Aquel rebote de Szczerbiak cerró una etapa. Era la séptima Copa de Europa, era el rebote que sellaba el marcador, en 89 a 85. 1980. El Maccabi, aquel Maccabi de Aroesti, Berkowitz, Silver, Perry y Williams, había sido víctima del Real Madrid. Se iniciaba la década de los ochenta, y qué mejor forma de iniciarla que con una nueva Copa de Europa. Podía ser una nueva década de dominio, esta vez de la mano de Lolo Sainz. Iturriaga, Romay, Corbalán forman parte de esa plantilla. A ellos, con el paso de la década, se le unirían distintas estrellas: Mirza Delibašić, Wayne Robinson, Bryan Jackson, Johnny Rogers o los tristemente desaparecidos Drazen Petrovic y Fernando Martín.
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El Madrid regaló grandes momentos para la historia en la década de los ochenta. Mas aquellas tardes de gloria no obtuvieron su merecido reconocimiento. Finalizaba la década sin obtener una Copa de Europa. Alcanzaban la final en 1985, pero Petrovic enterraba los sueños blancos. Y la década terminaba de la peor forma, con la muerte de Fernando Martín.
El Real Madrid comenzaba dando tumbos en la década de los noventa. La marcha de George Karl (en dos ocasiones), el fracaso de Wayne Brabender, o el fallecimiento de Ignacio Pinedo. Seguían llegando los títulos, pero no era lo mismo. Luyk logró una nueva Recopa, tras la trágica final de Korac un año antes. Aunque no era suficiente.
En el verano de 1992, el Real Madrid le da un vuelco a su historia. Aterriza en la casa blanca un nuevo inquilino: Arvydas Romas Sabonis. El Madrid lograría el doblete, con Copa y ACB, además de llegar a la Final Four, donde caen ante Limoges, a la postre campeón. En verano, añaden más leña al fuego y se hacen con un nuevo compañero para Sabonis: el americano Joe Arlauckas. Sin embargo, este año sólo logran la ACB, cayendo en cuartos de final de Copa de Europa ante Olympiakos, de forma que acaba la primera etapa de Luyk en el banquillo madridista (volvería en 1998). Llegaba al banquillo del Real Madrid una nueva forma de entender el baloncesto. La llave para ser campeón de Europa, habiendo logrado ya dos, con tan solo 34 años. Zeljko Obradovic sería el encargado de llevar al Real Madrid a la cima de Europa.
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Lasa, Santos, Antúnez, Biriukov, Garcia Coll, Ferrer, Antonio Martín, Cargol, Arlauckas y Sabonis. En ACB, Rimas Kurtinaitis, que no podía disputar la máxima competición europea por la prohibición de dos extracomunitarios. Todo ello comandado por el ya mencionado Zeljko Obradovic.
No sería la mejor temporada del Real Madrid en cuanto a resultados. En liga ACB no pasarían de semifinales. Y en Copa del Rey caerían ante el Taugrés, que sería campeón. En Copa de Europa, una primera fase donde acaban segundos, lo que les haría enfrentarse en cuartos de final a la Cibona de Zagreb, donde militaban Rimac, Alanovic o Mrsic, entre otros. No se complicaría demasiado el Madrid en cuartos: 78-82 en la ida en Zagreb, y 82-70 en Madrid. Las puertas de la Final Four estaban abiertas.
Allí esperaría el Limoges, equipo que ya había eliminado al Real Madrid dos años antes. El Limoges que había ganado una Copa de Europa de la mano de Michael Young y, por supuesto, Bozidar Maljkovic. El Limoges que mató el ritmo del baloncesto en Europa e hizo de la defensa su bandera. El enclave, Zaragoza, en el mítico Pabellón Príncipe Felipe.
Obradovic había aprendido del propio Maljkovic. Sabía a lo que se enfrentaba. ¿Que tu estrella es Michael Young? Pues Ismael Santos encima. El gallego tenía un físico privilegiado, y a pesar de medir “sólo” 1.92, se emparejaba con cualquiera. Junto a él, de inicio García Coll y Antúnez, cerrando el quinteto el juego interior de siempre: Sabonis y Arlauckas. La dupla interior del Madrid era imparable, más aún teniendo en cuenta la falta de centímetros del juego interior del Limoges, formado por Tim Kempton, que pasó por Girona, y Jim Bilba, ex del TAU Cerámica. Kempton era un 2.08, pero Bilba apenas llegaba a los 2.00 metros, mientras que Sabonis, con 2.22, y Arlauckas, con 2.05, ofrecían una clara superioridad física.
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El partido fue por los derroteros esperados. Un partido de ritmo lento, casi insidioso. Michael Young no podía superar a Santos, y se quedaba en 9 puntos, con 2/11 en tiros de campo. El Real Madrid pasaría por encima del Limoges gracias a la actuación de Sabonis, con 21 puntos y 9 rebotes, y de Arlauckas, que anotaba 12 puntos, cogería 8 rebotes y conseguiría robar, nada más y nada menos, cinco balones. El pase a la final se sellaba con 62 a 49 en el marcador. 101 puntos entre los dos equipos.
Era la final del Real Madrid. 10 años habían pasado de la anterior final, cuando Petrovic destrozó a los blancos. 15 años del último título, aquel que certificó Szczerbiak con un rebote. Sabonis y Arlauckas. Arlauckas y Sabonis. Y la genialidad de Obradovic.
En frente, Olympiakos. Un Olympiakos que anhelaba el cetro europeo. El que quería vengar la final ante el Joventut. Bendita final. Y amarga venganza les esperaba.
Los griegos, que aún mantenían la “K” en el nombre, presentaban una plantilla “escasa”: Efthimis Bakatsias, Giorgios Sigalas, Antonios Stamatis, Argiris Kambouris, Eddie Johnson, Franko Nakic, Nikos Fassoulas, Milan Tomic, Dragan Tarlac y Aleksander Volkov. Un elenco de estrellas entrenado por el mítico Giannis Ioannidis.
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Obradovic no cambiaría el guión de semifinales: Antúnez, Santos, García Coll, Arlauckas y Sabonis. Olympiakos salía con Tomic, Sigalas, Johnson, Fassoulas y Volkov. Wieslaw Zich y Carl Jungebrand serían los encargados de arbitrar el encuentro. El balón, al aire. Comenzaba el partido. Y Sabonis golpearía primero, con un triple. Le respondería Sigalas, desde la esquina, aunque la darían de dos. El partido era de ritmo lento, con fallos constantes por parte de ambos equipos. Pérdidas de Olympiakos, que buscaban a Johnson como si no existiera otro jugador sobre la pista, cuando éste tenía a un incansable Isma Santos encima. Antúnez mataba el juego en cada ataque, buscando al gigante lituano en la zona. Contactos constantes, golpes, agarrones. La defensa en su máxima expresión. Cinco minutos de partido y 12-4 en el marcador. Johnson se desesperaba, con 1/4 en tiros, de la defensa de Santos. Sabonis dominaba a su antojo. Todo encajaba.
Bakatsias y Tarlac cambiarían el devenir del partido. Eso, y las faltas, con dos consecutivas, y muy discutibles, que le señalaban a Arvydas. Las rotaciones parecían beneficiar a los griegos, que recortaban la distancia, llegando a colocarse a cuatro, 12-8. Entonces, el Madrid volvería a despegarse, gracias a Eddie Johnson. Un parcial de 8 a 0, abría brecha. ¿El motivo de dicho parcial? Una antideportiva del americano a Santos, que estaba acabando con su paciencia. Ioannidis buscaría soluciones a través de su pizarra, dando con un triple de Milan Tomic. Los griegos no lograban anotar con facilidad, aunque sí hacían daño desde el rebote ofensivo, donde el Madrid se veía superado ante la imposibilidad de Sabonis de acudir al contacto. Olympiakos aprovecharía para recortar en el marcador, hasta que Arlauckas apareció. 1/8 en tiros llevaba hasta aquel momento, en el que anotaría cuatro puntos consecutivos y daba alas a los suyos.
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Llegaría, entonces, la mayor de las preocupaciones para el Real Madrid. La tercera de Sabonis. Menos de tres minutos para el final de la primera parte, y la estrella lituana se marchaba al banquillo, entrando en su lugar Antonio Martín. Los blancos mantendrían la ventaja, marchándose al descanso con una ventaja de diez puntos (38-28).
Obradovic dejaría a Sabonis en el banquillo, iniciando con Antonio Martín, que anotaba nada más comenzar la segunda parte. Siete minutos tardaría Zeljko en volver a meter a Sabonis, pero el lituano cometería su cuarta falta personal, teniendo que volver al banco. El líder de aquel Real Madrid estaba al borde de la eliminación. ¿Algún problema? En absoluto. Olympiakos desaparecido en ataque, con Johnson rozando el ridículo, y Antúnez y Arlauckas eran los líderes de los de Obradovic. Atascados en ataque, sí, pero muy sobrios en defensa. Los griegos sólo despuntaban en el rebote ofensivo, merced también a los numerosos fallos en el tiro que registraban.
Nakic hacía acto de presencia, el más destacado de un Olympiakos que no demostraba nada. Sin embargo, el desacierto del Real Madrid, que notaba la baja de Sabonis, parecía hacer mella, obligando a Zeljko a volver a contar con el lituano. Y, esta vez, acertó. Cuatro puntos suyos, y una canasta de Arlauckas, ponían el 58 a 47 a falta de poco más de cuatro minutos. Y se acabó. Poca historia en los últimos minutos, con los griegos buscando la falta personal, con el fin de que el Real Madrid no anotara desde la línea de personal. Sabonis conectaba con Arlauckas, el público enloquecía, y la final estaba encarrilada. Un minuto de fiesta. “Campeones, campeones” cantaba el público merengue en Zaragoza. Cuatro esquinas, a dejar que el tiempo pase. El minuto más largo. Cargol anotaba. El clímax. La bocina. 73-61. Sabonis, 23 puntos. Arlauckas, 16. Olympiakos registraba un 21/59 en tiros de campo.
La fiesta llegaba a la pista. Arlauckas posaba con su hijo en pista. Antúnez, Arlauckas y Sabonis, en el centro de la foto. El cetro europeo en sus manos. Obradovic lograba su particular triplete: tres equipos, tres finales, tres Copas de Europa. El serbio (en aquel entonces, yugoslavo), demostraba estar bendito. O ser diferente al resto.
20 años. 20 de la última corona europea del Real Madrid. 20 años han pasado desde que Sabonis y Arlauckas arrasaran las pintura de toda Europa. 20 años desde el último título de la máxima competición europea en el Real Madrid. Y hoy, 20 años después, los madridistas se preparan para su final en Madrid. En casa. ¿Cumplirán con el homenaje?
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