Hay un realidad que todos conocemos. Los equipos más humildes suelen servir de trampolín a los jugadores para que se fijen en ellos equipos más grandes. Es el crecimiento natural en la carrera de un jugador y es algo que viene ocurriendo desde siempre, que no nos suena extraño.
Conocemos casos de equipos que cada verano deben reinventarse, que sabemos que los dos o tres jugadores que les vemos destacar en ellos van a salir el siguiente verano hacia equipos de mayor solera, historia y posibilidades. El principal ejemplo viene siendo Gran Canaria, donde se viene realizando un gran trabajo en la captación de jugadores que apenas se mantienen en La Isla más de dos años, casos como los de James Augustine, Jaycee Carroll, CJ Wallace, Ryan Toolson o Spencer Nelson nos lo demuestran, llegaron al conjunto canario sin gran nombre y allí explotaron, poniendo sus ojos en ellos equipos importantes de Europa.
Gran Canaria es sólo un ejemplo, hay muchos más equipos que han debido de vivir estas situaciones. Y la pregunta que surge es: Si tan bien se hacen las cosas por esos equipos, ¿por qué no pueden llegar a formar un equipo para estar arriba? Una respuesta puede encontrarse en las competiciones europeas. Jugar Euroliga es una quimera para estos equipos, habiendo cuatro Licencias A en España que te obliga a jugar como mínimo la Final de la Liga Endesa para obtener un billete, algo que consiguió Bilbao Basket en una ocasión. Y jugar la Eurocup es, en muchas ocasiones, deficitario, teniendo que renunciar a participar en ella este año el mismo Herbalife Gran Canaria y Obradoiro. En años anteriores hemos visto a equipos como Akasvayu Girona o Cajasol llegar a finales de esta segunda competición, pero hoy día los equipos modestos pocas veces se aventuran a jugarse la lotería de participar en una competición que pueda costarles dinero, hasta mucho dinero.
Al no poder jugar en Europa, estos equipos tienen difícil retener a sus estrellas, movidos por los cantos de sirena de poder participar en el mejor escaparate, en la principal competición europea, no digamos ya si la llamada viene del otro lado del Atlántico desde alguna franquicia de la NBA.
Pero de un tiempo a esta parte viene sucediendo un nuevo hándicap para los equipos más humildes. Ya no sólo ven sus plantillas debilitadas en verano, es que a mitad de temporada pueden ver como su jugador más destacado hace el petate y se marcha, haciendo caer el castillo de naipes que en algunas ocasiones son las estructuras de las plantillas, formadas en base a dicha estrella.
En las últimas dos semanas hemos visto como se han marchado de sus respectivos equipos Blagota Sekulic, Mike Muscala y Giorgi Shermadini, dejándoles muy debilitados para lo que resta de temporada. Pero esto ya ha ocurrido en los últimos años. Los casos más sonados pueden ser la marcha de Joe Ingles, de Granada a Barcelona, la de Esteban Batista, de Fuenlabrada a Vitoria, o la de Kyle Singler, de Alicante al Real Madrid, si bien esta última tenía la particularidad de la locura de Lockout de la NBA.
Así pues, hoy día no sólo para los equipos modestos es imposible mantener a sus principales estrellas de un año para otro, si no que ven cómo pueden volar mediada la temporada, lo que supone una mayor fractura en las distancias entre equipos, pues los más humildes cada vez tienen mayores dificultades para competir y poder intentar crecer y establecerse entre los grandes.