Bahía Blanca es una ciudad de cerca de 300.000 habitantes al sur de la provincia de Buenos Aires y que es considerada la capital del básquet argentino –aunque en Córdoba también hagan méritos y reclamen tal consideración-. Desde el primer momento en que se llega a esta ciudad sorprende por la dimensión y el número de habitantes, el elevado porcentaje de jugadores que practican baloncesto. Se calcula que más de 3500 niños y jóvenes juegan en alguno de los 21 clubes con los que cuenta Bahía Blanca. Muchos de ellos concentrados en un espacio muy reducido por lo que andando por la calle puedes llegar en menos de un minuto de la histórica cancha de Olimpo a Estudiantes, y desde allí en poco tiempo a otras tantas canchas en las que siempre se verá a algún niño botando el balón.
En este escenario era impensable que Manu Ginobili eligiese otro deporte que no fuera el baloncesto. Con apenas siete años se alistó en el premini de Bahiense del Norte donde empezó a destacar desde bien pequeño por su habilidad con el balón en las manos. En ese club se formó con el paso de las temporadas llegando a coincidir con otros jugadores de primer nivel como Pepe Sánchez, que llegó seis años más tardes a Bahiense proveniente de El Nacional, cuando ambos tenían 13. La competencia de dos jugadores de tanta calidad en un mismo equipo y los egoísmos propios de la edad hicieron crecer a ambos, a pesar de que por entonces ambos se enzarzaran en algunas riñas que desaparecieron años después cuando coincidieron en la selección albiceleste.
Un año más tarde, en la categoría infantil, debutó en un combinado bahiense que acabó siendo subcampeón argentino únicamente por detrás de Mar de Plata. Pero la infancia de Ginobili no fue siempre un camino repleto de éxitos y alabanzas. Su gran decepción deportiva se la llevó a la temprana edad de 15 años cuando se quedó fuera del equipo cadete de la ciudad que iba a disputar el torneo Provincial. Por entonces su baja estatura no le permitía competir al mismo nivel con los jugadores de su edad y no era extraño verle colgado de alguna barra en la plaza de Bahía Blanca tratando de estirar su cuerpo en un intento de crecer unos centímetros que le ayudasen a ser algo más alto. Con unos hermanos de gran estatura, Manu se obsesionaba con seguir creciendo y parecerse a ellos. Tomaba levadura de cerveza y se medía semanalmente. Su 1.75 le atormentaba. Quizás la altura le privó de disputar ese torneo pero ese técnico que le dejó fuera y que ahora nos saluda efusivamente y se interesa por nuestro viaje en la cafetería que regenta en un centro comercial de la ciudad, no podrá quitarse nunca la espina de haberle dejado fuera de esa selección.
A los 16 años debutó en la Primera División local encestando un tiro libre en la derrota de su equipo ante El Nacional por 83-78, y pocos meses más tarde volvía por méritos propios al combinado bahiense de su edad donde tuvo como compañero de equipo a un Hernán Jasen, que venía con fuerza desde abajo con ganas de destacar. Solo pudieron ser terceros en ese campeonato por detrás de Junin y Mar del Plata, otras ciudades con gran tradición en el básquet argentino. Una discreta posición para una ciudad acostumbrada a dominar dichos torneos. Por si fuera poco, a final de temporada Manu vivió en primera persona el descenso de Bahiense del Norte en la competición local y no son pocos los que le recuerdan llorando desconsoladamente tras el encuentro por el especial aprecio que tiene a un club cuyo pabellón ahora tiene su nombre y donde su padre es un directivo desde hace muchos años.
Ese descenso contribuyó a que Manu saliese de su querida Bahía Blanca para ver otros baloncestos. El prestigioso entrenador Óscar Huevo Sánchez convenció a su familia para llevárselo a Andino, en La Rioja, para que siguiera su formación. Allí dio el esperado estirón físico que le permitió superar a sus rivales con mayor facilidad y a deslumbrar con sus cada vez más espectaculares mates. Era lo único que le faltaba para triunfar. Volvió a su ciudad natal para jugar en Estudiantes y en pocos meses por fin logró debutar con la Selección Nacional sub 22 que quedó cuarta en el Mundial disputado en el 97 en Melbourne.
Su proyección le llevó a Italia donde en el Viola Reggio Calabria ascendió a la Lega en su primera temporada en el equipo para compartir vestuario en la siguiente con otro jugador bahiense como Montecchia y quedar en quinta posición. Con su llegada a la Kinder llegó la fama antes de dar el salto a San Antonio. Pero esa historia es de sobras conocida. Lo reseñable es que antes de lograr sus tres anillos de la NBA y de convertirse en el jugador que hoy es, hicieron falta muchas horas de entrenamiento en su ciudad y en su club, Bahiense del Norte.

[TFB] Ya estamos listos con Luca para ver a @BdNorte debutar en el MGArena (?) por el #tfb! pic.twitter.com/ChWPvqbueE
— Manu Ginobili (@manuginobili) octubre 26, 2014
Manu Ginobili no olvida sus orígenes como demostró hace solo unos días a través de su cuenta de Twitter. Siempre va a entrenar en vacaciones a su pabellón mientras disfruta de un asado con los suyos. Sin ir más lejos en 2011 en el lockout de la NBA, entrenó con el primer equipo de su club que se proclamó campeón de la categoría esa temporada. Como nos cuenta el entrenador de Bahiense del Norte, Alejandro Navallo, Manu hacía los sistemas del equipo contrario y fue tremendamente motivante para que el equipo ganara en la final a Villamitre con todo en contra. “Llegaba y se ponía a entrenar como un caballo, como un profesional y se ponía a ayudar realizando todo aquello que hacía el equipo contrario. Ayudaba a los jugadores y les daba consejos de cómo defender. Tiene la humildad de los grandes”, nos comenta el técnico, que lleva más de 20 años en el club.

“Era un chico que no tenía problemas para entrenar con juveniles, primer equipo, tecnificación, siempre entrenaba al máximo y siempre quería más. Jugaba de dos, de tres, ayudaba a subir el balón, jugó de interior en algún momento el año que dio el estirón y cuando se le pedía postear para ganar el encuentro lo hacía sin problemas. Para él ganar era lo primero. En juveniles con él podríamos haber quedado campeones pero se fue a Andino. Nadie sabía en ese momento que iba a lograr tantos éxitos pero sí que iba a destacar en Liga Nacional y que iba a tener opciones de jugar en el extranjero por su carácter ganador y competitivo”, nos explica Navallo de los años en los que coincidió con el pequeño de los Ginobili.
Todas las personas a las que preguntamos por Manu en Bahía Blanca se rinden ante su gran héroe local. Desde el mismo Pepe Sánchez, hasta técnicos con experiencia en Liga Nacional como Alejandro Álvarez o Daniel Allende así como el prestigioso periodista local Rafael Emilio Santiago que reclama una estatua en la ciudad como la que ya tiene en Buenos Aires. Humildad, trabajo y talento son las tres palabras que más se repiten cuando hablan de Manudona. Para coleccionar anillos de NBA primero se ha de entrenar duro en ciudades como Bahía Blanca y porque no decirlo, tener también la suerte de dar el estirón.
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