En un lugar del subtrópico, de cuyo nombre mucho se acuerdan ahora por Málaga, no ha mucho tiempo que vive un hidalgo de los de ganchos infinitos, movimientos a la antigua, flaco postín y poco corredor. Así, emulando Quijotes, vive Gio Shermadini, en su enésima aventura en el baloncesto español. Perpetuando la vieja escuela, bailando al son del blanco y el negro de los movimientos de espalda, vive y juega este raro ejemplar, luchando contra los molinos de los nuevos tiempos que todo lo aceleran, que al físico casi todo lo entregan. En cambio, en La Laguna disfrutan ahora del penúltimo pívot de los de antaño. De aquellos de los pantalones cortitos, ajustados, que apenas levantaban los pies del suelo, pero que cargaban fundamentos como para enfrentar a los más temidos jayanes. Así vive este georgiano por Tenerife, desafiando molinos en forma de ganchos gigantes.

Y es que, como buen Alonso, Shermadini es un “siete pies” de los de la antigua usanza. Dicen de él que no es móvil, para nada rápido. Eso dicen, de eso se quejaban. Que no es el perfil de pívot moderno que con tanto ahínco se busca ahora. De ahí que Lessort le comiera la tostada. Apenas pasa por el gimnasio. Su cuerpo no destila músculos. Su hechura es desgarbada. Pero ahí está Giorgi promediando 18,4 puntos y 7 rebotes en los primeros andares de esta temporada. Esto, aquel pívot francés ni se lo imaginaba. Igual Casimiro y su juego a toda la pastilla, tampoco. Todo comenzó con su partido perfecto (10/10 en T2 y 3/3 en T1) frente a Bilbao. Sólo ante sus ex de Unicaja se quedó lejos de los casi veinte puntos que promedia. Ni le hizo falta. Ante el Real Madrid y a pesar de la derrota, vapuleó al más alto de todos los gigantes.

Sea como fuere, a esta suerte de Mr Bean georgiano le ha venido que ni pintado el cambio de playas. Un escándalo de 76% de acierto en tiros de campo para liderar la revolución aurinegra del jefe Vidorreta. El vizcaíno le da rango de estrella para girar todo el ataque canario en torno a la figura del número 19. Y éste responde con lo mejor de su repertorio de brazos infinitos, pivotes de lujo y tacto, mucho tacto. También con sus roles, claro. Esa pareja que comienza a construir con Marcelinho Huertas tiene a la afición canarista saltando en una sola pierna, como muchas veces pasa o tira el bueno de Marce. Una sociedad que no necesita siquiera partidos de pretemporada. Y es que los que saben jugar a esto, se entienden como dice la canción; con sólo una mirada.

Su paso por Grecia le dio relevancia y dos euroligas. Pinchó en Israel, lo mismo que en Italia. Y cuando su figura se desinflaba, Andorra le daba de nuevo luces y farolitos, alfombras rojas y un contrato de los buenos con Unicaja. La 16/17 fue la mejor de sus temporadas, haciendo casi 16 puntos por partido. Casi nada. Peñarroya, que sabe de esto un rato, le daba el hábitat necesario para hacer de sus movimientos una oda a los pívots de la vieja usanza. Ya en Málaga, penaba en aquel Unicaja vertiginoso, que jugaba a la velocidad de la fórmula uno. Sus 30 años y ese cuerpo deshilachado no dan para flashes largos. Eso sí, sirven para proteger el aro. Desde bien cerquita. No yéndose a medio campo.

Después de aquellos dos años obtusos en Málaga a las órdenes del Plaza que naufraga en San Petesburgo y del Casimiro que no espera por nadie, Iberostar Tenerife supone un nuevo reto en la carrera de este pívot cuyo andar parece denotar un dolor de rodillas constante. Vidorreta, otro que algo sabe, ha vuelto a darle las condiciones y el entorno adecuado, el ambiente necesario. Y Shermadini ha respondido. Dominando, como ya hiciera en el Principado. También en Europa. Considerado desde su inicio como uno de los mayores atractivos de la BCL de este año, su comienzo no ha dejado lugar a las dudas. Incluido en el equipo de la primera jornada, promedia 21.5 puntos y 7 rebotes apenas empezada. Con lo novel y mediana de esa competición, no es de extrañar que de aquí a mayo cope los titulares de los martes y los miércoles del baloncesto que no controla Bertomeu.

En definitiva, Iberostar Tenerife con su jugada y Vidorreta con su táctica, recuperan para el máximo nivel a un jugador con cara de bonachón y experiencia supina. Con movimientos de los que ya no se usan y lo que es peor, apenas se enseñan en las escuelas de la canasta. Un center que usa las dos manos, que pivota, que finta, que juega de espaldas. Alguien para quien la tabla es el mejor de los aliados. Una rara avis, vamos. Un 2,16 que, más allá de saltar y poner bloqueos, lee a las mil maravillas las ventajas. Tanto para él, como para regalar a sus compañeros pases de canasta. Todo eso es Gio Shermadini. Un Alonso hidalgo que, para enfrentar a los molinos, usa añejas armas.