Acaba de terminar contrato con el FC Barcelona y no se espera que el club de la ciudad Condal renueve su contrato. Como Víctor Sada, Jacob Pullen abandonará la nave blaugrana este verano en la renovación planificada por Xavi Pascual y Joan Creus para la posición de base. La temporada del playmaker de 24 años no ha destacado más allá de su histórico récord de triples en un partido y será otra apuesta más fallida en Can Barça de un americano en la posición de “1”.

Finalizado su primer año en España, Pullen repasa su trayectoria en una extensa entrevista para la revista Slam de la que se hace eco Julián Felipo en Mundo Deportivo. El jugador de Illinois, introvertido, se atreve a señalar una de las claves de su fichaje como blaugrana: el pasaporte comunitario que posee. Además, no se corta al explicar que es esta condición de “no americano” la que le puede permitir jugar con cierta ventaja al firmar un contrato respecto a otros compañeros. “Todos los equipos de alto nivel de Europa me pueden fichar porque tengo un pasaporte no americano. Un pasaporte comunitario supone un montón de dinero aquí”.

Lo que relata abiertamente Pullen es una de las grandes polémicas del baloncesto europeo, un mercado sin fronteras físicas pero sí jurídicas. En el viejo continente cada liga, al ser privada, dispone de sus propias reglas, muchas veces impuestas por los gobiernos. En algunos casos estas regulan un mínimo de jugadores nacionales o un máximo de extracomunitarios. “Algunos clubes no están de acuerdo con estas normas y tratan de esquivarlas”, comenta el base con pasaporte georgiano. “Los buenos equipos siempre encuentran la manera para fichar jugadores americanos”.

Fue en el verano de 2012, cuando participó en la Summer League con los Phoenix Suns, cuando a Jacob Pullen se le abrieron las puertas europeas. Allí conoció a Igor Kokoskov, entonces asistente de los Suns y ahora ejerciendo el mismo papel en los Cavs, que compaginaba sus funciones en la NBA con las de seleccionador georgiano. Kokoskov le propusojugar para él con Georgia y Jacob aceptó. Una decisión que le reportó un pasaporte comunitario, vital para jugar en Europa. Una decisión que, en cierto modo, le cambiaría la vida. O se la facilitaría.

Conseguir un pasaporte “es una cosa inteligente” ya que “es beneficioso para ambos. El equipo sigue manteniendo la opción de fichar a otro americano y el jugador gana peso en la negociación”, explica.

La “confesión” abierta de Pullen no es más que la evidencia de una práctica habitual en el baloncesto europeo. La grieta legal para romper las reglas. No es solo el combo americano, ni el Barça, ni la selección georgiana. Son muchos los casos de jugadores que obtienen réditos al conseguir una doble nacionalidad, los equipos que salen beneficiados de ella o las selecciones que ganan competitividad gracias a los jugadores extranjeros nacionalizados. Palabras que muestra una realidad opaca que muchas veces se quiere ocultar.