Las aguas no bajaban calmadas últimamente por Vitoria-Gasteiz, y no solo por todo lo que ha llovido las últimas semanas, que también. La derrota del pasado jueves en Euroliga ante el Real Madrid hizo muchísimo daño a un Baskonia ya de por sí tocado. Los vitorianos, con tan solo una anotación de 55 puntos (la más baja de un equipo local en toda la historia de la Euroliga) recibieron una contundente derrota que desencadenó en el fulminante despido de un Velimir Perasovic ya cuestionado con anterioridad.
Sin tiempo para lamentaciones, ni para buscar un nuevo inquilino para el banquillo del Buesa, Josep María Berrocal se hizo cargo, en princípio de manera interina, de la nave azulgrana. Sin apenas tiempo, un equipo muy tocado en lo emocional como Baskonia, recibía en su feudo a un San Pablo Burgos también en horas bajas. Sin embargo, tanto vitorianos como burgaleses llegaban a este trascendental partido en igualdad de victorias, en plena pugna por un ansiado puesto en la Copa del Rey de Málaga.
Como de costumbre, los castellanoleoneses no estaban solos, y hoy tenían con ellos un increíble apoyo por parte de su siempre fiel afición. Más de 2000 burgaleses acompañaban al equipo de Peñarroya en el Buesa, soñando con llevarse una victoria de una cancha tan difícil.
Con un gran ambiente festivo y de hermanamiento entre aficiones en la grada, sobre el parqué todo era distinto. La victoria iba a estar muy cara, y la tensión y las dudas eran palpables desde los primeros compases. Poca anotación, muchas imprecisiones y abundantes pérdidas fueron la tónica dominante de los primeros 10 minutos, donde nadie pudo abrir mínimas distancias, para concluir el primer periodo 16-18.
En un partido de bajas anotaciones, el talento siempre sobresale por encima, y ahí apareció el canadiense Nik Stauaskas, para desatascar el ataque de los vitorianos con 10 puntos casi consecutivos. Aún así, no fue suficiente para irse con ventaja al descanso, ya que San Pablo Burgos seguía dominando por la mínima, con un Vitor Benite que empezaba a mostrar a cuentagotas la tormenta perfecta que desataría después.
Tras el paso por vestuarios con 31-32 favorable a los visitantes, Baskonia salió más fuerte y concentrado en los primeros golpes de esta segunda mitad. Stauskas, que parecía no haber perdido la muñeca en vestuarios, consiguió con 8 puntos seguidos, incluidos dos triples, aventajar a los vitorianos en 8 puntos sobre su rival. Pero, en ese mismo instante, la furia burgalesa se reveló, y vieron que había opciones de vencer en el Buesa por primera vez en su historia. Vitor Benite y Thad Mcfadden cogieron el escudo y la espada, y montaron su caballo Babieca, emulando al Cid para conquistar territorio desconocido. Los últimos minutos fueron de un ritmo vertiginoso, y la tensión palpable en el Buesa no era para para cardiacos. Las últimas jugadas, mejor gestionadas por un Joan Peñarroya que puede a doctorarse en una gran cita, decantaron la balanza para los burgaleses, que vencieron por 74-82 logrando el hito de ganar el el Buesa por primera vez y acercarse a la que también sería su primera Copa.