Daniel Fernández Mercadé (1929-2015) fue un personaje clave en la historia de la modernización de basket en España en aquellas poco profesionales décadas de los 60 y 70. El Saporta catalán, como le conocían, revolucionó el Joventut consiguiendo hacer un paréntesis en la hegemonía del Real Madrid así como impulsando la construcción del pabellón Ausiàs March de Badalona o potenciando la primera revista de baloncesto que existió en nuestro país, Rebote. Pepe Fernández, su hijo, le ha rendido homenaje escribiendo un libro que ha realizado después de 5 años, para dar a conocer la figura de uno de los primeros mánagers modernos de nuestra historia. “Construyendo la Penya” también recoge el testimonio de gente tan importante en la trayectoria de nuestro deporte como Eduardo Kucharski, Nino Buscató o Emiliano.

¿Quién era Daniel Fernández Mercadé?

Dani Fernández Mercadé fue mi padre. Pero también fue un personaje clave en la historia de la modernización del baloncesto catalán y español durante las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado: fue jugador (en dos equipos: Círcol Catòlic de Badalona y Centre Catòlic de Olot), entrenador (Centre Catòlic de Olot), directivo (de tres clubes: Círcol Catòlic de Badalona, Joventut de Badalona y F. C. Barcelona) y mecenas. Además, participó activamente como federativo del baloncesto en todos los ámbitos: federación catalana, española y europea, y mantuvo estrecha relación con el periodismo deportivo de su época. Son muchos los que lo han definido como el “Raimundo Saporta” catalán y otros lo han calificado como “el primer mánager moderno del Joventut de Badalona”. Junto con el baloncesto, Dani tenía otras dos pasiones: la familia (su mujer Pepita y sus diez hijos) y su trabajo en el ramo de la construcción: construyó más de tres mil viviendas y varios edificios singulares. Estas tres pasiones tuvieron un sólido fundamento: su visión trascendente de la vida que lo llevó a impulsar proyectos que fueron más allá del ámbito deportivo y familiar. Concretamente, promovió y financió dos colegios: Xaloc y Dauradell. También promovió una urbanización de amigos —Can Valls— y multitud de iniciativas relacionadas con la educación de la juventud. Asimismo, su generosidad económica se expresó con familiares, amigos y conocidos. A este respecto, fue conocido como “el hombre que hacía favores”.
 

¿Por qué decidiste hacer un libro sobre tu padre? 

Al principio, yo no pensaba en escribir este libro: ¡Construyendo la Penya! (Editorial Caligrama). Simplemente quería relatar en forma de “memorias familiares” una serie de entrevistas que hice a mis padres, siguiendo el consejo de un buen profesor que tuve en el colegio. Esas “memorias” estaban pensadas exclusivamente para un público interno: la familia. Constituían un material entrañable para los hijos y nietos de mis padres. Tirando del hilo, empecé a documentarme (especialmente cuando vi que la hemeroteca de Mundo Deportivo tenía más de cien referencias sobre mi padre) y comprobé que Dani Fernández había jugado un papel importante en el mundo del baloncesto. Cuando hube estudiado todo ese material, me di cuenta de dos cosas: mi padre había sido un personaje clave en la historia del baloncesto catalán y español; y había una brecha importante entre lo que mi padre había realizado y el poco conocimiento que de él se tenía: por tanto, se me impuso como un deber de justicia la tarea de recuperar su figura histórica por medio de un libro. De hecho, el libro es un homenaje a mis padres. Con él he intentado devolverles algo del reconocimiento que no recibieron en vida. Pero, además, el libro pretende otras dos cosas: explicar cómo se ha producido el milagro del baloncesto español: cómo nos hemos convertido en una potencia mundial baloncestista cuando en los años cincuenta éramos un país de gente bajita y con poco futuro en la esfera del baloncesto internacional. Por último, ¡Construyendo la Penya! es un libro de estrategia directiva en el ámbito de la alta competición deportiva. Cuando mi padre hizo un curso en la escuela de negocios IESE, uno de sus profesores le dedicó un caso de estrategia directiva que se titulaba “Daniel Fernández”. Pienso que el verdadero caso de éxito que se tendría que escribir sobre mi padre es cómo consiguió hacer del Joventut algo tan grande en solo quince años y con tan pocos medios.
 

¿Cómo fue el proceso?

Escribir ¡Construyendo la Penya! me ha llevado cinco años y unas tres mil horas de trabajo. He tenido que robar tiempo al sueño para hacerlo porque mi labor profesional es otra y suele ser intensa. Dediqué los tres primeros años a investigar (buscar y estudiar las fuentes publicadas, entrevistar a más de cien personas, organizar el archivo familiar, etc.). El cuarto año escribí el borrador del manuscrito. El último año lo empleé en revisar y pulir el texto —con la ayuda de buenos consejeros, entre ellos mis hermanos, que me han ayudado mucho— y realizar gestiones para la publicación del libro. Cuando me puse a escribir el libro tuve que resolver un gran dilema: ¿a quién me dirigía?, ¿quién iba a ser mi lector?: ¿mi familia?, ¿los amigos de mis padres?, ¿los profesionales y aficionados del baloncesto? ¡Yo quería llegar a todos! Quería que fuera un libro históricamente riguroso y, al mismo tiempo, ameno: para que incluso los poco seguidores del baloncesto quedaran enganchados. Para compaginar las dos cosas (rigor histórico y estilo ameno), he utilizado tres recursos. Primero, una narrativa cinematográfica (el libro está concebido como una serie de TV en la que se va desarrollando un personaje; empieza en movimiento: jugando al baloncesto; utilizo flashbacks, turning points, anticipaciones, suspense, anécdotas y muchos diálogos). En segundo lugar, una prosa sencilla y directa (estoy habituado al lenguaje científico, que no se va por las ramas). Por último, me he servido del estilo del método del caso de las escuelas de negocio: especialmente en el capítulo II, dedicado al Joventut de Badalona, que lo he planteado como una gran estrategia deportiva que se va desplegando en el tiempo.
 

Dani Fernández consiguió hacer un pequeño paréntesis en el aplastante dominio del Real Madrid de los 50 a los 70 y consigue que el Joventut de Badalona en la temporada 1966-67 se lleve la liga por primera vez ¿Cómo se dio aquel fenómeno?

Realmente, que el Joventut ganara la liga de 1967 se trató de un “fenómeno”, puesto que el Real Madrid de entonces estaba a años luz de cualquier otro equipo español. En 1961, la distancia entre la Penya y el Real Madrid era mayor que la que existe actualmente. Gracias a una política audaz y carismática de fichajes, en seis años, Dani supo construir un dream team formado por Lluís, Fa, Gol, Enric Margall, Buscató, Fonso, Narcís, Rojas, Oleart; y Kucharski como entrenador. Luego llegaron otros grandes fichajes, como Santillana, Estrada, Josep Maria Margall, Escorial, Costello, etc. La clave del éxito del Joventut de los sesenta y setenta estuvo en la calidad humana y deportiva de los jugadores.
 

Llegó a la Penya, procedente del Círcol Católic de Badalona en 1961, el paso se dio tras ayudar a Antoni Mas (hombre fuerte del club verdinegro entonces) en las construcciones, tu padre era constructor, en el mítico campo de la La Plana, el cual fue cubierto. Coincidió con el primer fichaje extranjero de la historia de la Penya, -aunque muchos piensan que fue Frank Costello-, el puertorriqueño Jorge Cuello.

Cierto, el primer fichaje extranjero de la Penya no fue Costello, sino Cuello. Nombres parecidos, pero separados por casi quince años de distancia. Jorge Cuello lo llevó Dani al Joventut nada más incorporarse a las tareas de dirección técnica del equipo. Gracias a sus persuasivas palabras, y aprovechando que el Barça desmantelaba su sección de baloncesto, atrajo a tres buenos jugadores blaugranas: Cuello y los hermanos Martínez: José Luis y ‘Fonso’ (Alfonso). Cuello solo estuvo una temporada en la Penya. Luego llegó Lluís Cortés como capitán y se formó el Dream Team comentado, con solo jugadores nacionales. Y esto provocó que el Club decidiera apostar por una política de fichajes cerrada a los extranjeros. Incluso cambiaron los estatutos para blindar el “no” a los foráneos. El final de la historia fue traumático: Dani tuvo que emplearse a fondo, jugándose el prestigio personal, para que el Joventut se abriera de nuevo a los jugadores extranjeros.
 

Hablemos del caso Frank Costello, primer estadounidense de la historia en jugar en el Joventut. En los 70 se globaliza más el basket y para conseguir también títulos en Europa hacía falta algún foráneo. Aquel fichaje fue traumático.

Durante varios años, el Joventut tuvo el orgullo de dar guerra al Real Madrid con solo jugadores españoles. Esto se convirtió en un rasgo distintivo del Club y era motivo de reconocimiento y admiración en toda España. Pero llegó un momento en el que mantener ese “orgullo” significaba despedirse de la posibilidad de ganar títulos. Dani se dio cuenta y se propuso cambiar la política del Club. No le fue fácil. En el libro, le dedico muchas páginas a este apasionante tema, además de una nota técnica. El resultado final de esa batalla fue la dimisión de mi padre como “hombre fuerte” de la Penya. En julio de 1976, cuando Dani dejó la vicepresidencia del Joventut, lo hizo «por la puerta de atrás», después de una temporada llena de tensiones y disgustos; pero eso sí, con la satisfacción personal de haber conseguido ganar la batalla del «sí» a los extranjeros. Efectivamente, Dani se inmoló personalmente con esta batalla. Pero la vida terminó dándole la razón, y el Joventut salió ganando. Después de Costello (1975/77), llegó el yugoslavo Zoran Slavnic  (1977/79) —una especie de «Cruyff» del baloncesto—, que fue decisivo para ganar la Liga de 1977/78 —con él, el Joventut batió todos los récords de triunfos consecutivos: ¡cuarenta y un partidos sin perder!;— y después el norteamericano Joe Galvin (1980/81), que haciendo honor a su patrón, en el Día de San José, fue clave para que la Penya ganara su primer título europeo, la copa Korac de 1981. Y, mientras tanto, la cantera verdinegra siguió manando buenos jugadores: los Montero, Villacampa, hermanos Jofresa, Rudy F., Ricky R., etc.
 

-A nivel social, los abonados de la Penya pasaron de 200 en 1960 a 3500 en 1972, año en el que se inaugura el pabellón Ausiàs March. Tú padre fue una figura vital para que el Joventut dispusiera de una de las mejores canchas de Europa. ¿Nos explicas un poco?

Cuando te sitúas en los años sesenta del siglo pasado parece algo imposible que un club como el Joventut pudiera aspirar a construir uno de los pabellones más espectaculares de Europa. Sin dinero, sin prestigio, sin patrimonio, sin base social suficiente… parecía una quijotada. Pero se encontró una fórmula creativa que incorporaba tres factores: la promoción de un colegio (Dauradell) para que el Ayuntamiento accediera a dar el visto bueno al proyecto; la construcción de un “rascacielos” de pisos cuya venta financiaría toda la operación; y, finalmente, la construcción del pabellón Ausiàs March, pensado específicamente para la práctica del baloncesto. Dani ya tenía experiencia, aunque por separado, de estos tres elementos: había remodelado la Sala Gran Price de Barcelona (acondicionándola para la práctica del baloncesto), había construido un “rascacielos” en Barcelona (el edificio Autopistas de la plaza Gal·la Placídia) y había promovido un colegio en L’Hospitalet de Llobregat (Xaloc). Esta experiencia previa, junto con su espíritu magnánimo y generoso, le llevó a emprender un proyecto que al inicio hizo sonreír escépticamente a muchos. Gracias al Ausiàs March, Badalona se convirtió todavía más en la cuna del baloncesto catalán y pudo albergar el Eurobasket 1973: momento de gran proyección internacional para la ciudad de Badalona. Además, el Ausiàs March suponía dotar al Club con un importante patrimonio, pues en cinco años pasó de valer cuarenta millones pesetas a valorarse por más de cien. Por último, gracias al Ausiàs March y a su dolorosa venta por seiscientos cincuenta millones al Ayuntamiento, el Club no desapareció en la crisis económica que padeció en 1996.
 

A ello sumamos el inicio de la potenciación de la esencia del club, la creación de una escuela de baloncesto, en la Joan Canals tuvo un papel importante, para impulsar la cantera verdinegra.

De manera sintética se puede decir que Dani aportó al Joventut diez grandes cosas en sus quince años como directivo. La primera, y más importante, ya la hemos visto: construir un Dream Team. Para conseguirlo, financió de su bolsillo el sostenimiento de la plantilla. Como el Club necesitaba más dinero (no solo para pagar a los jugadores), hizo las gestiones para incorporar patrocinio en las camisetas de los jugadores (algo novedoso en el baloncesto español de ese momento). Como aún se necesitaba más dinero, promovió ‘Amics del Joventut’, una asociación de amigos de la Penya que con su dinero y contactos ayudaban a equilibrar el presupuesto anual del Club. Y como es más barato producir un buen jugador que fichar a una estrella —aunque también es más difícil—, promovió con fuerza la cantera y la Escuela de baloncesto del Joventut. Pero, además, consiguió títulos para llenar las vitrinas del Club e inauguró la presencia de la Penya en las principales competiciones europeas: gracias a esto último, la ciudad de Badalona se hizo famosa en medio mundo; más que con el Anís del Mono, como solía decir mi padre. Con su personalidad campechana y generosa, supo establecer buenos contactos con los clubes deportivos cercanos, con las federaciones (catalana, española y FIBA) y con periodistas de varios medios. Su gran gesta fue la construcción y financiación del espectacular pabellón Ausiàs March: de esta forma, dotó de un patrimonio de lujo al Joventut. Su décima aportación fue la “última batalla” que tuvo que librar dentro del Club: se dejó la piel para conseguir que el Joventut cambiara los estatutos y accediera a fichar jugadores extranjeros: movimiento clave para entender los títulos que llegaron años más tarde. Gracias a estas diez aportaciones, la base social del club se multiplicó de manera exponencial en esos quince gloriosos años de Dani como “hombre fuerte” de la Penya y del baloncesto catalán.
 

¿Y qué nos podrías decir de los enormes fichajes de dos jugadores que acabaron revolucionando este juego en Europa como Santilla?

Mi padre siempre consideró el fichaje de Santillana como si se tratara del de un americano de la NBA. Santi era un chico que, en el verano de 1966, con tan solo catorce años, medía ya dos metros y pesaba noventa kilos. Los ojeadores de Dani —los técnicos Antonio Molina y Joan Canals— levantaron la liebre, y Dani Fernández y Eduardo Kucharski actuaron rápido para no dejar escapar a esa joven promesa. Pero el fichaje no fue una operación sencilla, dado que Santillana era un jugador codiciado por todos los grandes. Así lo recordaba Dani en una entrevista de 1981: “La mayor dificultad estribó en que Pedro Ferrándiz también andaba encima del jugador para hacerse con su ficha. Tanto es así que yo estuve hablando con su padre a las 6 de la tarde y Ferrándiz llegaba a las 9 de la noche. Pero el acuerdo ya estaba hecho, pues entendieron que a los 14 años era peligroso dejarlo marchar solo a Madrid. Sus padres me dijeron que estaban preocupados porque su hijo crecía tanto, y que les habían dicho que le debían dar pastillas para pararle el crecimiento. Tuve que convencerles de que, al contrario, debían darle más «bistecs» para que creciera más. Y aún ganó 5 centímetros”.
 

 ¿y Andrés Jiménez?

Respecto a Andrés Jiménez, mi padre no tuvo relación directa con su fichaje, pues ya no estaba en la directiva del Joventut. No obstante, desde su posición de miembro de Amics de Joventut, contribuyó a la financiación de este gran fichaje. 
 

También fue promotor y mecenas de la primera revista de la historia: Rebote ¿Cómo se dio aquella circunstancia?

Porque tras pocos meses de funcionamiento, la revista empezó a tener problemas económicos y se necesitaba un mecenas que la sostuviera. Por eso fueron a buscar a Dani Fernández, que lo hizo encantado y estuvo doce años como gerente de Rebote. Gracias a esto, mi padre fue uno de los protagonistas (junto con Vicente Zanón, Justo Conde, Albert Gasulla y Joan Marqués) de la introducción del minibasket en Europa. A este tema le he querido dedicar una nota técnica al final del libro (nota nº 2) porque me parece que los primeros nueve meses del fenómeno minibasket son poco conocidos y valorados: los pioneros de Rebote merecerían entrar en el libro de oro del baloncesto europeo solamente por el hecho de haber posibilitado la operación minibasket. 
 

En 2015 el veteranísimo periodista especializado Justo Conde escribía en esta casa, indignado, la poca cobertura en el mundo del deporte que se le daba tras su fallecimiento. ¿No tenemos memoria?

Esta es una buena pregunta, pues efectivamente Dani Fernández fue un personaje clave del baloncesto español, del que se habló mucho en los años sesenta y setenta del siglo pasado, pero que luego cayó en el olvido desde el punto de vista mediático. ¿Por qué? Yo me lo explico por tres motivos: primero, porque mi padre hizo lo que hizo movido por su pasión baloncestista, y no por buscar reconocimiento alguno. Es más, cuando estuvo de su mano, rehuyó todo tipo de reconocimiento. Segundo, porque a finales de los setenta la empresa constructora de Dani entró en suspensión de pagos y ya no pudo apoyarse en el éxito de sus negocios para seguir siendo mecenas del baloncesto. En tercer lugar, porque los clubes de baloncesto que no cuentan con una sección poderosa de fútbol (como es el caso del Círcol y del Joventut), a diferencia del Barça y del Real Madrid, viven con lo puesto y no tienen el mínimo de calma —y de medios— para tributar el homenaje que querrían a todos aquellos que han pasado por el Club y han contribuido a hacerlo grande.
 

Demos ejemplo y recordemos algunos personajes muy relevantes de nuestro deporte con alguna frase o comentario que recuerdes que tu padre decía o solía hacer de ellos:

Eduardo Kucharski: Dani solía decir de Kuchi: «Considero que es y de lejos el mejor entrenador que hay en España» (Eco Badalonés n.º 527, 6.VI.1975, p. 19).

Emiliano Rodríguez: cuando mi padre ya estaba retirado, un periodista le pregunto qué jugadores habían sido sus “peores enemigos”, deportivamente hablando. Dani no dudó en citar al gran jugador Emiliano (cf. Eco Badalonés n.º 759, 19.IX.1980, p. 47). Y fuera de la cancha, Emiliano y Dani fueron buenos amigos y se prestaron servicios. Son elocuentes las anécdotas que cuenta Emiliano de mi padre en la presentación del libro.

Raimundo Saporta: en 1991, mi padre reconoció que Saporta había sido un grande: «Existía un señor que ha sido el mejor dirigente deportivo de España, que tenía un peso específico impresionante» (Eco Badalonés, 24.V.1991, p. 53)

Anselmo López: Según Nino Buscató, «Anselmo y Dani eran muy buenos amigos; la implantación del minibasket les unió mucho». Cuando Anselmo fue promovido como presidente de la FEB, Dani declaró: «En el Juventud nos sentimos plenamente identificados con el señor López Martín. Posee las virtudes precisas para culminar su gestión: ecuanimidad, amor al trabajo y capacidad para abrirse al diálogo» (Tele/eXprés, 10.VIII.1966, p. 9).

Nino Buscató: «Dani ha sido siempre como un padre para mí», me confesó Nino cuando en 2016 le entrevisté para hacer el libro. Con esto queda dicho todo: mi padre tenía diez hijos, pero adoptó a un undécimo que se llama Nino Buscató. El cariño que existió entre los dos es difícil de plasmar con la pluma; solo los que lo han vivido pueden hacerse idea. 

Maria Gol: Querría terminar hablando de una gran mujer: Maria, la esposa de Lluís Cortés (otro de los grandes del Joventut y al que mi padre quería como a un hermano). Maria era jugadora del equipo femenino del Joventut de Badalona y su padre, Pere Gol, fue persona clave en la consolidación del baloncesto femenino en Badalona.