El canto de cisne parecía haber llegado y su vida deportiva alcanzaba un ocaso con apenas treinta y un primaveras a sus espaldas. La carrera de David Blu puso un punto y aparte en su trayectoria para volver a sus orígenes en California, apartándose de la entidad hebrea a la que tanto cariño le tenía. Sin embargo, el tiempo pasó y el gusanillo por volver a calzarse las botas fue creciendo en su interior, echaba de menos la vida activa y en Tel Aviv eran muchos los que se acordaban de aquel alero afroamericano que derrochaba intensidad sobre la pista de La Mano de Elías.
La llamada de David Blatt no se haría esperar, y con el verano ya pasado las posibilidades de que David Blu saliera del exilio norteamericano se agrandaban. Era una pieza importante para este Maccabi, era un jugador con pasaporte israelí, con experiencia de sobra en Europa y que además era capaz de aportar muchas cosas interesantes a un conjunto que necesitaba recuperar terreno en Europa tras dos años viendo la Final Four desde casa. El viejo Blu no se hizo de rogar y estampó su firma en nuevo contrato para volver a las pistas y, cómo no, a la que siempre fue su casa.
Los primeros partidos no fueron fáciles, necesitó tiempo para readaptar su cuerpo a las necesidades de un deportista, algo que no fue problema. Con el paso de los minutos Blu fue cogiendo ritmo e importancia en la rotación de la plantilla hasta conseguir llegar a las eliminatorias de cuartos de final con la metralleta cargada y con un puntito de fe que devolvió al Maccabi a una Final Four. No obstante, lo que David Blu ni sus compañeros sabían era que iban a recoger el testigo del Olympiacos siendo el californiano uno de los héroes del partido.
Blu no comenzaría el partido muy acertado, pero poco a poco fue abriéndose hueco cuando su equipo reclamaba una aparición milagrosa. El internacional israelí empezó a ser un problema para CSKA que no tendría solución. Anotó un triple inverosímil para poner a los hebreos a un solo punto, aunque el verdadero acto de fe llegaría después. Como si tuviera vida propia, como si no quisiese acabar en las manos de Khryapa, el balón se escapó tras el saque de banda para acabar en los dominios de un jugador que hacía menos de un año veía los toros desde la barrera.
Al final, Rice anotó esa bandeja y Weems falló aquel triple que nunca quiso entrar, el Maccabi tenía billete para la final con su viejo conocido David Blu como uno de los protagonistas. Quién le iba a decir al bueno de David Blu, cuando se marchó a California, que volvería a calzarse unas botas de baloncesto siendo pieza clave en toda una Final Four para el equipo de su vida. Terminó el encuentro con 15 puntos y un cinco de nueve en triples que serían claves en el devenir del partido.
Nunca sabes lo que la vida te puede deparar, un día estás viendo a tus ex compañeros por televisión y unos meses después te conviertes en uno de los hombres que escribían una de las epopeyas baloncestísticas más bellas de la historia de la Euroliga. La realidad es que David Blu nunca debió abandonar prematuramente el Maccabi, pero a veces las decisiones que se toman pueden convertir un simple regreso en una historia tan bella y real como la vida misma.