Vivimos una época de transición en la NBA, en la que los grandes protagonistas que dominaron la pasada década se han retirado o bien les falta poco. Ante esta situación es inevitable que, a veces, nazca un sentimiento de ansiedad, por algo que se acaba. Es el momento de empezar a ser conscientes de que una etapa que nos marcó, se consuma.
Hablamos de esa sensación que todos los amantes del baloncesto han sufrido alguna vez, la añoranza que nace cuando se sabe que los mitos que forjaron una época dejan paso a las nuevas generaciones, a la fuerza, a marchas forzadas, como no podía ser de otra manera. El tiempo no tiene piedad y menos en una liga de tal exigencia física como es la NBA, algunos lo aguantan mejor que otros pero todos acaban sucumbiendo ante la implacable pesadez de la historia, que no se detiene, por nada ni por nadie. Y cuando todo acaba, algunos jugadores, unos pocos, dejan de ser estrellas en la cancha para ser leyendas fuera de ellas.
El rey del mate: “Air Canadá”
Vince Carter probablemente haya sido uno de los atletas más espectaculares en la historia de la NBA. Considerado por muchos el mejor dunker que ha pasado por la liga. Su impacto en la competición fue total, además de ser uno de esos veteranos que ha sabido reinventarse.
El vivo ejemplo de lo que puede pasar cuando el esteticismo y la elegancia se elevan hasta sus cotas más altas, a la vez que son secundadas por un físico extraterrestre. Estas cualidades convergieron para moldear un especimen que superó todos los cánones previos en el arte del mate. Algunos han volado más alto y otros han machacado más fuerte, pero ninguno lo ha hecho tan bonito.
McGrady y su superioridad innata
Tras comenzar con Carter, es turno Tracy McGrady, su primo. Para empezar, es obligado recordar el concurso de mates en el que ambos compitieron y que fue uno de los mejores Dunk Contest de la historia.
Quien ha visto jugar a T-Mac en su plenitud no es capaz de olvidarlo. Un torrente de habilidad que pasaba por encima de sus rivales a base de una fuerza y técnica innatas. Esa mezcla de físico descomunal y talento desbocado, flow en estado puro. Contemplarlo en sus mejores momentos resulta una delicia.
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Tracy tenía una mirada parsimoniosa, parecía que la cosa no iba con él, que estaba en medio de la pista por un accidente, pero nada más lejos de la realidad: T-Mac fue de los mejores jugadores de la liga. Durante varios años estuvo a la altura de cualquier rival, sin ir más lejos, la pregunta “¿Kobe o T-Mac?” era extendida en los vestuarios de la NBA. La historia ha acabado dejando a uno un peldaño por encima del otro, los 5 anillos de la Mamba son incontestables, pero el mejor McGrady estuvo al nivel de Kobe. El problema, es que no duró lo suficiente.
Para el recuerdo nos quedan sus alley-oops a tablero, sus exhibiciones de talento puro y su obra culmen: los 13 puntos en 35 segundos para remontar un partido.
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El niño que quería ser como Jordan
Dejando de lado las formas de T-Mac, encontramos a Kobe, que en varios sentidos es su vivo contraste. Se ha hablado muchas veces del nuevo Jordan, pues bien, si ha habido algún jugador que se le ha acercado, ese es Kobe. Aunque también es preciso destacar que no es la “copia” de Jordan que muchos nos venden. Principalmente el “23” era un jugador más imprevisible que Kobe. Por un lado, el de los Lakers sabía lo que iba a hacer antes de hacerlo, mientras que Michael llegaba a la situación y lo hacía.
Lo del “24” es el sacrificio elevado a su máxima expresión, todos sus movimientos fueron entrenados con un enfoque milimétrico, repetidos miles de veces, que le llevaron al punto más alto alcanzado en lo que a técnica individual se refiere. Eso, unido a un talento descomunal y un físico prodigioso, crearon a esa bestia llamada The Black Mamba.
Kobe dominó todas y cada una de las formas de anotar posibles en una cancha de baloncesto, cabe destacar que siendo un jugador exterior hizo gala de un juego de pies al nivel de los más grandes.
El orgullo verde: Kevin Garnett y Paul Pierce
Si hablamos de fiereza e intensidad, el único jugador de esta época que está al nivel de Kobe, es Garnett. El ala-pívot era la furia hecha jugador de baloncesto, una actitud que marcó su carrera (está por ver si dura un año más). Con un físico pocas veces igualado y una técnica sublime para un jugador de su talla, este jugador dominó absolutamente y de todas las formas posibles, las pistas de la NBA. Garnett no deja indiferente a nadie, si el cliché de lo amas o lo odias tuviera que ser representado por algún jugador, el bueno de Kevin sería uno de los más indicados.
Hablando de personajes que dejaron su imprenta en los verdes, es imposible no destacar a Paul Pierce. El capitán Celtic de la última era: clase en estado puro. La leyenda verde de más importancia desde Bird, un campeón y un guerrero. Su retorno en el primer partido de la final del 2008 y su rendimiento en esa eliminatoria, le elevaron a la categoría de héroe inmortal, ningún fan que se precie olvidará a los Celtics del Big Three ni a su insigne capitán.
Cuando el jugador trasciende al deporte: Allen Iverson
Si hay un jugador de este siglo que transcendió al deporte, ese es Allen Iverson. El escolta fue una imagen simbólica de una generación, además de un icono cultural. The Answer trajo la cultura hip-hop a la liga, lo que no le hizo mucha gracia a la cúpula de la NBA, así que Stern decidió cortar por lo sano con la imagen de “rapero” que tenían muchos jugadores e instauró el código de vestimenta.
En palabras de Isiah Thomas, Iverson rompió barreras y dejó un camino libre para que los atletas se expresasen y se mostrasen a sí mismos con más libertad. Para el de los Pistons, la leyenda Sixer fue el mejor “hombre pequeño” de la historia de la NBA. Como curiosad, Iverson opina a la inversa, para él, el mejor little man es Thomas.
Una buena frase para describir a AI, tanto para bien como para mal, podría ser la siguiente: "Podrás sacar al chico del ghetto, pero no siempre podrás sacar al ghetto del chico". Esta famosa frase del rapero Tupac, resume la actitud de Iverson en la NBA, él era como era, y lo tomabas o lo dejabas, pero no podías cambiarlo. Además, teniendo en cuenta su rendimiento en la cancha, tampoco tenía muchas razones para cambiar.
Hay algunos que ponen en duda su impacto en el juego, diciendo que era un chupón y que no ayudaba a su equipo, algo totalmente injusto. Tan solo hace falta mirar la plantilla de los Sixers del 2001 y pensar en cuántos jugadores habrían sido capaces de llevar a semejante conjunto a una final e incluso rascarles un partido a los legendarios Lakers del 2001… muy pocos.
The Answer, el chico que te rompía los tobillos con una sonrisa, uno de los mejores anotadores de la historia y un auténtico guerrero, con un cuerpo pequeño pero con el corazón más grande, así merece ser recordado Allen.
El base con el que todos querrían jugar: Steve Nash
En la otra cara de la moneda encontramos a Steve Nash, con aspecto de buen chico y siempre correcto, pero que te mataba igual que Iverson, solo que con otros métodos. El de Canadá resultó ser el ejemplo perfecto del base que hace mejor a sus compañeros, un jugador capaz de llevar al siguiente nivel a sus semejantes: calidad en estado puro. Lo más destacado en su trayectoria y quizás su mayor logro es haber conseguido dos MVP siendo contemporáneo de Shaq, Kobe, Iverson o Garnett, que sólo tienen uno.
Tim Duncan, el titán que cambió la historia de una franquicia
Para cerrar este compendio llegamos a Tim Duncan. Su apodo “The Big Funtamental” tiene una razón de ser, y es que este coloso ha dominado como cualquier otro todos los fundamentos del juego. Podríamos decir que el bueno de Tim sabía cómo hacerlo y cuando hacerlo. No es un jugador de los que destaca por su espectacularidad, pero si sabías apreciar su juego no quedaba otra que quedarse embobado viendo sus clases de baloncesto sobre la pista.
Como diría el refranero, no están todos los que son pero sí son todos los que están, ya que al fin y al cabo esto no pretendía ser una exposición de quienes fueron mejores, sino evocar una generación que marcó una época.
Después de recordar a los protagonistas de tantas madrugadas ante el televisor, algunos podrían sentirse invadidos por un sentimiento de melancolía y nostalgia, pero si bien es cierto que estos jugadores son inolvidables, no podemos dejar de tener en cuenta que el hecho de que su estancia en las canchas sea finita, contribuye intrínsecamente como valor añadido a los momentos que nos dieron, que pasamos con ellos. Es decir, el mismo hecho de que algo se acabe, le da valor, ¿qué atractivo tendría el deporte si siempre jugasen los mismos?
El tiempo pasa y con ello se originan cambios y aparecen nuevos astros, de la misma manera que el baloncesto perduró con las retiradas de Magic, Bird, Jordan, Chamberlain y un largo etcétera, también perdurará ahora. Al fin y al cabo la NBA, como la vida, perdería alicientes si no estuviese compuesta por etapas, y seguro que lo que queda por venir es mágico. ¿Saben por qué? Porque el baloncesto es eso, el mito hecho deporte, y eso, es lo único que no cambiará nunca.