personal sobre Djordjevic, que acude a la línea, y anota los dos. 49 segundos y Yugoslavia gana por uno, 56-57. Babkov, en pista por el expulsado, inicia la jugada en el lado derecho del ataque ruso, se la da a Panov que inicia la penetración y asiste a Mihailov que ve como todo se hace oscuro ante él.

Hasta ahí la final fue una. Desde ahí la final se llama Zeljko Rebraca. Un tapón, a Mihailov, cuando Yugoslavia gana de uno, un rebote ofensivo y canasta en la jugada siguiente y unos tiros libres que colocaban a su selección a cuatro puntos de Rusia cuando restaban cuatro segundos Y así lo recuerda él: “Dominé todo el mundial, y en el último minuto ya sabes lo que pasó, y cambié el partido y acabamos ganando. Luego cuando volvimos a Belgrado había 600.000 personas esperándonos”. El mundial logrado en el pabellón del Panathinaikos “fue especial para mí porque la prensa nos catalogaba como los niños. Danilovic, Savic, Divac estaban mayores y los jóvenes como Bodiroga, Tomasevic, yo mismo nos dijimos ¿por qué no?, ¡hagámoslo! Si queríamos hacer algo importante teníamos que dejar de estar a la sombra de esos grandísimos jugadores y hacer algo por nosotros mismos sin ellos”, recuerda orgulloso.

Se emociona cuando recuerda los años en que él era quien imponía la ley en las zonas de Europa, y afirma que prefiere no quedarse con un solo momento, sino con los años que van desde 1996 hasta 1999, cuando él, dice, gozó de su mejor baloncesto. Aunque a decir verdad tampoco le hace ascos al otro gran momento de su carrera, en el 2000 cuando es elegido MVP de la Liga Griega y también de la Euroliga con Panathinaikos. “Es un equipo en el que no es fácil jugar con tantos buenos jugadores. Además como se gastan tanto dinero esperan siempre lo mejor, y al final me nombraron MVP del campeonato y también de la Euroliga. Ese año para mi fue increíble, con Bodiroga, Koch, Johnny…”, afirma satisfecho de haber destacado en los verdes, y también afirma que nunca ha tenido la sensación de superioridad absoluta para con los rivales que tuvo esa temporada, “sabías que ibas a ganar. No sabías por cuanto, pero sí sabías que acabarías ganando y era una sensación muy fuerte”.

El culpable, atendiendo a esos dos momentos que él decide recoger como los mejores de su carrera es Obradovic. Quien estuvo en el banquillo con él durante más de seis temporadas y en el equipo nacional. “Me ha enseñado mucho, empleó mucho tiempo en mí cuando yo era joven y seguía haciéndolo en 2005. Hemos estado muchos años juntos y es como una especie de mentor”, dice recordando a uno de los entrenadores europeos más influyentes de la historia aunque también afirma que entenderse con él es muy difícil y que la relación que aún mantienen es muy intensa, “hemos llegado a discutir muy amargamente e incluso casi hemos llegado a las manos alguna vez, me ha expulsado de los entrenamientos, pero un mes más tarde todo estaba superado y ganábamos juntos. Era una sensación extraña, una relación muy buena pero difícil de entender. Él es el mejor entrenador que he tenido nunca”.

En un tono mucho más cordial, menciona a Mike Dantoni, del que afirma aprendió muchas cosas que le hicieron mejorar como pívot. Y que su particular estilo, igual hace diez años en la Benetton que el que ahora practica en Phoenix, hacía que todo el mundo tuviera mucha libertad en la pista, pero eso sí, corriendo mucho. “Hasta Pitis corría con él”, afirma entre risas.

Sobre el futuro, tiene claro que se dedicará al baloncesto, y seguramente será un buen manager, que es como se ve dentro de un tiempo, afirma que las oportunidades no la van a faltar tras 20 años recorriendo el mundo del baloncesto, pero que ahora quiere tranquilizarse, adaptarse a la vida de una persona que ya no es deportista profesional y cuando se sienta con ganas volverá. También lanza un guiño a los aficionados de Pamesa, del que dice es un equipo “muy bien construido y que necesita tiempo para creer en sí mismo, pero si logra hacerlo será un equipo muy peligroso porque hay mucho talento”. Volverá a España para ver algún partido de su último equipo, confirma y dice que espera ver a los de Katsikaris “hacer algo muy grande pronto”.