Cualquiera que haya jugado al baloncesto callejero habrá vivido la humillación de recibir un tapón, ya sea espectacular o no, y habrá escuchado los comentarios burlones del estilo de “te ha hundido en la miseria” o “por aquí no vuelves a pasar”. También en el baloncesto profesional y especialmente cuando se trata de jugadores atléticos, nos cansamos de ver continuamente toda suerte de miradas desafiantes y palabras hirientes dirigidas por el defensor a la víctima tras bloquear de forma espectacular un tiro, siendo el pincho de merluza el hightlight defensivo por excelencia y el equivalente en zona propia del mate poderoso en la ajena. Por no decir que es una de las jugadas que más formas de denominar tiene en el mundo del baloncesto, todas ellas con el ánimo de vacilar a quien lo recibe.

¿Pero realmente es tan importante recibir un tapón? Pues como buen gallego diré que depende. Un mate solo vale dos puntos, tiene el valor añadido de encender y agradar al público, pero no sube más cifras al marcador que dos tiros libres. La boina o txapela viene a ser lo mismo. Impide una posible canasta y hace que la afición ruja, pero puede no ir más allá. Especialmente esos bloqueos estratosféricos que mandan el balón a la grada, que saldrán en las jugadas de la semana pero que no recuperan la posesión para tu equipo.
¿Cuando adquiere verdadero valor el tapón? Pues cuando el intimidador te dice “no en mi casa” y tú, acobardado, no vuelves por la zona rival ni así te paguen un millón o, si la pisas, acabas sacando el balón fuera o tirando bombas extrañas de difícil acierto. Es decir, intimidadores como Walter Tavares o Ben Lammers dominan el juego a través de esta acción defensiva por la cantidad de tiros que cambian y por la cantidad de interiores que alejan de la zona, impidiendo no solo una canasta puntual sino el ataque habitual del rival.

Pero cuando el jugador vuelve a la siguiente jugada y acaba anotando, o incluso cuando recupera el balón tras el tapón y acaba sacando incluso el 2+1, pues ese hightlight puntual se queda en una mera anécdota. El tipo de jugador que parece decir tras recibir la en teoría humillante jugada un mero “pues vale, pues me alegro”, el que siempre se quedó con la frase de “aquel al que no taponan, es el que no tira nunca” o que piensa que salir en el Top 7 está bien pero ganar partidos está mejor.
Y como una demostración númerica de todo esto están los hermanos Reyes. El hombre récord de la ACB y hermano menor de Alfonso es el jugador que más tapones ha recibido a lo largo de la historia en la competición. Felipe ha visto hasta 389 veces interrumpidos sus tiros. Hasta en eso ha superado a su hermano, que solo ha recibido 279 gorros en sus años como jugador, aunque con una media más alta (0’6 por 0’5).

¿Pero qué dices, los hermanos Reyes los más taponados de la historia? Pues sí. Y les siguen, completando el Top 5, grandes anotadores como Richard Scott, Bernard Hopkins y Álex Mumbrú. Todos ellos están entre los veinte mejores ya sea en la lista de anotadores o en la de reboteadores. Ninguno alcanzaba los 205 centímetros según las medidas oficiales de ACB.
- Felipe Reyes – 2.04 metros – 389 tapones recibidos
- Alfonso Reyes – 2.02 metros – 279 txapelas sufridas
- Richard Scott – 1.98 metros – 250 boinas en su contra
- Bernard Hopkins – 1.97 metros – 230 pinchos de merluza comidos
- Álex Mumbrú – 2.02 metros – 211 gorros que le han puesto
Viendo los nombres que encabezan esta “deshonrosa” clasificación y sabiendo de su importancia en la historia de nuestra liga, queda claro que recibir un tapón no es algo tan importante. Al contrario, podría decirse que esta clasificación aporta más valor a todos sus otros números y los hace más relevantes y meritorios. Todos ellos se han convertido en leyendas a pesar de su escaso tamaño para andar por la zona y han conseguido canastas y más canastas pese a enfrentarse a auténticas torres y a jugadores de físicos privilegiados con mucha más potencia de salto que ellos. Han tenido que hacerlo usando otras armas como el talento, la garra, la pillería y el coraje, y sobreponiéndose a esa infindad de tiros bloqueados. Bueno, más que sobreponerse, a la vista de sus números totales, está claro que les daba absolutamente igual recibir una boina. Ellos acabarían anotando y ganando partidos.
