21 temporadas. Como el número que ha llevado durante todas las temporadas que ha jugado en la franquicia que ha hecho suya, de la que es la máxima leyenda, de la que no podrá desprenderse nunca. Esa es la cifra con la que Kevin Garnett se retira de la NBA dejando un legado imposible de olvidar. 21 temporadas de talento, lucha, garra, dedicación, pero sobre todo, 21 temporadas de pasión por un deporte que lo ha hecho eterno. Garnett se marcha de la mejor liga del baloncesto a la vez que Kobe Bryant y Tim Duncan, tres figuras con las que la historia del baloncesto no podría entenderse y que dejan a la mejor liga del mundo medio huérfana.
Con 19 años, y directamente desde el instituto, Garnett aterrizó en Minnesota con el único objetivo de transformar la liga, con el único objetivo de convertirse en leyenda, y así ha sido. Su asombrosa capacidad para ‘hacer de todo’ con 2’11 le convirtió en pionero de la nueva ornada de interiores móviles. Su velocidad y rapidez le convirtieron enseguida en toda una bestia de la pintura a la que parecía imposible de parar. Convirtió Minnesota en su territorio, en su bastión, en su casa, y a los Timberwolves en un equipo temible y poderoso. Con ellos ganó el MVP gracias a sus más de 24 puntos, más de 13 rebotes y más de 5 asistencias, pero con ellos, no pudo convertirse en inmortal, le faltó el premio del anillo, le faltó aquello a lo que están destinados los más grandes. Casi lo consigue en la temporada 2003-2004. 58 victorias, y unas Finales de Conferencia para el recuerdo. Los Lakers de Shaq y Kobe, y la lesión de Cassell lo apartaron de luchar por el anillo.
Emigró a Boston Celtics en 2007, la franquicia más exitosa de toda la historia de la NBA, y ahí, su carrera se convirtió en leyenda. Junto a Paul Pierce y Ray Allen, el primer Big-Three moderno, llevó a la gloria a un equipo que hacía dos décadas que deambulaba por el desierto de la mediocridad. Allí su figura y el orgullo verde se fusionaron en uno. Su carácter guerrero transformó la franquicia devolviendo esplendor a la franquicia de Massachusetts. Para el recuerdo, sus duelos contra los Cavaliers (y Heat) de LeBron James, para quien eran una auténtica bestia negra y sobre todo, su doble final de la NBA contra los Lakers de Bryant y de Pau Gasol. Con los ‘Orgullosos Verdes’ consiguió algo hasta la fecha inédito, ser el primer y único jugador de Boston nombrado ‘Mejor Defensor del Año’.
Antes de volver a Minnesota, antes de volver a casa, para cerrar el círculo, una pequeña mancha en su currículum. Junto a Paul Pierce marchó a Brooklyn Nets para intentar lograr conseguir una vez más el anillo, pero el mega-proyecto de Prójorov se derrubó sin conseguir apenas 'pelear'.
14 veces All Star, 9 veces entre los mejores quintetos de la liga, 9 veces en el mejor quinteto defensivo, máximo anotador de la historia de los Timberwolves, medalla de oro con USA en los JJOO del 2000. Una figura inconfundible en los últimos veinte años de la NBA, imprescindible para entender la nueva NBA. Su manera de jugar revolucionó para siempre la posición de ‘cuatro’. Garnett, a caballo entre dos épocas de contrastes, deja la liga siendo un referente para todos los jóvenes, una leyenda que ha hecho de su carácter y su pasión, su bandera. Un caballo indomable, máximo exponente del trash-talk, que encuentra la eternidad con su retirada, y lo hace en su casa, en su franquicia, en Minnesota, el lugar donde, junto a Boston, ha dejado una huella tremendamente difícil de borrar. Sin duda, uno de los mejores jugadores de la historia más reciente de la NBA.