Hoy, el Joventut de Badalona cumple 92 años; y el domingo nos regaló una brillante victoria sobre el Barça. Es una buena oportunidad para reflexionar sobre este carismático club de baloncesto.
Nuestra querida Penya tiene muchos rasgos que configuran su fisonomía particular. Podríamos preguntarnos: «¿Cuál es ese rasgo que la hace única?». La respuesta no es matemática. Si hiciéramos una encuesta a los socios de la Penya, seguramente obtendríamos una respuesta variada. Como durante cinco años me dediqué a investigar el pasado verdinegro (¡Construyendo la Penya!; Editorial Caligrama), permitidme compartir con vosotros, lectores, lo que me parece que podría ser el rasgo esencial y distintivo del Joventut de Badalona.
Enseguida nos vienen a la cabeza algunos aspectos grandes o diferenciales del Joventut. Por ejemplo, es el único equipo que, junto con el Real Madrid, se ha mantenido siempre en la División de Honor del baloncesto español (desde la creación de la Liga Nacional; 31 de marzo de 1957). También es cierto que la Penya es el tercer equipo español con más títulos, después del Real Madrid y del Barcelona. Fue el primer equipo catalán en conquistar la Copa de Europa (1994) y el segundo de España tras el Real Madrid. Su cantera es de las más fértiles de Europa y ha ganado para Badalona el calificativo de “cuna del baloncesto” español: por esto, no fue casualidad que en las Olimpiadas de Barcelona 1992 se eligiera a Badalona como una de las sedes del baloncesto, con el pabellón Olímpic recién estrenado (1991). La historia de sus tres últimos pabellones ha sido gloriosa: el pabellón de La Plana fue el primero en cubrirse en España (1958-62); el pabellón Ausiàs March (1972) fue calificado como uno de los mejores de Europa y el Olímpic obtuvo el premio Mies van der Rohe de 1992. La Penya también ha destacado por sus fórmulas creativas para generar ingresos: en 1965 fue pionera en la introducción de publicidad en las camisetas de los jugadores (marca Fantasit), en 1966 se creó Amics del Joventut y en 1971 se dio con una fórmula multifactorial para poder financiar un pabellón propio. Además, no hay que olvidar que el Joventut fue el último equipo de la liga española en admitir jugadores extranjeros en su plantilla (1975-76, fichaje de Frank Costello). Por último, podemos destacar que el Joventut fue el primer gran equipo español que apostó en serio por la introducción del mini-basket en su Escuela de Baloncesto gracias a la cercanía con los importadores de esta modalidad deportiva en nuestro país y en toda Europa.
Todo lo anterior es cierto, pero aun así me parece que no constituyen el rasgo esencial de la Penya. Alguno podría tirar de fechas y encontrar esas casualidades que nos sorprenden a todos: por ejemplo, el Joventut goza de la protección especial del santo patriarca san José porque fue un 19 de marzo cuando el Joventut ganó su primera Liga (19.III.1967; con “Josep” Lluís Cortés como gran capitán de ese dream team de los años 60) y también fue en el día del padre cuando la Penya conquistó su primer título europeo (copa Korac del 19 de marzo de 1981; gracias a la famosa canasta de otro “pepe”: Joe Galvin). Otros podrían completar el cuadro diciendo que la Penya es única porque ha sabido hacerse querer en toda España —cosa que he podido comprobar desde 2005, cuando me trasladé a vivir de Barcelona a Madrid—, por aquello de que siendo débil supo plantar cara al gran Real Madrid de los años 60 y 70, y al poderoso Barça de finales de los 80 y primeros de los 90. Pero tampoco me parece que esto sea su rasgo definitorio.
Atendiendo a lo que nos enseña la historia opino que lo que realmente hace único al Joventut es su capacidad de resurgir una y otra vez: esa habilidad innata que tiene para pasar de lo más bajo a lo más alto, y viceversa. Por eso algunos lo han llamado el Ave Fénix del baloncesto español. Efectivamente, el equipo de la Penya ha tocado fondo en varias ocasiones y ha estado a punto de desaparecer o de quedar relegado a una categoría prácticamente testimonial en el baloncesto, pero finalmente ha resurgido de sus cenizas para elevarse hacia nuevas cimas. Recordemos brevemente sus dos mayores resurgimientos históricos.
El Huracán Verde se forjó a finales de la década de los 40 y primeros de los 50. La plantilla estaba compuesta por Maneja, Kucharski, Valls, Bassó, Oller, Gubern, Espiga, Duñó, Carbó, Alsina, Petit I y Petit II. Se ganaron entonces cuatro copas de España (1948, 1953, 1955 y 1958). Desde muy pronto, el Joventut fue, junto con el Barça y el Real Madrid, uno de los equipos más ganador de títulos en España. No obstante, a primeros de los años 60 la plantilla estaba envejecida y el equipo entró en crisis profunda. Pero entonces, Antoni Mas (vice-presidente del Joventut en aquel momento) realizó el que siempre consideró su mejor fichaje: atrajo a Dani Fernández Mercadé como directivo y como su mano derecha. Y Dani se convirtió en el primer directivo moderno del baloncesto catalán. Dani fichó al gran Lluís Cortés de manera sorpresiva, puesto que era el capitán del Real Madrid en ese momento. Y todo empezó a cambiar. Luego vinieron los fichajes de Gol, Homs, Ballester, Fa, Corbeto, Monguió, Enric Margall, Buscató, Baturone, Vives, Mañé, Moliné, Kucharski (como entrenador), Narcís Margall y Alfons Martínez. Se consiguió crear un dream team que ganó la primera liga para el Club. Dani siguió fichando y fichando: Oleart, Che, Santillana, Grau, Rabassa, Gubern, Espiga, Vila, Mas, Udaeta, Estrada, Filbà, Josep Maria Margall, Ametller, Escorial, J.R. Fernández, Delgado, Mulá, Cairó, Bosch y Costello; en otro ámbito, Dani también fichó en esos años al coach Clinton Morris (primer entrenador norteamericano de la liga española) y al carismático galeno Jorge Guillén. Y los títulos terminaron por llegar: las ligas de 1967 y 1978, y las copas de 1969, 1971 y 1976. También se produjo en esta época la irrupción prolongada del Joventut en las competiciones europeas (8.XII.1968; primer equipo catalán en saltar a Europa) que culminó con la obtención de la copa Korac de 1981. Fue a finales de los 60 cuando en el nombre de Badalona empezó a conocerse por medio mundo.
Los primeros años 80 fueron de gran inestabilidad y crisis económica para el Joventut: varios presidentes, varias Juntas y pseudo-Juntas, algo de mal rollo dentro del Club, etc. Con la llegada de Lluís Conesa (1982-1995) se tranquilizaron las aguas y, pasados unos pocos años, se volvieron a juntar los astros: se forjó el dream team de los Villacampa, hermanos Jofresa, Ferran Martínez, Juanan Morales, etc. Los títulos lo cuentan todo: se ganaron dos ligas consecutivas (1991 y 1992), una copa del Rey (1997), una copa Korac (1990) y se coronó Europa en Tel Aviv con la primera Copa de Europa (1994). Entre medias, el Joventut hizo sonar su hora en la NBA porque casi le arrebata el McDonald’s Open a los Lakers de Magic Johnson en París (19.X.1991). Cuando todos los aficionados a la Penya se las prometían felices, vino lo peor: la gran crisis económica de finales de los 90. Fue un “morir de éxito”. Para capear la crisis, el Club tuvo que vender el Ausiàs March —su patrimonio más preciado— al Ayuntamiento en 1996: para gran dolor de sus promotores. Esta crisis económica todavía quedó latente y volvió a mostrar sus orejas en 2010 y 2018. A Dios gracias, en los últimos años han entrado nuevos patrocinadores (de modo especial GRIFOLS) que están dando estabilidad al Club. No obstante, los últimos trofeos ya empiezan a quedar lejos: Eurocopa Fiba 2006, Copa del Rey 2008 y Copa ULEB 2008: ¡llevamos 24 años sin ganar nada importante!
Pero la historia crea inercias. Lo que se ha conseguido una vez es más fácil volver a realizarlo. La teoría de las líneas azules y rojas, para bien y para mal, es cierta: una vez consigues cruzarlas, la próxima vez será más hacedero. Por tanto, pienso que el Joventut está llamado a vivir un tercer resurgimiento. Los directivos y los aficionados no debemos contentarnos con permanecer a mitad de la tabla. Tenemos que volver a ganar títulos. Volver a entusiasmar a Badalona y a media España. Volver a salir a la calle. Volver a conquistar Europa. Estoy convencido de que un resurgir actual no sería más difícil que los conseguidos por el tándem Antoni Mas-Dani Fernández en los años 60 y 70, y por el equipo de Conesa (Cairó, etc.) en los años 80 y 90. El primer paso para conseguirlo es creer: ¡tener fe! Pero aquí, como en todo, no hay atajos: esos resurgimientos vinieron precedidos de seis o siete años de trabajo esforzado y oculto.
Para cuando se dé lugar a ese tercer resurgimiento, adelanto dos consejos que nos da la historia. Primero, habrá que buscar fórmulas financieras creativas que capitalicen el éxito; para no volver a “morir de éxito”. Me atrevo a sugerir una: la creación de un fondo dotacional (endowment lo llaman los anglosajones) que aporte un patrimonio estable al Club y que permita un presupuesto generoso anual para mantener una plantilla competitiva. En segundo lugar, convendrá seguir mejorando las cuestiones museísticas, de memoria histórica y de reconocimientos de personajes clave del pasado: museo, vitrinas, rostros, camisetas, etc. Vale la pena aprender de la buena experiencia de los museos del Barça y del Real Madrid que, además de atraer a muchedumbres, crean afición y otorgan reconocimiento. Cuando lleguen los éxitos, repito, compensará invertir en estas dos cosas. No podemos olvidar que es un lujo que Badalona pueda identificarse con un equipo que extiende su nombre allende de los mares y que cuenta con tales glorias del pasado. Compensa seguir potenciando esta simbiosis entre ciudadanía y baloncesto para catapultar el nombre del equipo y de la ciudad a cumbres cada vez más altas.