Entre todos los jugadores españoles que compiten en la NBA, siempre ha habido uno que, por unas razones u otras, ha sido el más carismático, con quien el aficionado se ha sentido más identificado. Ricky Rubio destaca por su timidez, naturalidad y simpatía, nunca ha destacado por su arrogancia o su ostentación y tiene una altura y un físico que le permiten salir a la calle sin llamar demasiado la atención. Además, siempre ha sido mirado con recelo por la prensa, que ha incidido más en sus defectos que en sus virtudes, algo que ha despertado entre nosotros una cierta empatía con el base de El Masnou, siempre en el ojo del huracán.
Ricky desembarcó en la NBA en el año 2011 y se hizo desde el principio un hueco en el quinteto titular de lo Minnesota Timberwolves. Su capacidad de pase fue carne de highlights en su año rookie, que desgraciadamente acabó con una grave lesión de rodilla que le hizo perderse los Juegos Olímpicos de Londres.
En sus siguientes temporadas, Ricky aparecía en los medios en más ocasiones por sus bajos porcentajes de tiro y por sus repetidas ausencias en playoffs que por su habilidad para el pase y su organización del juego. Minnesota no terminó de carburar con Kevin Love como estrella, así que la era del californiano terminó para dejar paso a otro proyecto liderado por Wiggins y Towns. En el draft de 2017, los Wolves se hicieron con Jimmy Butler, una superestrella de la liga que se unía a las dos promesas y a Ricky Rubio. Pero cuando parecía que el proyecto de Minnesota estaba a punto de despegar, llegó el mazazo para el base: era traspasado a los Utah Jazz a cambio de una elección en el draft.
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Las perspectivas no eran buenas para Ricky, ya que se rumoreaba que Utah se interesó por él como aliciente para que Gordon Hayward, agente libre y All-Star, se quedara en Salt Lake City. Pero el mercado de julio se abrió y el alero decidió unirse al proyecto de los Boston Celtics, entrenado por su mentor en la universidad de Butler, Brad Stevens. Con esas perspectivas, Utah se quedaba compuesto y sin estrella y las perspectivas de Ricky de alcanzar los playoffs se desvanecían. El base estaba en un lugar en el que no parecía que confiaban mucho en él y que había llegado a la segunda fase de los playoffs del año anterior, pero que parecía muy difícil que fueran a repetir experiencia.
El verano fue una época de cambios. No solo de equipo, sino también de estilo de juego y hasta de aspecto físico. En la preparación para el Eurobasket vimos a un Ricky mucho más musculado, con barba, pelo largo y un llamativo tatuaje que dejaba atrás la timidez que siempre le había caracterizado. En el torneo, Ricky tuvo un buen desempeño y se esforzó más en tareas anotadoras, especialmente en el tiro exterior, su gran defecto. Terminó el torneo con 9,3 puntos y un 37% en triples, pero lo que más destacó fue en su atrevimiento con el lanzamiento y las penetraciones. Ricky quería salir de su zona de confort y adentrarse en aspectos del juego en los que, bien por timidez o falta de confianza, no se había prodigado en exceso.
La temporada en la NBA comenzó y los Jazz se dieron de bruces con la realidad. En el primer mes y medio de competición, se mantenían cerca de las posiciones de playoffs, pero diciembre y enero fueron meses horribles para los Jazz, en los que se quedaron muy lejos de la postemporada y ya se hablaba de iniciar una reconstrucción, que podía acabar con Ricky Rubio de nuevo traspasado. El de El Masnou empezó la temporada muy bien, pero sus estadísticas bajaron en los meses de noviembre, diciembre y enero; especialmente en la categoría de asistencias, donde firmaba números mínimos de carrera. Después de unas temporadas en Minnesota donde el balón lo manejaban Wiggins y Towns, se repetía la historia en Utah, donde un espectacular Donovan Mitchell comenzaba a acaparar los focos y a discutirle el rookie del año a Ben Simmons.
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Pero febrero fue el mes de los Utah Jazz, el mes en el que consiguieron dar la vuelta a la tortilla y confirmarse como uno de los equipos más incómodos de la NBA. En dicho mes, tuvieron un récord de 9-2, con un Ricky que dio un definitivo paso adelante en su juego. Promedió en ese mes 16 puntos, 6,5 asistencias y un 50% desde la línea de tres. Era la primera pieza defensiva de un equipo sin fisuras atrás y se confirmó como una alternativa anotadora en una plantilla que andaba escasa de ese tipo de efectivos. Utah se metía en la lucha por los playoffs, a lo que contribuyó un acertado movimiento en los despachos, donde Joe Johnson y Rodney Hood fueron traspasados a cambio de un Jae Crowder que había sido infrautilizado en Cleveland y que encajó desde el primer día en un equipo que parecía diseñado para sus características.
Marzo y abril fueron pasando y los números de Ricky se estabilizaban, junto con las sensaciones que transmitía en pista. El catalán cada vez anotaba más y sabía aprovechar los espacios y la sobreatención que Donovan Mitchell generaba. El Ricky más atrevido y anotador de su carrera lo hemos visto esta temporada, lo que ha provocado incluso la irritación de sus rivales, que en ocasiones han respondido violentamente contra el español, hartos de verse superados por un jugador considerado en un segundo o tercer escalón de los bases de la liga. Las victorias llegaban y el final de campaña acabó con Utah en la quinta posición de la Conferencia Oeste. En su séptimo año en la NBA, nuestro protagonista iba a debutaren los playoffs de la mejor liga del mundo. El rival era los Oklahoma City Thunder, una eliminatoria difícil, dado que Ricky se iba a enfrentar a Russell Westbrook, MVP vigente de la temporada y uno de los mejores bases del mundo, que venía de promediar, por segunda vez consecutiva, un triple-doble en la temporada.
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El primer partido acabó con derrota y exhibición de Westbrook, pero el segundo fue la reivindicación de Ricky Rubio. El base dirigió al equipo con maestría y superó a Westbrook, no solo en sensaciones sino también en puntos (22 por 19). Pero el tercer partido fue el de la consagración. Ricky hizo un triple-doble (26, 10, 11) y en defensa secó a Westbrook, que se quedó en un 5/17 en tiros de campo y un -29 en el +/- del partido. La estrella de los Thunder, con una desesperación absoluta, aseguraba en rueda de prensa que garantizaba que iba a frenar a Rubio en el cuarto partido. Ricky estaba superando claramente al MVP y se ganaba portadas de prensa y la (por fin) admiración de los aficionados.
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La serie se cerró con victoria de los Jazz en el sexto partido. Un auténtico hito para un equipo con una plantilla de escaso talento, pero muy bien entrenada y con las ideas claras. Desafortunadamente, la temporada de Ricky terminó en el minuto 7 del sexto partido, en el que sufrió una lesión en los isquiotibiales de la que no se pudo recuperar para la eliminatoria contra los Houston Rockets.
Después de tantos años de suspicacias en la NBA, Ricky Rubio ha encontrado el lugar en el que es feliz. Con una joven estrella que destaca en la anotación y el mejor pívot defensivo de la liga, los Jazz necesitan algún refuerzo de campanillas para poder dar otro salto y poder pelear contra Houston y Golden State. Veremos qué nos depara el verano, un periodo en el que Ricky Rubio podrá descansar y seguir mejorando para continuar con las sensaciones tan positivas que ha dejado su gran temporada.