125 minutos para cambiar la historia. Dos horas y cinco minutos para borrar fantasmas pasados, frustraciones presentes. 7.500 segundos válidos para eliminar de un plumazo la historia construida durante diez meses.

7.5 segundos para ganar la última de las batallas, vencer a la historia, refrendar esos 125 minutos de conquista imposible ante la armada invencible. Un ejercito creado para no perder, para dominar todo, humillando a cada uno de sus rivales hasta sacar la bandera blanca.

Esto va de tiempo, la historia gira en torno a él. Después de 80 minutos del mejor baloncesto ofrecido en todo un año por el Caja Laboral en su conquista del Palau en la final y de 39 minutos y 58 segundos de locura, de defensas extenuantes, de magia, de chispazos, de protagonistas y secundarios, el destino volvía a parecer ser cruel de nuevo con el Baskonia.

Eliyahu, ausente todo el año, completando una exhibición magistral de todo el talento que atesora, castigando una y otra vez con su semigancho imposible, volvía a intentarlo con 2 segundos para el final. Empate a 66, eleva el brazo a la par de 10.000 personas subiendo paralelamente su cuerpo de sus butacas. La solución divina al castigo sometido en un minuto loco de Navarro y Morris salía de las yemas del ala pívot israelí.

Su objetivo se encuentra cerca, el balón bajaba cuando una mano se interpuso entre el punto A y el punto B o final. Veinte mil oídos expectantes del sonido de un silbato, de dos, de tres. La nada, la bocina. Tapón válido y otra vez el sufrimiento como razón de vida. Cientos de imágenes circulaban por las retinas baskonistas, el parpadeo incesante mostraba retazos de los 40 segundos innombrables, de los cinco minutos mágicos del ahora rival Pete Mickeal en la Copa de Madrid del 2009.

El destino mostraba las dos caras de la moneda. Ya en Barcelona se le había burlado por última vez en los últimos segundos del segundo partido de la serie.

Aún así, el pasado también mostraba grandes hazañas, aquella serie ante la todopoderosa Virtus de Bolonia de Ginobili, la venganza de Moscú o el Oakazo.

El nuevo destino parecía ser ese al comienzo del tiempo extra. Pero Ricky lo eliminó de un plumazo con un parcial 0-9 que destapaba todos los miedos de la grada. Si nada había ido bien durante el año, ¿por qué iba a irlo ahora?

La desesperación hacía, que los baskonistas se acercaran tímidamente a su rival. Todo parecía en balde, un esfuerzo en vano, nadar para morir en la orilla y pensar en otra oportunidad para conseguir el imposible. Un título que desde septiembre tenía dos dueños, que desde febrero tenía ya tan solo un único adjudicatario.

siete coma cinco

Siete coma cinco segundos. Basile, que un año antes fue el verdugo del Baskonia, con un triple de ocho metros, volvía a tener la oportunidad de asaltar el coliseo azulgrana desde los tiros libres. El esfuerzo de seis puntos de Teletovic parecía que había sido estéril.

Basile anota. Un seguro de vida, difícilmente el Barcelona podría tener una opción mejor para ganar el partido. El segundo se sale. Con garra, San Emeterio recoge la bola.

6.5 segundos, el pabellón se pone en pie, Fernando arranca su marcha triunfal. Solo una heroicidad puede ganar este título. Heroicidad que comenzó desde antes de la serie. Marcelinho y Splitter hablan, son amigos del alma, se conjuran. El paulista le dice al gran capitán “Tiago, vamos a ganar esto como sea, ha sido un año duro, tenemos que ganar”. Ellos unen a un vestuario que ha sufrido mucho durante un año. Lesiones, malas rachas, jugadores que les costaba adaptarse… La plantilla se convierte en uno por un único fin.

Cinco segundos, San Emeterio se dispone a cruzar el medio campo, Teletovic pide desesperadamente el balón para lanzarse un triple. No era su tiempo. El ridículo de la Supercopa de Canarias quedaba lejos. Con la plantilla bajo mínimos, el Real Madrid humillaba a los vitorianos en un partido que a fin y al cabo, era poco más que uno de pretemporada. Los componentes de la liga bipolar quedaban a años luz.

3.5 segundos, Fernando amaga el tiro, se lo piensa. “Fernando, no tires, contra CSKA no tocaste ni aro”. A pesar de eso, debería pensar, que en la Copa del Rey se exhibió en cuartos, aunque otra vez el Real Madrid les pasara por encima en semifinales ante más de 5.000 fieles baskonistas. El capitán no estaba y Tiago era el todo del equipo.

El cantabro amaga la salida abierta por el lado derecho, su lado. Basile lo interpreta, pero sorprende con la salida cruzada hacia su lado izquierdo. 2.5 segundos. Ya en Euroliga, después de un mal Top 16 y de un horrible definitivo partido ante Cibona en casa, se obra un milagro inexplicable en el último minuto que se culmina en los cinco de prolongación. El CSKA en Moscú, fue contundente con el Baskonia.

Bote adelantado, 2 segundos, Morris llega del lado contrario a hacer la ayuda en lo que había convertido en una autopista para empatar el partido. En verano, San Emeterio tenía pie y medio fuera del equipo. La confianza le lleva a ser la revelación, a ser el hombre destinado en esos dos segundos a tomar una decisión, a dar dos pasos y elevarse hacia su destino, al de su equipo.

“Se espera que vaya directo al aro, si hago aro pasado, Morris no se lo va a esperar”, pasa por la cabeza del jugador. Queda un segundo y diez décimas y ejecuta el aro pasado. El público en pie vuelve a recrear toda la secuencia de imágenes.

El silencio se hace. Fernando vuela al aro. Por potencia. Grita. Morris contacta. El balón titubea, pero entra. Esta vez el silbato suena mientras el baskonista cae al suelo y una bomba atómica estalla dentro del pabellón.

Acción, reacción, SanM se levanta y sale corriendo a celebrarlo, aún queda un paso para el heroísmo completo. Piensa, pide calma y se dispone a eliminar aquello que tuvo atenazado al equipo durante mucho tiempo y que ahora ya se puede decir: el Herrerazo. Con frialdad extrema lo hace desde el tiro libre.

Son libres, son campeones. Vitoria estalla de alegría. Tras un calvario de temporada, se obró un milagro. Milagro perpetrado por la consistencia de Tiago Splitter, por un Marcelinho que explotó cuando Ivanovic le dejó por fin volar libre, por la explosión de los ausentes cuando su tiempo y la paciencia parecía que estaba llegando a su fin –Oleson, Herrmann y Eliyahu– y por el nuevo Santo de Vitoria que hizo esto posible en 7.5 segundos, después de 10 meses de sufrimiento. Como ya hemos dicho antes, cuestión de tiempo.

Vídeos por Gerard Solé