El que hasta hace tres años fuera el grande y eterno capitán del Baskonia, Luis Scola lo decía bien claro ayer en El Correo, “nunca apuesten contra el Baskonia y menos con Dusko en el banquillo”. Ciertamente, de seguir este consejo, esto podría haber reportado a los apostantes la cifra de 100 euros por cada euro apostado por un 3-0 en el que apenas unos osados creían.
Pero el Caja Laboral siempre creyó. Se mostró optimista en todo momento, hasta cuando hasta gran parte de su afición veía con buenos ojos rascarle una victoria a uno de los mejores equipos que había podido reunir el Barcelona en toda su historia. Un equipo destinado a ganar todo, destinado por plantel, por juego y por todo un universo mediático que menoscabó la magia vitoriana. Por contra, el universo si que creyó en un equipo que ya la avisó desde un comienzo.
Desde el primer día los chicos de Ivanovic dejaron clara su postura y lo que iban a realizar: “vamos a ganar esta liga”. Incluso el héroe de la final afirmaba que deseaba ponerse reloj por primera vez en su vida. Realmente, nunca nadie, peleó tan fuerte en 7.5 segundos por un reloj. San Emeterio lo hizo, reivindicando su papel de hombre fuerte en el vestuario y reclamando a viva voz la capitanía el año que viene. Huyendo de sus sentimientos reales – “Estaba acojonado” rezaba San Emeterio hablando del tiro libre final- y mostrando una templanza de campeón para anotar un tiro libre que vale un título.
Pero no todo ha sido tan bonito en esta temporada que finaliza con el más bello de los finales para el Baskonia. El camino ha sido duro durante todo el año. Durísimo. Con un equipo que realmente no ilusionaba demasiado, con salidas de hombres con tremendo carisma en el vestuario y con una calidad contrastada en la élite Europea. Igor Rakocevic, Sergi Vidal, Pablo Prigioni y Pete Mickeal abandonaban el Buesa Arena que tanto les revalorizó para buscar nuevos proyectos, nuevas esperanzas.
Los fichajes no llenaban el vacío, las lesiones castigaban al equipo con crudeza, el puesto de base colgaba del limbo, mientras el de siempre, el chico de casa, el capitán, Tiago Splitter sujetaba al equipo junto con un jugador que estuvo más fuera que dentro en verano Fernando San Emeterio.
Walter Herrmann, Brad Oleson y Lior Eliyahu, fichajes de relumbrón, no rendían, las lesiones y la falta de confianza, no les dejaban, les atenazaban y el exigente público del Buesa, se empezaba a poner nervioso y la música de viento se hacía cada vez más habitual. Incluso Dusko Ivanovic, hasta entonces una vaca sagrada en Vitoria, se convertía en punto de mira de la afición.
Aún así, el Baskonia se dio un baño de masas inolvidable en la Copa del rey en la vecina Bilbao, a pesar de caer de forma contundente en semifinales contra un Madrid que repetía el partido que inauguraba la temporada ACB allá por la Supercopa.
Por este entonces, nadie podía ni más remotamente plantearse lo que meses después iba a pasar, ya que por aquel entonces pensar en ello era de insensatos, de locos.
El 11 de marzo, en el Buesa Arena tuvo lugar un milagro. El Baskonia consiguió pasar a cuartos de final después de un final imposible ante la Cibona de Zagreb en una de las noches más mágicas del año. Aquello era un comienzo, este Baskonia ya no era aquel equipo que en los finales cerrados se hundía. Ha sido un año en el que los vitorianos han aprendido a sufrir, a no darse por vencidos y llegar al final para dar la estocada final.
Vistaalegre y la búsqueda del título
Ahí llega una fecha clave, en la que el Baskonia gana un partido que a la postre, puede decirse que le ha valido medio título. Ese día es el 1 de mayo, cuando el Baskonia demuestra que es un equipo ganador, con corazón, talento y que sabe jugar choques cerrados. Esa noche gana al Real Madrid, gana la segunda plaza y casi se puede decir, gana una plaza para la final.
La fase final de los baskonistas ha sido brillante, finiquitada por una serie final excelsa en el que el planteamiento táctico de Ivanovic ha sido sencillamente extraordinario. La primera piedra fue el Estudiantes, al que salvó en dos partidos ciertamente igualados con máxima serenidad de equipo campeón.
La batalla contra el Real Madrid fue preciosa, de un derroche físico extraordinario y en la que fue fundamental el factor “uno de mayo”. A pesar de todo, el Real Madrid, tuvo dos tiros decisivos en los dos primeros partidos del Buesa, mientras que en el definitivo el Caja Laboral fue superior, ofreciendo las líneas maestras de lo que podía ofrecer en la final.
Y ahí se plantó. Sin complejos, Ivanovic llevó el combate al cuerpo a cuerpo, a sabiendas que a tanteadores amplios sería prácticamente imposible vencer al que ha sido uno de los mejores equipos en Europa en los últimos años. Una máquina precisa que no ha parado de exterminar a cada uno de los rivales con los que se ha topado esta temporada.
El Baskonia, se plantó en el Palau con confianza, sin complejos, con corazón y con una defensa extraordinaria, que asustaba a aquellos que daban el 3-0 barcelonista por hecho. La declaración de intenciones quedó patente con un 0-12 nada más comenzar la serie.
Toda daba igual, fuera como fuera, ellos iban a ganar la liga, una liga que el Barcelona, por decirlo de una forma, ya tenía ganada. Daba lo mismo dominar el partido, que ir siete puntos abajo. La confianza y la concentración por el único objetivo se veía latente en los rostros gasteiztarras, para así conseguir un inapelable 0-2, cuando nadie se lo esperaba. Un rayo de luz se dejaba ver en una liga predispuesta para ser disputada por las dos históricas escuadras de Madrid y Barcelona.
El broche final fue inolvidable, en un Buesa que aunque oficialmente alberga a 9.900 espectadores, ayer acogió a bastantes más de 10.500. El de una comunión que roza la espiritual entre una afición y un equipo, el resurgimiento de una simbiosis que parecía que se estaba perdiendo con el crecimiento del club. Después, de un año de dudas, de luces y sombras, en el que el Baskonia por fin llega físicamente bien a final de año, en el que resucitan jugadores como Herrmann, Eliyahu y Oleson para ser clave, en el que Marcelinho se consagra, San Emeterio mete la canasta ganadora en una maravilloso milagro y Tiago Splitter reina, acaban ganando la liga, como dice él, “con cojones”.